Amblayo es un pueblo agrícola y pastoril situado en un valle de ensueño, rodeado de montañas multicolores, a 2290 metros de altitud. Se lo considera el corazón de los Valles Calchaquíes. Su nombre pertenece a la lengua kakán y significa “lo que está a la vuelta del Alto”. Se ubica en el Departamento San Carlos, a 155 kilómetros de Salta capital. Se lo denomina La Capital del Queso y se puede llegar hasta allí atravesando de norte a sur el Parque Nacional Los Cardones.
Yendo desde Cachi, por la Ruta Provincial 33, al llegar al kilómetro 70 hay que desviar a la derecha y recorrer 45 kilómetros de camino de ripio, empinado y angosto, que en verano puede estar intransitable a causa de las lluvias.
Mario Arana nació y se crió en Amblayo, pero un día se fue a vivir a Salta capital, para trabajar en la tradicional peña “La Casona del Molino”, debido a que su dueño solía llegar en cabalgatas hasta el valle y paraba en su casa. Allí se enamoró de una “casonera” –así llaman a las clientes que concurren asiduamente a esa peña-, se casó con ella y se quedó a vivir allá.
Un fin de semana por medio se va a visitar a su madre, Milagro Arana, quien en su casa armó un hospedaje con restorán de comidas regionales, al que le puso “La Tome y Traiga”. Cuando lo entrevistamos, Mario sembraba maíz para forraje en las 6 hectáreas familiares.
Mario sostiene que su pago tan querido es una zona un tanto olvidada o relegada de las políticas públicas a causa de su difícil acceso. “Además, estamos muy alejados de los centros que pueden comprar nuestra producción”, completa.
“En la ganadería, los varones se ocupan de las vacas, y las mujeres, de las cabras. Carneamos en julio y guardamos la carne para todo el año. Septiembre y octubre son el tiempo de la cura de los animales. En enero y febrero crecen las pasturas por las lluvias y los animales vuelven a engordar y se carnea. Se desplaza la hacienda a las zonas altas en verano (veranadas) y en invierno a los lugares bajos y protegidos (invernadas)”, explica.
Cuenta Mario que antes sabían arrear de a caballo hasta 12 horas, el ganado. Las vacas se ordeñan en noviembre, cuando el pasto está verde y hay avena. En esa época están con cría porque es tiempo de pariciones. Los varones se dedican a la cría para vender novillitos.
No tienen camiones propios. “Recién hace dos años logramos que entrara un camión al valle. Primero empezaron sacando cayotes y después comenzaron a llevar vacas. Acá sólo 3 familias tienen camioneta”, aclara.
“Nuestros abuelos salían a las 4 de la mañana y arreaban el ganado para llegar a las 4 de la tarde, pero a veces se lo pesaban al otro día. Lo bajaban a Las Abritas, sobre la ruta 68 donde llegaba el camión que trasladaría el ganado hasta Rosario de Lerma o a Cafayate, para venderlo”, recuerda. Hoy ya llega un camión a Amblayo y no tienen que arrear con tanto sacrificio. Alguien de ellos acompaña al camionero para ocuparse de la venta. Quien compra el ganado suele darles hospedaje. Pueden ir también a venderlo a La Viña, porque les queda a la misma distancia de Lerma y se pasa por Carril.
Para la agricultura, les hacen falta herramientas, porque si bien recibieron un tractor, palas y demás, por única vez, no les son suficientes para todos los productores del valle. Entonces Mario decidió crear la “Asociación Civil de Pequeños Productores Agroganaderos a Campo Abierto Calchaquíes”. Son 30 productores. Explica que el riego está organizado por un consorcio de regantes y se realiza aprovechando vertientes que hay en la zona y el agua es canalizada hasta grandes represas cerca del pueblo, desde donde los tomeros que trabajan para el consorcio realizan la distribución del agua a todas las parcelas de cultivos.
“Desde la asociación organizo pedidos en común de forrajes, capacitaciones, llevo veterinarios para controlar a los animales. Mi sueño es llegar a conseguir un tractor y herramientas para los todos”, aventura Arana y completa: “Comercialmente estamos presentes en todas las ferias y ecotiendas de Salta vendiendo nuestros productos, en especial los quesos de cabras y los tejidos”.
Le llevó bastante tiempo elaborar un diagnóstico de necesidades de los productores para luego salir a buscar lo que necesitaba, a través de proyectos presentados, por ejemplo, al Ministerio Nacional de la Producción. “Porque el principal problema es que el planteo productivo vacuno de la asociación tiene algunas deficiencias que se pueden mejorar con tecnología y organización”, sostiene.
Enumeró: Insuficiente superficie de cultivos forrajeros. No hay disponibilidad suficiente de forraje de calidad para mantener en buen estado a las vacas madres en especial durante la lactancia. La asociación dispone de pocas trincheras con ensilados como tampoco de maquinaria. Hay una inadecuada organización de los ganaderos para tener todos los animales juntos en un lapso determinado, para ser subastados en remates, además de deficientes instalaciones para juntar el ganado, realizar las últimas operaciones y carga de los animales en los camiones.
También elaboró algunos objetivos para mejorar el planteo de cría de los productores del valle, que empieza por aumentar la superficie cultivada con forrajeras de verano e invierno, mediante áreas de cultivos comunes y cooperación en los trabajos con destino a silos o fardos henificados. En el mismo sentido se debe aumentar el armado de ensilados en trincheras para disponer reservas de alta calidad. Necesitan asesoramiento para la compra de toros y el manejo de los servicios. Organizar los remates de terneros con todos los asociados para la mejor venta. Determinar los campos con mejores posibilidades de riego y organizar la siembra de alfalfa, avena, cebada maíz forrajero.
Explica Mario que: “Las mujeres se ocupan del cuidado de los rebaños, el ordeñe, elaboración de quesos artesanales de vaca y de cabra, y la participación en ferias en la ciudad de Salta. Ahora un hombre de 60 años regresó de Salta, donde tuvo carnicería, y se largó a hacer chorizos porque cría chanchos y gallinas. En Amblayo no se hacen asados todos los domingos. Se hace charqui y pucheros con el ‘blando’, locro y frangollo, empanadas o guisos. Vendemos un poco de queso de vaca y el resto, para consumo familiar durante todo el año. También elaboramos humitas en chala y tamales”.
Los quesos de cabra resultan ser la principal fuente de ingreso de la mayoría de los productores y por eso se vende casi toda la producción. “A lo que ustedes llaman papa andina o papín, porque es chiquita, nosotros acá la llamamos papa colorada. A la harina cocida de trigo, la llamamos ‘chilcán’. Es un plato salado o dulce. Queda como un anchi de harina de maíz, pero más espeso, porque se le va echando agua y se va hirviendo y revolviendo”.
“Otro manjar es comer la cuajada con papa colorada. Mi madre trabajó con la familia Correa y ahí aprendió a hacer dulce de cayote y de manzana, arrope de algarroba y hace empanadillas con dulce de cayote y quesadillas, que son como alfajores y no llevan queso, sino dos tapas de masa con relleno de dulce y cubiertas con merengue”, nos enseña con pasión Mario.
En abril de 2021 la Dirección de Cultura de la Municipalidad de San Carlos, gracias a la titánica gestión de Gastón Contreras, realizó la primera “Feria de Producciones Andinas Amblayo Vivo”, que incluía a los poblados de Isonza y Río Salado. Duró tres días y fue todo un éxito. Se difundieron los cultivos andinos y las producciones artesanales de las comunidades rurales del alto Valle Calchaquí. Este año se realizó la segunda Feria, pero fue menos multitudinaria.
“Amblayo no tiene una plaza formalizada y los chicos hacen cola para jugar en una sola hamaca”, cuenta Mario y asegura que algún día logrará montar una plaza llena de juegos.
“En Amblayo no tenemos balanza y ya presenté un proyecto para pesar y tener una manga, además del tractor y las herramientas. Ojalá nos tengan en cuenta. Es muy lindo vivir en el valle, muy tranquilo y el paisaje es hermoso, imponente. Todo el año recibimos turistas y gente que se organiza en cabalgatas. Tenemos un futuro venturoso. Pero el año es largo y habrá que bregar mucho para que los productores también podamos crecer”, culmina Mario.
Nos despide con la zamba “Huellando ausencias”, de Mariano Coll Mónico, interpretada por el Chaqueño Palavecino.