La incertidumbre generada por la renuncia de Martín Guzmán como ministro de Economía podría potenciar la desaceleración del ritmo de comercialización del principal grano producido en el país.
Al 15 de junio pasado, los productores argentinos –según los últimos datos oficiales– habían vendido 19,0 millones de toneladas de soja 2021/22, una cifra que representa un 43,4% de la cosecha estimada por el Ministerio de Agricultura (44,0 millones de toneladas).
Se trata, tanto en términos nominales (toneladas) como porcentuales, de la cifra más baja del último lustro, lo que muestra claramente que la voluntad de venta de soja se encuentra limitada por el panorama incierto tanto a nivel local como internacional.
No es una buena noticia para los que tienen entre manos la originación de soja en el mercado disponible, dado que la mayor parte de los productores se aferran a los porotos como “reserva de valor” frente a la incertidumbre.
Si bien la cifra de ventas de soja es pobre en términos históricos, el volumen declarado de exportaciones de harina de soja a la fecha es mucho más bajo: apenas se registraron embarques 2021/22 por 10,06 millones de toneladas.
Eso implica que la industria aceitera argentina no tiene ningún apuro por salir a comprar soja dado que el volumen de embarques de la presente campaña comprometido es bajísimo.
En una situación normal, tal evento representaría un claro factor alcista de corto plazo en el mercado internacional de la oleaginosa, pero la turbulencia monetaria, financiera y geopolítica es tan significativa que el mismo no tiene incidencia alguna en la actual coyuntura global.