El ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, seguramente se envalentonó por los resultados macroeconómicos de su plan a la hora de contestarle irónicamente a un productor agropecuario que le reclamó en la red social por la prometida rebaja de retenciones, que no llega nunca. El 2,7% de inflación; el riesgo país en niveles muy bajos; la posibilidad de cancelar anticipadamente algunos vencimientos de deuda…
El productor le dijo al ministro, aprovechando el canal directo que prefieren transitar los funcionarios libertarios en las redes sociales, mientras desprecian las conferencias de prensa con los periodistas: “Soy productor agropecuario y no puedo zafar de que ustedes me roben vía retenciones. No son una empresa privada, son el Estado. ¿Cómo hago para que me dejen de robar de una vez?”
Contestó el ministro, visiblemente canchero: “Hay muchos impuestos que no tienen que estar. No solo las retenciones. Para tratar de solucionarlo, algunos vinimos al sector público. Claro que corregir décadas de despilfarro lleva algo más que diez meses de gestión. Si en cuatro años estás disconforme, vas a poder votar otra alternativa. Mientras tanto, no te queda otra que ¡seguir viendo Chapaleufú y corriendo carreras!”, respondió el ministro, ya que el productor se presentaba cono hincha de los coches y ese equipo de polo.
Todos se enojaron con Caputo e incluso algunos dirigentes agropecuarios se animaron a retarlo públicamente. Curiosamente los que más los criticaron son los ruralistas que hace unos meses más se entusiasmaron con este cambio de modelo.
¿Pero por qué no va a cancherear el ministro de Economía a los chacareros en momentos en que es el propio sector, el que sin chistar ni protestar, lo está ayudando a cavarse su propia tumba? No la de Caputo, que es inenterrable. La de los propios productores.
Los productores reclaman por la prometida rebaja de retenciones porque esa sería una manera rápida y justa de recuperar un poquitito de rentabilidad. Esa rentabilidad se perdió (o está amenazada) por varios factores, pero los chacareros a la mayoría de ellos no los puede manejar. Dios decide cuando llueve. Los precios de los granos se fijan en Chicago. Los dueños de los campos son las vacas sagradas a las que nadie les puede discutir los valores que cobran por los arrendamientos. Finalmente lo único que se puede discutir son los impuestos. Y las retenciones están ahí, un peaje a la exportación, consagradas como el peor de los tributos.
Toto se ría de los chacareros primero por su visible adolescencia: Es que los habitantes reales del campo no solo se han resignado discutir sobre los arrendamientos (al contrario, se matan entre ellos por los campos en alquiler) sino que además también han omitido ingresar en la discusión sobre otro terreno pantanoso de la economía: el atraso cambiario.
Hay atraso cambiario. Lo dicen todos, pero los productores lo callan. Esto significa que el dólar debería estar más caro de lo que está, porque de lo contrario los ingresos recibidos por las exportaciones (en dólares) no llegan a cubrir la totalidad de los costos de producción de las mercaderías exportadas. Eso significa además que los argentinos de bien (que son los que tienen algo de plata) se van a vacacionar a Brasil o a Miami, porque les sale más barato que Bariloche o Pinamar. Ni que hablar de Mar Chiquita. Luego todos miran al agro, con el dedo acusador, cuando los dólares no alcanzan para frenar esa sangría de divisas turísticas.
Que le tipo de cambio es un factor definitorio del bienestar o malestar de las actividades agrícolas de la Argentina es una verdad de perogrullo. Los granos cotizan en dólares. El mejor ejemplo es el precio del gasoil, que cotiza en pesos y ahora vale el doble que hace un tiempo si se lo compara con los granos de soja o maíz que hacen falta para comprarlo. Ese indicador muestra con contundencia que la Argentina se ha puesto cara en dólares, con el gasoil muy por arriba de 1 dólar por litro. Por lo tanto, una tonelada de soja (que cotiza en dólares) sirve para pagar la mitad de las cosas que en su época de gloria.
Mi soja no vale nada, dicen los productores que reclaman por las retenciones, con la secreta ilusión de que si se las reduce se recuperan sus márgenes. Es que les cobran retenciones del 33% en el caso de la soja, lo que es un montón, el límite de la confiscación contra la que Robin Hood combatiría en los bosques de Sherwood. Por eso se redoblan las quejas en contra de ese tributo, pero las flechas pegan siempre lejos. Toto, impune, se les caga de risa.
Hoy un kilo de soja vale 360 pesos, lo que equivale a decir que hacen falta casi tres kilos de soja para compra un litro de gasoil, cuando no hasta hace mucho se necesitaba 1,5 kilo para 1 litro, la mitad que ahora. Si Milei cumpliera su promesa de eliminar “el robo de las retenciones” el problema del bajo poder de compra de la soja se atenuaría un poco, un 33% teóricamente, pero este dilema no se resolvería. Por eso todos los analistas agrícolas muy sueltos de cuerpo dan charlas afirmando que actualmente el productor tiene que obtener competitividad dentro de sus tranqueras. En otras palabras, tiene que esforzarse en producir el doble de soja, para así comprar la misma cantidad de gasoil.
Toto Caputo se caga de risa de los chacareros, no solo porque omiten debatir estas cuestiones culposas del atraso cambiario (dicho de otro modo, es sinónimo de devaluación) sino porque además del silencio colaboran activamente “agarrando la pala” para cavar su propia sepultura. El ministro chocho porque atrasa cambiario es sinónimo de un ancla para la inflación, y eso le asegura el amor de Milei y el reconocimiento de la historia. El toro ancla es la feroz recesión de la cual tampoco se habla demasiado.
¿Cómo cavan los chacareros su propia tumba? ¿Cómo cooperan con el atraso cambiario? Uno diría que con el silencio alcanza, pero en realidad los muy ingenuos también están poniendo guita. Como en los semáforos, donde uno pone unos pesos en la mano de ese chico que promete que ya no se está drogando, sus pupilas la cielo, mirando un vacío siempre eterno. Todavía más odioso, es como ponerle plata a los bomberos voluntarios.
Los chacareros ponen plata, palada tras palada, para cavar su propia fosa, con un esquema que Caputo instrumentó a mitad de año, y que sus propios dirigentes todavía no han cuestionado. Es exactamente igual ese mecanismo que los que habilitaba el ex ministro Sergio Massa bajo el pomposo nombre de “Dólar Soja”, salvo que en aquel momento todos lo defenestraban y ahora nadie dice nada. Consiste en permitir que las exportadoras de granos y derivados liquiden una parte de las divisas obtenidas por vender los granos de los productores no al dólar oficial y atrasado sino al dólar financiero, que está un poco más alto. Antes, cuando el peronismo, llegó a ser 70/30, o hasta 50/50. Ahora es 80/20, más moderado.
Es el bendito “dólar blend” el que callan los chacareros, mientras cavan: ellos entregan sus granos en pesos a un dólar oficial de 900; los exportadores los exportan y deben ingresar las divisas (previo descuento de retenciones) en el mercado único de cambios que maneja el Banco Central. Hasta ahora era el 100% de las divisas, trocadas al cambio oficial. Pero ahora es solo el 80%. El 20% restante puede saltar el cerco, escaparse hasta el dólar Contado Con Liquidación, o dólar bolsa, que es un poco más elevado.
Era lo mismo que hacía Massa, desangrando la economía para vaya a saber qué razón, que olía mucho a su propia campaña política. Es lo mismo lo que hace ahora Toto, quien sabe con qué motivo. En todo caso, eso significa unos pocos pesos más para los productores cuando las exportadoras cumplen y liquidan sus compras al dólar blend, lo que no sucede siempre. Lo cierto es que todos callan por unos pocos pesos de más.
En octubre pasado muchos se golpearon el pecho porque el agro (las empresas que exportan granos), liquidaron divisas por más de 2.500 millones de dólares, una cifra récord para ese mes. Si observamos que el 10% de esa suma son 250 millones, entonces sabemos con certeza que 500 millones son 20%. Son esos los dólares que las cerealeras pudieron trocar por pesos en el mercado financiero, al margen del dólar oficial, para obtener así unos pesos extras que no siempre trasladaron a los productores. Ya no son los 900 del mercado oficial. Son 1.100 pesos. Entonces ese promedio sube y todos se sienten contentos.
Pero ese flujo de 500 millones de dólares del agro (que es plata de los productores finalmente) dirigiéndose hacia un mercado que no digiere mucho más, implican una abultada oferta de dólares que provoca que baje el valor de la divisa en el mercado financiero. El Contado con Liqui entonces baja, pero a costa de desviar hacia allí dólares que hasta ahora estaban contenidos en el mercado oficial y que de pronto, con Sergio y también con Toto, se han liberado del cepo. La brecha cambiaria, en un país con atraso cambiario, entonces se va achicando. Baja el techo, que se acerca al piso. Nada suba. No es al contrario.
Palada tras palada, con los dólares que ellos generan en el campo, los chacareros van deprimiendo por esa vía indirecta el mismo valor del dólar que los tiene aprisionados. Y cuando más se reduce su carcelero, más aprisionados se sienten ellos.
¿Cómo no se va a burlar entonces Toto Caputo de los chacareros, que ponen plata para cavar su propia tumba? Cuanto más granos producen, cuanto más granos se exportan, más cooperan ellos para que los dólares fluyan hacia achatar el tipo de cambio. El gasoil, entonces, frente a la soja, será cada vez más caro.
Y ellos, pobrecitos, reclaman solo por las retenciones, que son parte central del problema pero no lo resuelven. Hay muchos problemas en la Argentina. El visible atraso cambiario lo es para un país que se siente orgulloso de ser agroexportador, pero a la vez siente vergüenza por serlo.
Cuando Toto Caputo acompañe a Milei a ver a Trump, en cualquier momento, seguro aprovechará para ir a comprar ropa y tecnología en las calles de New York, que ahora es visiblemente más ventajoso que Buenos Aires. Entonces se reirá de los productores argentinos. Porque el ministro sabe que allí pagará barato, sin dólar blend ni nada por el estilo, lo que aquí sale demasiado caro.
El atraso cambiario está, y hace acordar a los años 90, los años de la convertibilidad forzada. El gobierno de Milei, en medio de esta realidad, viene manteniendo un ritmo devaluatorio de 2% mensual, siempre por debajo de la inflación (incluso de esta última 2,7%) porque su prioridad es otra, Seguro que no son los productores. Esto exacerba todavía más, mes a mes, el atraso del dólar.
Toto festeja comprar barato en Nueva York. El chacarero reclama más fuerte por las retenciones. Y Milei que se exacerba y promete reducir el ritmo devaluatorio del 2% mensual de la actualidad a solo 1%. Nadie lo cruza. Pocos le contestan. Ninguno es del sector rural. En el campo, solo hablan de retenciones.
¿Cómo no se va a burlar entonces el Toto de los chacareros?