Hace ya más de 20 años que Alberto “Beto” Peralta se dedica al monitoreo de cultivos. En realidad, fue parte de la camada de los primeros agrónomos que incursionaron en esa actividad y ayudaron a profesionalizarla, porque si bien antes ya existían esos controles, no hace mucho tiempo dejaron de ser un chequeo al pasar para convertirse en una arista clave del trabajo cotidiano en el lote.
Esa es la tarea que Peralta lleva a cabo desde su propia empresa, Halcón Monitoreos, pero que también enseña en las aulas, como docente de Protección Vegetal en la Universidad Católica de Córdoba, de donde es oriundo, y en las jornadas anuales que organiza.
En diálogo con Bichos de Campo, el especialista señaló la importancia de que, ante la aparición cada vez más frecuente de plagas -sobre todo llegadas de otras latitudes-, en el agro se profundice el monitoreo, al que considera “muy necesario para evitar burradas y grandes pérdidas productivas”.

Cuando repasa su historia personal, “Beto” asegura que incursionó en esta actividad “sin querer”, luego de la crisis del 2001. Lo que se le abrió fue un sector muy vasto, en el que los agrónomos fueron ganando terreno a tal punto de ser hoy los principales actores en el monitoreo de cultivos.
“La política del INTA, que era el organismo que difundía el manejo de plagas en ese entonces, era ´hágalo usted mismo´. Lo que hicimos nosotros fue sistematizarlo”, señala el especialista, que destaca que “lo bueno de la profesionalización es que permite empezar a hablar un mismo idioma” entre los distintos actores.
Un caso muy ilustrativo de ese código común compartido lo brindó el de la chicharrita del maíz, un ejemplo, además, de una plaga que originalmente golpeaba a ese cultivo en zonas del norte del país, pero que se extendió hacia muchas otras regiones hace un par de años, cuando se dieron las condicioens climáticas y agronómicas óptimas.
“Es una crisis que nos unió mucho más. Esa fue la parte positiva de esa plaga”, observó Peralta. Es que, generalmente, los especialistas suelen abordar las plagas desde su especialidad y de forma aislada, pero un caso tan complejo y tan acuciante exigió que entomólogos, fitopatólogos y expertos en malezas unieran esfuerzos.
El resultado fue la red de monitoreo montada a nivel nacional, con un sistema de trampas cromáticas que sirvió para conocer el nivel de incidencia de la plaga en diferentes zonas y elaborar informes periódicos, que muchas veces también fueron replicados en este medio.
“No hay peor cosa que la ausencia de datos. Más allá de sus limitantes, la red de trampas fue algo fabuloso, porque nunca había existido una tan grande para el maíz en el país”, celebró Alberto.
De que la chicharrita llegó para quedarse no le quedan dudas, pues es lo mismo que ha sucedido con otras plagas que originalmente pertenecían a subsistemas más tropicales y ampliaron su ámbito de acción.
Esa problemática no hace más que darle más relevancia al trabajo de especialistas en monitoreo. “Hay que tomar conciencia de por qué se mide y qué se hace con ese dato”, expresó Peralta.
Mirá la entrevista completa:
Está claro que la tecnología de hoy ya no es la misma que hace 20 años, y hay muchas herramientas, de lo más variadas, que complementan el trabajo que hace el agrónomo con su ojo entrenado. Es cada vez más común que en la agricultura extensiva se empleen técnicas de mapeo y de detección temprana que auxilian esa tarea cotidiana.
Ese avance no le preocupa en absoluto, sino todo lo contrario. “La tecnología siempre facilita, pero eso no significa que prescindamos de la actividad humana. Tenemos que estar en el lote porque somos los que buscamos los problemas”, afirmó el especialista.




