La industria láctea y la molinería argentina son los sectores más perjudicados por el congelamiento de precios de alimentos básicos instrumentado por orden del gobierno nacional.
En el último año, según los últimos datos publicados por el Indec, la “canasta láctea” mostró una inflación interanual del 14,4% versus un 38,4 % el promedio de alimentos y bebidas no alcohólicas en comercios y supermercados de la ciudad de Buenos Aires (CABA-GBA).
Casi todos los productos de la “canasta láctea” están comprendidos en el congelamiento de facto dispuesto por el Estado nacional (leche fresca en sachet, leche en polvo, queso cremoso, queso pate-grass, yogur firme y manteca). La única excepción es el queso sardo, cuyo elevado valor impide realizar ajustes significativos de precios en la actual coyuntura de crisis económica.
El congelamiento oficial de precios es tan alevoso que incluso el paquete de 800 kilogramos de leche en polvo entera medido por el Indec en diciembre pasado tiene un precio (374 pesos) casi equivalente al presente en diciembre de 2019.
Esta semana el gobierno nacional actualizó los valores de los productos comprendidos en el programa “Precios Cuidados”, además de extender el listado de bienes básicos comprendidos en el mismo. Para el sector lácteo no es una buena noticia porque, si bien ya tenía una enorme cantidad de productos comprendidos en el programa, ahora tendrá uno más: leche larga vida.
En segundo orden se encuentra la “canasta farinácea” con un ajuste interanual del 18,3%, aunque con contrastes marcados entre los diferentes productos: mientras que el pan francés ajustó un 29,7%, la harina de trigo (gracias a la magia del programa de precios máximos) se incrementó apenas un 5,7%.
El pollo entero logró superar al promedio inflacionario general al registrar en la ciudad de Buenos Aires un ajuste interanual del 51,2%, al tiempo que la suba de la docena de huevos fue de 38,8%.
La canasta cárnica bovina –integrada por asado, carne picada, nalga, paleta y cuadril– es la menos comprometida al experimentar en el último año un ajuste del 69,5%. Los consumidores argentinos, amantes incondicionales de la carne vacuna, es una de los últimos consumos que restringen en una situación de crisis económica.
No hay que preocuparse tanto por la industria. Cruje, pero lloran y tienen algun beneficio. El costo lo terminan pagando las dos puntas, y si el precio esta muy muy muy pisado se lo bajan al productor. Por suerte vendi el tambo en octubre (despues de 17 años).