Al final era cierto: todo pero todo, de algún modo, tiene que ver con el amor… hasta el chuflay made in Argentina.
José Lecuona vivía en Salta Capital y tenía su novia en Cafayate, por lo tanto recorría muy a menudo el trayecto que separaba (o unía) ambos lugares. Ese transitar tenía pasada obligada por La Viña, un pueblo de 3.000 habitantes, muy poco conocido pero que a él le gustaba mucho, tanto que desde 2010 tiene allí su bodega.
“Casi nadie entra a La Viña porque no es turístico, es un lugar como detenido en el tiempo, tranquilo, hay mucho gauchaje”, describe José. “La finca está a unos kilómetros del centro y a mí me gustar darme una vuelta a la hora de la oración y más de una vez, en el medio del silencio, escucho cascos sobre el empedrado porque mucha gente va a caballo a hacer las compras”.
Ahora bien: José trabajaba en el rubro transporte y hoy tiene una viña y bodega (5 hectáreas en total), donde además de producir vino, elabora chuflay, una bebida típica boliviana en la que se fusiona el destilado de Torrontés con ginger ale, y se lo combina con hielo y limón para lograr el trago clásico de Bolivia.
“Mi suegro tenía una finca abandonada en Tolombón y yo en ese momento tenía un poco de tiempo de sobra y me entusiasmé con la idea de hacer vino”, recuerda. “Siempre me gustó el campo y en algún momento quería dedicarme a lo productivo y me lancé de curioso… No soy ingeniero ni nada de eso, solo un poco ingenioso, nomás”. Con esta idea en mente empezó, en 2003, a preparar la finca para dedicarse a la vitivinicultura, lo cual no resulta fácil porque es una zona muy seca, ya que llueven apenas unos 350 milímetros al año.
“Yo nunca había hecho vino en mi vida, solo lo había tomado mucho”, dice entre risas, “pero apenas empecé este mundo me atrapó y además me gustan me gustan los desafíos, creo que están para enfrentarlos”. Luego de esa experiencia en Tolombón, en 2010 José se instaló con la finca y bodega en el pueblo de La Viña, donde produce unos 10.000 litros de vino (malbec, cabernet sauvignon y torrontés) y “apenas 100 de chuflay”.
-¿Y cómo surge la idea de elaborar chuflay?
-Conocí esta bebida en Jujuy, en la casa de mi amigo Horacio Macedo, ex embajador argentino en Bolivia, quien me lo hizo probar y realmente me encantó. Era un gusto que no se comparaba con ningún otro trago conocido. Es originario de Tarija, Bolivia.
-Le gustó mucho, pero de ahí a ponerse a producirlo…
-Es que en la pandemia comencé a destilar unos torrontés que tenía en la bodega para que no se pusieran viejos. Y esa idea, que nació para un consumo personal, finalmente se transformó en algo comercial.
-¿Dónde lo elabora?
-En la bodega hacemos el vino con uvas propias y luego destilamos en Tolombón, con la idea de tener próximamente una destilería en La Viña.
-¿Quiénes son sus clientes y qué le dicen?
-La respuesta de la gente es muy buena, habida cuenta de que se trata de algo totalmente nuevo y con un sabor muy particular. La venta es principalmente en la bodega y tengo también un par de clientes en la ciudad de Salta. La Casona del Molino y la cadena de hostels de alta gama Selina son los principales: dan chuflay como trago de bienvenida y si bien algunos turistas primero ponen cara fiera, luego les gusta tanto que compran botellas.
-¿El objetivo es llegar con el chuflay a Buenos Aires?
-Es la idea. La semana pasada hicimos una degustación en una peña de CABA y mi hijo se está encargando de todo eso… pero Buenos Aires es difícil, sobre todo para cantidades tan chicas como las nuestras.
-¿Por los costos?
-Eso primero que nada: los fletes son imposibles de pagar, al igual que un lugar para almacenar productos, por eso está todo en el departamento de mi hijo (risas). También comprar insumos se complica, por ejemplo las botellas: como me costaba comprar pocas cantidades me inventé una máquina para lavarlas en profundidad, me manejo con botellas recicladas y con eso nos va bien. Y por último hay que explicar bien todo el tiempo qué es el chuflay porque nadie tiene ni idea. Pero eso es la parte más divertida.
-¿Ya se preparan para 2023?
-Este año, con la helada tardía que tuvimos, seguramente el rendimiento será mucho menor. Este fenómeno no será un Bicho de Campo, pero perjudica bastante.