En enero de este año y con motivo de su cumpleaños número 90, la empresa Claas sacó del galpón a la Rotania para cosechar trigo una vez más. Fue en una jornada a campo en Balcarce abierta a todo aquel público fierrero que se deleitó al verla trabajar como si los años no hubieran pasado. Se tragó 4500 kilos de trigo cuando fue diseñada para un cereal rendía poco más de mil kilos, un espectáculo digno de ver.
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¿Pero cómo fue que se pudo restaurar hasta que funcione y con qué motivo?, preguntó Bichos de Campo.
Eduardo Postacchini, una de las caras de la empresa Claas en la Argentina, estuvo muy metido en su restauración y contó cómo fue que tomaron esta decisión. “Cuando fui por primera vez a Sunchales (donde Claas tiene una sede y sitio en el que nació Don Alfredo Rotania) veo la máquina en la entrada exhibida en un playón con un cartelito que decía que era la primera cosechadora automotriz del mundo. No dejé de impresionarme, al ser yo hijo de contratista y haber estado toda la vida arriba de las máquinas”, recordó.
“Luego, en 1998 vino Helmut Claas (de Claas Alemania) a visitar Sunchales. Y se quedó mirando la máquina de todos los ángulos. Más tarde le dijo a mi hermano (Reynaldo Postacchini, CEO de Claas Argentina), si no nos animábamos a restaurarla para que pudiera trabajar y que él nos cubriría todos los gastos. Claro que lo hicimos y nos pusimos como meta tenerla lista para el último día de 1999”, contó Eduardo. El primer objetivo fue logrado.
Luego llegaron todas las peripecias para ir consiguiendo los repuestos para semejante antigüedad. “La desarmamos toda, para ver cómo funcionaba -porque no había un plano ni nada- y luego la volvimos a ensamblar como era originalmente, respetando todo como era en su época”, dijo Eduardo.
En el proceso surgieron muchas anécdotas y de gente de que dio una mano para que la Rotania pueda volver a marchar. “Encontramos muchísimos faltantes e hicimos miles de kilómetros. Gente que nos decía que tenía un magneto de ese motor y nos lo regalaba, pero había que ir a buscarlo a lugares recónditos”.
Algo curioso fue encontrar la junta de tapa de cilindros, que les faltaba y terminaron descubriendo colgada de un clavo de galpón en un campo recóndito.
Aquí todos los cuentos en voz del mismo Eduardo Postacchini:
“La satisfacción que me queda es la de haber puesto en valor un adelanto fundamental del país. No me llevo nada, pero si la visión de que somos capaces de lograr grandes cosas”, finalizó.