En la tradición productiva del Alto Valle, la fruticultura no fue la única actividad que ocupó el tiempo y las manos de los chacareros. La producción de forraje fue, por el contrario, una de las principales actividades que desarrollaron los colonos en su llegada a esa región, que poco a poco vuelve a tomar impulso.
El agrónomo Francisco Pili es uno de los exponentes de ese movimiento, que desde hace 14 años produce maíz bajo riego en las afueras de la localidad rionegrina General Roca, con resultados considerables.
“Volví de estudiar Agronomía en Buenos Aires hace casi 16 años. Cuando llegué pensaba en que lo que vi en la facultad lo tenía que tratar de aplicar acá. Me pregunté qué podía producir que sea distinto y ahora hace 14 años que nos estamos dedicando al maíz bajo riego, a la alfalfa y a otros cultivos como los verdeos de invierno”, contó Pili a Bichos de Campo.
“Los colonos arrancaron con esa producción y después de varios años de un cambio radical en la fruticultura, ya sea por lo comercial, los precios o la mano de obra, empezaron a diversificar hacia otros cultivos y entre ellos quedó el maíz”, relató.
De las 120 hectáreas propias que el productor maneja junto a su familia, la producción de maíz comenzó en unos lotes que tenían viejos y abandonados frutales, que ya no estaban prácticamente en producción. Luego de erradicarlos y nivelar el terreno, para hacer más eficiente el uso del agua de los canales, iniciaron la siembra.
“El principal beneficio que nos dio el riego fue poder tener estabilidad en la producción durante el año. Si bien por momentos tenemos rindes muy buenos y por momentos menos, algo que varía con el tipo de manejo y la calidad dispar del suelo, tenemos rindes estables y riego continuo en las épocas en que lo tenemos a disposición. No llegaríamos nunca a sufrir una seca como en la zona núcleo”, señaló Pili.
El riego aplicado en los lotes es gravitacional, donde se emplea agua de canales tanto primarios como secundarios. Los cuadros son de 150 a 240 metros de largo, con una pendiente de entre cuatro y seis centímetros cada 100 metros.
Otro punto clave de este planteo es la aplicación de fertilizantes.
“Estos suelos carecen de una fertilidad que se pueda comparar con la de la zona núcleo. Nosotros tenemos que pensar en que por cuadro tenemos que estar en 200 unidades mínimas de nitrógeno aplicadas, que son cerca de 400 kilos de urea y un fertilizante fosforado del cual se aplican entre 140 y 160 kilos para el planteo del que estamos hablando”, indicó el agrónomo.
“Pero en estos diez años que pasaron los rendimientos fueron incrementando, cuando los suelos son bien manejados, tienen su descanso y se realizan rotaciones acordes. Hemos llegado a lotes de 16 a 18 toneladas por hectárea y lotes promedios de 12 a 13 toneladas que no son malos. Uno pensaría que tendrían que ser mejores, pero logramos esa estabilidad de rendimiento en varios años”, detalló.
De lo cosechado, el grano entero es destinado a la venta y el picado a la alimentación de los animales que a familia engorda en un pequeño feedlot propio.
-¿Fue un desafío encontrar mano de obra calificada para este tipo de trabajos en la zona?- le preguntamos a Pili.
-La misma gente que trabaja en fruticultura se fue adaptando a la maquinaria que tenemos acá, tanto sembradora como cosechadora y pulverizadora. La misma gente de la chacra se fue capacitando y hoy podemos brindar servicios a terceros, tanto en siembra como en cosecha.
-¿Ves al maíz como una alternativa viable para los productores en la zona en un contexto donde muchos se desprenden de sus frutales?
-Considero hoy más que nunca que hay que ver los números. Hay que ver por qué ese productor deja de ser frutícola. No sabemos cuándo va a ser el techo de lo que estamos produciendo, pero lo peor que podemos ver a los que nos gusta esta actividad son las chacras abandonadas. Si el productor decide reconvertirse, ya sea a alfalfa, maíz u otro cultivo, bienvenido sea que su chacra no esté abandonada, que esté en producción, que trate de asesorarse para no tropezar con la misma piedra que ya lo hemos hecho nosotros. Si bien parece ser un cultivo sencillo, tiene ciertas claves, sobre todo en el manejo.
-Hay muchas chacras a las que les ha costado concretar ese recambio generacional y quizás que esto venga de productores jóvenes, como es tu caso, es una manera de que afloren nuevas ideas.
-Totalmente. El cambio generacional ha sido un tema. Hijos de productores han decidido otra actividad, otros se quedan. Pero hay que animarse. Esto es una actividad totalmente noble y bienvenidos todos aquellos que se quieran sumar.
-¿A dónde apuntan llegar en el futuro?
-Seguimos trabajando, seguimos apostando y estamos hoy trabajando bien. Se puede crecer en escala. Todo lo que se pueda innovar en agricultura, que lo podamos hacer bajo riego y de la mejor forma posible, lo vamos a seguir produciendo acá en la Patagonia.
Viva la universidad pública