Una editorial publicada hoy por el diario guaraní ABC explicó que la economía de Paraguay pudo en 2020 atravesar con cierta holgura la crisis económica gracias a la buena cosecha agrícola –especialmente de soja– lograda por los productores.
“A mediados de 2020 se esperaba que la economía nacional sufriera la peor caída de los últimos 70 años, por lo menos. Sin declararlo abiertamente para no incitar al caos, preocupaba mucho un posible estallido social si se cumplía ese negro pronóstico. Quiebras masivas, centenares de miles de habitantes sin ingresos, corte de las cadenas de pagos y de suministros, alta morosidad financiera, imposibilidad de los gobiernos locales de prestar mínimos servicios y abonar sueldos, hambre, inseguridad, saqueos formaban parte del inquietante panorama”, señala la editorial.
“Por fortuna, la recesión fue moderada, con un decrecimiento del Producto Interno Bruto del -1%, según la última estimación del Banco Central. El gobierno busca jactarse de ello, pero ha tenido poco o nada que ver. La gran heroína, la que sacó las castañas del fuego y amortiguó el potencialmente demoledor impacto económico de la pandemia fue, una vez más, la producción agrícola y, muy en particular, la nunca bien ponderada, la acusada de todos los males del país: la soja”, sostiene.
Luego de que en 2019 la producción cayera por problemas climáticos, en 2020 la cosecha de soja volvió a superar las 10,2 millones de toneladas, de las cuales un tercio se molieron en Paraguay y el resto se exportaron como grano sin procesar para generar divisas por 4000 millones de dólares.
Ese ingreso extraordinario –que en parte se explica por la suba de los precios internacionales de la soja– “contuvo la devaluación y la inflación en un año de alta emisión, proporcionó divisas para las necesarias importaciones, dinamizó la economía rural y los servicios conexos, sostuvo la solvencia de los bancos y cooperativas, estabilizó las cuentas nacionales, atenuó la crisis en el interior, lo que, a su vez, contribuyó con la producción interna de alimentos –factor vital para que no faltara comida durante la larga cuarentena– y generó cuantiosos recursos para el fisco”.
Vale tener en cuenta que el complejo sojero en Paraguay –país donde, a diferencia de la Argentina, no existen los derechos de exportación– tiene una carga tributaria del 20,7%, por encima del promedio nacional del 17,2%, sin considerar aporte patronal a la seguridad social, en cuyo caso es del 27,9%, de acuerdo con datos oficiales dela Subsecretaría de Estado de Tributación.
Como el Estado no se queda con la mayor parte de los ingresos de los productores, el “efecto derrame” del mayor ingreso de divisas fue crucial para contener la crisis en muchas comunidades del país. Para movilizar la soja en 2020, por ejemplo, se realizaron alrededor de 500.000 fletes.
“A eso hay que sumarle la actividad generada en los puertos, en las aceiteras, en los pequeños y medianos comercios de los pueblos, en la venta de vehículos y maquinaria, de implementos e insumos, en los servicios financieros y mucho más”, apunta la editorial.
“En el año de la pandemia no se pudo evitar la recesión; el déficit trepó al 6,2% del PIB, el triple del tope de la Ley de Responsabilidad Fiscal, la deuda pública se disparó a más de 12.000 millones de dólares, del 22,9% al 33,5% del PIB, va a costar muchísimo recuperarse, se requerirán mucha responsabilidad y disciplina por parte de gobernantes y legisladores para volver a una situación de relativo equilibrio, hay sectores duramente afectados, algunos irreversiblemente. Pero sin dudas, todo habría sido mucho peor de no haber mediado una salvadora campaña agrícola en el momento en que más se la necesitaba. Los productores no merecen el desprecio de la sociedad, sino su reconocimiento y respeto”, concluyó.
Foto. Sandra Noguera. Gerente General de la Cámara Paraguaya de Procesadores de Oleaginosas y Cereales (Capro).