Antes de hacer esta entrevista con Martín Piñeiro, que es una de las eminencias en materia de política agropecuaria con la que cuenta la Argentina, Bichos de Campo repasó rápidamente su currículum vitae, para no meter la pata. El gran riesgo de consultar cosas así -a los apurones- en la Internet es que no siempre están actualizadas.
Sobre Piñeiro decía su CV que es ingeniero agrónomo graduado en la Universidad de Buenos Aires y con un master en Economía Agraria en la Universidad de California. Que ocupó múltiples cargos en organismos internacionales pero también en nuestro querido INTA. Que fue director general del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) luego del retorno de la democracia en el país. Y así va sumando antecedentes profesionales y académicos. De todos modos, el dato que más nos sorprendió de ese currículum decía que Martín “ha escrito 10 libros y más de 100 artículos” vinculados con la política agrícola y comercial internacional.
Nos hicimos los cancheros y en la entrevista marcamos de entrada eso. Pero él nos corrigió: “Son 16 libros ahora, 16 libros. Acabo de publicar los últimos cuatro”.
Piñeiro, quien nació en 1938 y ya cumplió los 85 años, se muestra infatigable. Sigue siendo asesor del IICA y cooperando activamente con otras instituciones, como el Grupo GPS o el CARI.
Mirá la entrevista completa:
Pese a su larguísima trayectoria, hay un detalle que muy pocos saben sobre Martín Piñeiro: sin ser peronista, también se desempeñó como subsecretario de Agricultura (en realidad,d e Economía Agraria) del presidente Juan Domingo Perón, nada menos, en su regreso al país tras 18 años de proscripción, en 1974. El secretario/ministro era nada menos que el recordado Horacio Giberti.
-¿Qué te acordás de aquellos años?
-Eran años muy complicados. Pero yo era un subsecretario más técnico que político, por decirlo de una manera. Al interior de la Secretaría éramos un equipo muy unido, donde Giberti (en la foto abajo) era secretario y debajo había tres subsecretarios. Los tres éramos amigos de toda la vida. Pedro Lacau, que era un ganadero importante, y Armando Palau. Lacau no era peronista, obviamente. Y Palau era un peronista tradicional, un peronista de siempre, un tipo muy creativo. Los tres habíamos sido compañeros en la facultad. Éramos íntimos amigos.
-Más allá del entorno político convulsionado, ¿fue la época del avión que fue a buscar la semilla de soja?
-Claro. Una de las cosas famosas que hizo Palau fue agarrar un avión. Porque había habido intentos de un tipo que había traído la soja y no había prosperado. Había dificultades, gente que se oponía porque decía que la soja destruía el suelo y un montón de boludeces. Entonces Armando, que era un tipo muy ejecutivo, hizo un arreglo con el Ejército y le mandaron un avión y trajo no sé cuántas toneladas de semillas de soja. Y así arrancó la soja.
Piñeiro forma parte de una camada de profesionales del agro que fue muy singular. A poco de recibirse en la UBA y luego de su doctorado en California lo contactó el BID (Banco Interamericano de Desarrollo) para ofrecerle trabajo. Luego, con apoyo de una serie de becas de la Fundación Ford, regresó al país y armó la primera escuela de economía agraria para graduados, y que funcionó en instalaciones del INTA Castelar -donde ya había trabajado tiempo antes- con apoyo de la Universidad Pública. Recuerda que allí estudiaban genética, economía agrícola y extensión. “Con eso pudimos armar un equipo donde había 10 doctorados en Economía Agraria. Cosa única, que no se ha repetido”, se enorgullece.
-¿Y en ese momento cuál era el dilema a resolver? ¿Ya estábamos entrando en plena Revolución Verde?
-Estábamos en el comienzo de la Revolución Verde. Los problemas principales eran cómo generabas los cambios técnicos para que disminuyera el gap, la diferencia de productividad entre Argentina y el resto del mundo, en especial Estados Unidos y Canadá. Es decir, cómo hacías una transformación tecnológica productiva. Esa era la preocupación principal. También cómo desarrollabas un ámbito en el que hubiera investigación propia. Esa era la preocupación central del INTA. El director del INTA, que era un tipo que se llamaba Adalualdo García, un tipo buenísimo, hacía mucho esfuerzo y se construyó un INTA muy poderoso desde el punto de vista técnico.
Como con casi todo, la dictadura interrumpió también ese proceso en 1976. “Los militares me dijeron ‘mire, usted mejor que se vaya, porque por más buena voluntad que haya tenido ha sido colaborador del gobierno peronista’. Y entonces me fui. Tuve la enorme fortuna de que la Fundación Ford me encargara armar un equipo de tres o cuatro economistas e ‘inventen un proyecto sobre ciencia y tecnología para América Latina'”.
En 1986, con el retorno de la democracia, Piñeiro fue el primer argentino en convertirse en director general del IICA, un conglomerado de 34 países del continente americano que justamente trabaja para mejorar el desempeño agrícola en toda la región. Permaneció allí hasta 1994. Es el mismo puesto que ahora ocupa otro argentino, Manuel Otero.
Desde esa vasta experiencia, Martín está convencido de que la mejor fórmula para construir desarrollo es que los países se ayuden entre ellos. En el última cumbre de ministros de Agricultura de las Américas realizada en la sede central del IICA en Costa Rica, brindó una charla magistral en la que alertó sobre visibles retrocesos en el camino emprendido por el multilateralismo.
Nos explica: “El multilateralismo en realidad son un conjunto de reglas acordadas por todos los países para ordenar el comercio. Yo dije que se estaba debilitando. Ha habido cambios en la geopolítica que representan un riesgo… Por ejemplo, la guerra. Pero más que la guerra, la definición de Estados Unidos, de que China no es un socio comercial sino un competidor estratégico. Entonces define una nueva política industrial, que está dirigida a la contención de China. Por lo menos a la contención del control de China de los sectores productivos que están directamente vinculados a la ciencia y a la seguridad nacional.
-¿Y cómo afecta esto las reglas de comercio?
-Bueno, las reglas de comercio dicen, yo produzco sin subsidios… Las reglas hacia las cuales el multilateralismo se estaba moviendo, que nunca va a llegar, pero son el objetivo: La OMC era un lugar donde se negociaban reglas que progresivamente se iban aproximando ese figura ideal. Entre 1980 y el 2010 hubo progresos bastante significativos. Los americanos bajaron un montón los subsidios, los europeos bajaron un montón los subsidios agrícolas y también bajaron los aranceles. Había una trayectoria en esa dirección, muy lenta, muy cuidadosa. ¿Qué pasa a partir de los últimos años? Primero ha habido un incremento importante de restricciones arancelarias, de distintas medidas y colores.
-Es como que se vuelven a construir paredes para que no ingresen los productos agrícolas de nuestros países…
-Exacto, restricciones arancelarias y de otro tipo. Aumentaron también los subsidios en cierta forma. Y Estados Unidos y Europa vuelven a definir una política industrial. China, Japón, Corea siempre la tuvieron, pero todo el mundo se hacía un poco el distraído. Pero Estados Unidos y Europa respetaban bastante fielmente el asunto.
-Ahora volvieron a alterar las reglas en función de intereses individuales.
-En función de una pelea particular con China. Estados Unidos, Europa y India ahora empiezan a hacer políticas industriales definidas que implican más subsidios y a veces, en el caso de India, también tarifas. Entonces vos, Argentina, ya no estás compitiendo con Estados Unidos en base a la productividad que surge de las propias capacidades. Las empresas americanas están recibiendo subsidios y están recibiendo bienes públicos. Entonces, bueno, el multilateralismo comienza a debilitarse. Y eso se expresa en que la OMC hace 10 años que no aprueba nada.
-¿Por eso entonces vos decís estoy preocupado por la salud del multilateralismo?
-Porque el multilateralismo para los países de tamaño medio era la mejor solución. Porque vos podías competir en sectores en los cuales somos competitivos. Y competíamos mano a mano con todo el mundo y le ganábamos en algunos casos, y en otros perdíamos. Obviamente no es cierto que hubiera libre comercio. Europa tiene un montón de subsidios y mecanismos protectivos y ahora están poniendo más a través del Green Deal, restricciones al comercio vinculadas a la cuestión ambiental. Para los países del medio, que no tenemos plata para subsidiar o para proteger, eso nos saca de la cancha.