En 2021 las entradas de inversiones extranjeras directas (IED) en América latina fueron de 142.794 millones de dólares, una cifra que, si bien supera los registros de 2020, no alcanzó para recuperar los niveles previos a la pandemia de Covid-19.
Asimismo, el peso de las entradas de IED en el PIB alcanzó al 2,9%, una cifra que aún está por debajo de lo observado durante la segunda década del presente siglo (3,5%), según un documento que acaba de publicar la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
“Considerando que las entradas de IED ya presentaban una tendencia decreciente desde 2014, esta débil recuperación señala lo difícil que está siendo para la región en su conjunto reposicionarse como un destino atractivo para el establecimiento de nuevas operaciones de empresas transnacionales después de que finalizó el ciclo de auge del precio de las materias primas y elevadas tasas de crecimiento”, explica el documento.
El capítulo del documento referido a la Argentina muestra que el país se cayó del mapa de las inversiones internacionales: en 2021, según Cepal, recibió 6782 millones de dólares de IED, una cifra que representa menos de la mitad de lo que ingresó en Chile.
Pero el dato más preocupante es que el 85% de esos 6782 millones de dólares corresponden a reinversiones de utilidades, es decir, inversiones realizadas con dólares obtenidos al tipo de cambio oficial, lo que implica, en los hechos, que no hubo ingreso real de divisas, sino aprovechamiento de una oportunidad (obtener divisas a “precios cuidados”) para comprar equipos y maquinaria importada a un valor subsidiado por todos los argentinos.
El propio informe de Cepal, con gran elegancia, reconoce esa distorsión brutal al exponer que “aumentó la importancia relativa de este componente (la reinversión de utilidades) en comparación con años anteriores, en que la media era del 63%, lo que se debe a la estructura fiscal y cambiaria vigente en la Argentina, que favorece este componente por sobre los demás”.
Esa la razón por la cual, en el detalle de operaciones reales de fusiones y adquisiciones de compañías, no hay una sola mención a operaciones realizadas en territorio argentino.
El informe señala de hecho que “el mayor anuncio de un proyecto de inversión se produjo en el sector manufacturero, en el que la empresa brasileña Topper, fabricante de calzados deportivos, anunció la expansión de su planta por un monto de 500 millones de dólares”. Con maquinaria, claro, ingresada al país a precio subsidiado gracias a la distorsión creada por el cepo cambiario.
El documento remarca que existe interés de corporaciones extranjeras en desarrollar los yacimientos patagónicos de hidrocarburos no convencionales, además de la extracción de litio en el norte del país, pero las iniciativas en marcha y anunciadas son escasas respecto al potencial real a causa del desorden macroeconómico presente en el país.
Es llamativa además la ausencia de grandes proyectos orientados a mejorar la competitividad del sector agrícola argentino, que es el principal generador de divisas de la economía del país.