“Desde siempre”, dice Julio Cittadini (77), productor ovino de la Patagonia. Ese “desde siempre” se traduce en casi sesenta años de dedicarse a producir ovejas, primero en Santa Cruz, en la zona de Gobernador Gregores, y desde hace ocho años en Punta Tombo, en la provincia de Chubut, y a unos siete kilómetros de la famosa pingüinera.
“Me dedico a la producción extensiva de ovejas en un campo chico, de dos mil hectáreas”, cuenta. “Tengo Merino Dhone, una raza de Sudáfrica con lanas muy similares a todas las merino (19/20 micrones) pero con un perfil carnicero superior, Esto para mí es clave, ya que en una majada chica como la que tengo (mil madres) la venta de carne incide mucho en los números finales, porque como el precio de la lana está muy deprimido, eso nos salva un poco”.
Cuando era productor en Santa Cruz, lugar donde nació, Julio empezó a tener conflicto con los depredadores: “Había más pumas que ovejas”, resume, y así fue que dejó su actividad de siempre para incursionar en la cría de truchas arcoriris, luego de adquirir el establecimiento Laguna Verde en zona del lago Strobel.
“Durante doce años me dediqué a producir truchas en laguna y me fue muy bien, llegué a las veinte toneladas anuales y le vendía todo a una misma empresa, sin problemas”, recuerda. “Un día se acercó un operador turístico de la zona de Calafate para decirnos que nuestro lugar era perfecto para la pesca deportiva y decidimos probar. Llegamos a un acuerdo, arrancamos y fue excelente porque cuando se empezó a conocer la zona y las presas que salían, comenzó a venir mucha gente así que reconvertí el negocio de las truchas al turismo y con números muy superiores a los que ya tenía cuando las producía para carne”.
Sin embargo, a pesar de las buenas ganancias, un día Julio dejó todo. “En lo económico me iba muy bien, pero yo como productor sentía que me faltaba algo. Hoy ese lugar es uno de los pesqueros más importantes del mundo pero no era lo mío, ni la trucha ni atender turistas, así que se presentó la oportunidad de vender y lo hice”, explica.
¿Y a dónde se fue Julio? A La Pampa y a probar con la ganadería bovina, donde compró un campo y comenzó a hacer Angus. “También me fue muy bien desde lo económico y productivo, pero no me pude aclimatar, el calor era terrible y yo estoy acostumbrado al frío, así que decidí volver para el sur; finalmente uno es producto del entorno y yo soy nacido en un lugar de grados bajo cero”, dice entre risas.
Así, este productor lanero volvió a sus orígenes: al frío y a la cría de ovejas en la Patagonia. Y si bien retornó a su primer amor productivo, esto no significa que no haya problemas. El primero es el viejo y conocido tema del bajo precio de la lana y de los altos impuestos.
“Hace años que la lana tiene un bajo precio internacional y acá en Argentina el gran problema siempre fue el cambio, y cuanta mayor diferencia entre el dólar oficial y el blue peor, porque nos liquidan al oficial”, describe.
“Ahora que casi no hay diferencia las cosas han empezado a mejorar pero la gran deuda es bajar el impuesto a las ganancias que nos come un 35% de lo facturado. La única manera de no pagar ese porcentaje es comprar inmediatamente insumos para el campo o animales, pero si no tengo necesidad de reinversión inmediata tengo que pagar y pierdo rentabilidad”.
El otro gran problema es el guanaco, que en los últimos años se reprodujo en masa y compite con la oveja por las pasturas y el agua. Asegura que, si el gobierno de Chubut no toma medidas, en unos pocos años habrá los mismos problemas que ya hay en Santa Cruz.
En este tema, Julio es enfático: “Hay una superpoblación de guanacos porque no tiene un gran depredador, ya que el puma solo come guanacos cuando no hay ovejas. Los ambientalistas lo niegan, pero esta es la verdad: el puma come oveja porque le requiere mucho menos esfuerzo que cazar y someter a un guanaco. La oveja es ´pan comido´, sobre esto no hay discusión”.
“Todo esto lo sufro en mi campo actual. Cuando empecé acá, hace 8 años, casi no había puma, mientras que hoy todas las semanas aparece uno y hace mucho daño. A la vez, se incrementaron los guanacos que es un competidor directo de las pasturas y del agua; los productores hacemos perforaciones de agua para nuestros animales pero se la toma el guanaco que además se ha extendido a zonas donde antes no tenía agua”.
“En mi campo, que es chico, esto lo puedo constatar fácilmente: sobre 100 ovejas muertas no encontré ningún guanaco muerto. Aparte, el puma no tiene depredador entonces también está creciendo exponencialmente y para colmo hay una ONG ambientalista en la zona que se dedica a proteger la fauna para que se propague, y el que paga el pato es el productor”.
“El gobierno provincial no hace nada para ponerles un límite porque no se anima, tiene miedo a quedar mal ante la opinión pública, entonces los ambientalistas vienen y hacen lo que quieren, no tienen un freno. Además, disponen de mucha plata para manejarse y hacen mucha fuerza”.
“Yo quiero que la sociedad vea lo que está pasando, que el ´ciudadano del asfalto´, como yo le digo, entienda la realidad. La gente de ciudad ve al guanaco y al puma como en una película, no se da cuenta de que la comida y la vestimenta vienen de la producción, que no se generan en el supermercado. Hay una enorme brecha entre el gran público y el campo y los ambientalistas hacen aparecer al productor como que quiere exterminar la fauna silvestre y no se trata de eso, se trata de un control para que se pueda convivir”.
En este punto Julio remarca que si hubiera una cantidad “razonable” de guanacos no habría problemas. Argumenta que 20 años atrás, en Santa Cruz, con una población estimada de 500 mil guanacos, se convivía “perfectamente” con las ovejas, pero que hoy eso es imposible por la desmedida cantidad de estos animales silvestres, que superan largamente el millón de ejemplares.
“Los perros pastores son otro relato para quedar bien, porque lo único que hace el perro es ahuyentar al puma y, por lo tanto, pasarle el problema al vecino”, asevera Julio. “Además solo funciona con pocas ovejas y en una zona muy acotada, algo que no tiene nada que ver con Patagonia, donde la explotación es extensiva y las ovejas están dispersas”.
“Cuando usted pone un perro y junta 400 ovejas en un sector está pasando de una explotación extensiva a semiintensiva, lo cual repercute negativamente en el suelo y en los recursos. Me da risa cuando nos dicen que hay que encerrar la hacienda todos los días. ¿Se imagina hacer eso en un campo de cinco mil hectáreas? Es un absurdo, otro relato para la gente de ciudad”.
Otra nota de porquería. Salvo que se trate de una broma por el Día de los Inicentes, de otro modo no se explica que publiquen estas barbaridades.
En todo caso, me hacen sentir orgulloso de no comer cordero patagónico desde hace años. ¡Ni un peso de mi bolsillo a estos “productores”!