Veinte años después, Daniel Maradei volvió al Ministerio de Agricultura. Con el regreso de un gobierno peronista, fue convocado para dirigir la Dirección Nacional de Desarrollo Foresto-industrial. Ya había ocupado ese puesto en los años 90′ junto a Felipe Solá. En aquel momento impulsó la sanción de la Ley 25.080 de Promoción de Bosques Cultivados, la principal herramienta de promoción con que cuenta un país que siempre aspiró a más en materia de forestación, pero que siempre se queda a mitad de camino.
Dos décadas es mucho tiempo. Maradei trabajó estos años en la actividad privada hasta su jubilación y siente que ahora debe devolver al Estado algo de lo mucho que recibió para su formación. Hay muchas cosas pendientes que quedan por hacer, admitió.
“No se terminó de implementar la 25.080, porque, inmediatamente después de aprobada, se cambió el Gobierno y no estuvieron del todo de acuerdo en implementar todas las áreas que había que poner en marcha para aplicarla de modo integral. Por eso ahora estamos tratando de hacerlo, aunque en un momento complejo, porque la productividad del sector primario no es de las mejores”, explicó Maradei a Bichos de Campo.
-¿Qué es lo que faltó?
-Nos falta el paso siguiente, que es la transformación de la materia prima.
La Argentina tiene una superficie forestal que, a pesar de esta ley de promoción, que fue luego prorrogada, se mantiene estable en cerca de 1,3 millones de hectáreas. Según Maradei, estos “significa tener un valor (de madera) en pie de más de 4 mil millones de dólares, que están casi estancados, por tener un nivel de aprovechamiento muy bajo, lo que provoca una acumulación de stocks de modo permanente, año tras año, porque producimos más de lo que cosechamos”.
Mirá la entrevista con el nuevo director del área forestal:
El funcionario expresó que su actual preocupación pasa por incrementar la rentabilidad del productor primario, que sería muy baja. Señaló que, aunque se pueden mantener las plantaciones, “si las mismas están paradas, no reactivan las economías de donde están instaladas”.
“Por eso necesitamos traccionar la demanda y que haya más aserraderos. Porque para aumentar esa rentabilidad tenemos dos opciones, aumentar la eficiencia de la producción, o aumentar la demanda”, indicó.
Como todos en el sector forestal, el flamante funcionario deplora lo que sucedió con la papelera Botnia hace casi quince años, ya que ese hecho político alejó la posibilidad de que la Argentina reciba luego grandes inversiones para procesar su masa boscosa. Las plantas se instalaron en Uruguay y en otros países de la región.
“La enseñanza concreta que sacamos es que los chicos que iban a nacer con un tercer ojo por la contaminación de Botnia no nacieron ni nacerán”, indicó Maradei. “Creo que hubo un justificada preocupación de parte de los pobladores, que vino por un error comunicacional que cometió la gente de Botnia, por no trazar un acuerdo social ni explicar qué controles y medidas iban a llevar a cabo. Y la gente de Gualeguaychú, lógicamente, frente a semejante monstruo que se estaba construyendo, se asustó”, remarcó.
En este lrago paréntesis, apuntó que “el Estado puso dinero para manejar las plantaciones, pero tenemos un escaso nivel de tecnología. Por eso creo que hay que lograr la tecnificación del sector, aumentando la capacidad de secado, para que, en vez de vender una tabla verde para hacer pallets, podamos vender una tabla seca para hacer muebles”.
“Hoy tenemos la chance de tener un consumo importante de madera a través de los aserraderos”, explicó.
En ese sentido, manifestó que “hay cosas que se pueden ir facilitando como para que los inversores sientan atracción por venir a la Argentina, pero más allá de que precisamos inversiones grandes, pueden demandar 4 o 6 años. Por eso nuestro foco está puesto en los aserraderos medianos y pequeños, porque esos son los que empiezan mañana a trabajar, y despegarán en la medida en que potenciemos la demanda interna”.
A modo de comparar el atraso de la Argentina en transformación de la materia prima forestal, el experto indicó que “las fábricas de celulosa recientemente inauguradas en Uruguay producen 1,5 millones de toneladas anuales, y hay otra que se está construyendo y que producirá 2 millones de toneladas de pasta al año. Mientras que en Argentina la fábrica más nueva es de 1983 y produce 400 mil toneladas anuales”.
El ingeniero agrónomo, que incursionó en la actividad forestal a partir de 1975, cuando entró a trabajar en Celulosa Argentina, en Misiones, recordó que “Argentina estaba nominada en un triángulo virtuoso junto con Brasil y Chile, posicionándose como potencias forestales en el mundo. Pero por alguna razón, Brasil y Chile lo lograron, y Argentina no”.
Sin embargo, el director nacional de Desarrollo Foresto-industrial sigue creyendo que “la Argentina tiene potencia forestal y tierras, mientras que Chile, por ejemplo, tiene una gran escasez de territorio, y Brasil, en los sitios en que nosotros podemos hacer forestación, ellos tienen que hacer alimentos, porque tienen que darle de comer a su gente. Nosotros podemos darnos el lujo de hacer forestación en terrenos tremendamente productivos, pudiendo hacer eucalipto y soja”.