“Jugué al básquet y al fútbol hasta que las rodillas me dejaron, y desde hace unos años me metí en el gimnasio… me despeja la cabeza, soy el viejo hablador”, se ríe Roberto “Beto” Peralta, especialista en protección de cultivos cordobés que toda su vida ha sido un apasionado por el deporte. “Al básquet jugaba de ala-pivote, pero era flaquito, me castigaban bastante abajo del aro, y al fútbol yo quería jugar de delantero pero mis amigos me decían ´dejá, Beto, andá de cuatro mejor´ … asique podría decirte que soy una especie de Eber Ludueña”.
Nació en Córdoba Capital el 1ro. de octubre de 1971. Se crió en una familia humilde, de laburantes. Ambos padres con pasado rural, su papá, incluso fue peón de campo de chico, pero de más grande era modelista, trabajaba en una fábrica de autos. “Después juntó plata y se pudo comprar 50 hectáreas de campo, me acuerdo que íbamos en un Gordini”, relata “Beto” durante la charla que hicimos para el último capítulo (el 108) de El Podcast de tu Vida.
Repasamos su historia, y por qué tomó la decisión de ser agrónomo. “La materia que más me marcó fue Botánica”, dice. Lo que más le gusta es ir al campo, aunque tiene que encargarse de los números de Halcón Monitoreos, la empresa de la cual es co-fundador.
Entre sus otras pasiones, hablamos, además del deporte, de la lectura de libros (“los marco todos”, le gustan los biográficos), es un apasionado por hacer asados y si pudiese tener un superpoder elegiría ser invisible “para mirar de cerca los animales salvajes así como lo hago con las plagas, para conocer cómo viven… de hecho, creo que si no hubiera sido agrónomo hubiera sido documentalista”. Pasen y lean, porque no tiene desperdicio…
-Naciste en Córdoba capital, contame de tu infancia, ¿Qué hacías? ¿Dónde y en qué contexto te criaste?
-Tuve la mala suerte de que el barrio en el que me crié era de viejos, gente grande. Pocos niños. Y como toda madre, muy protectora, muy gallina. Estaba muy arriba nuestro cuando era chico. Después, cuando empecé a salir un poco, mi mayor libertad fue cuando aprendí a cruzar la calle. Ahí me iba a la plaza, al club, no me pudieron parar.
-¿Qué hacían tus viejos?
-Mi madre ama de casa y mi viejo laburaba en la Renault. Era modelista, una profesión que se enseñaba en la escuela de trabajo en Villa María hace mil años. Y esa profesión le permitía trabajar en matricería. Una profesión que en la parte industrial se conoce poco. Estuvo en la fábrica militar de aviones primero y después se fue a lo que era IKA Renault al principio y después fue Renault.
-¿Y había campo en esa infancia tuya?
-Fue indirecto. Porque mi madre se había criado en el campo. Ella era de la zona de Idiazabal. El padre, mi abuelo, era capataz de una estancia grande. Y mi padre era de Ballesteros y de chico laburaba de peón de campo. Y de ahí viene la relación mía con el campo. Cada tanto íbamos a visitar parientes a la zona rural. Y mi viejo toda la vida dijo que se iba a comprar un campo y con el laburo, cuando pudo lo hizo. Se compró 50 hectáreas cerca de la ciudad de Córdoba y era su gran hobbie. Entonces me solía llevar.
-¿Lo compró antes o después de que vos hubieras nacido?
-Cuando yo nací ya lo tenía o lo había comprado por ahí, por esos años. yo me acuerdo de ser muy chico e ir en un Gordini al campo, incluso tengo una foto sentado arriba del capot. Tendría tres años yo.
-¿Qué recuerdos de esa época te quedaron grabadas a fuego en el alma de esa época con el campo?
-Mucho. Los empachos que me agarraba comiendo ciruelas que sacaba de la planta calientes, super dulces. Después, siempre había un monte natural en el fondo del campo al que iba siempre y me metía, era la curiosidad. Siempre iba con la gomera. Jamás le tiré a un pájaro, pero hacía puntería con cosas que había en el bosque. Y ese monte, de 10 hectáreas, el año pasado se quemó entero. El campo ese hoy está alquilado. Y cada tanto voy cuando ando trabajando por la zona. Y cuando fui y lo vi quemado me agarró una angustia, porque se me vinieron todos los recuerdos de cómo estaba eso y cómo había quedado…
-Llegó el momento de estudiar, ¿por qué elegiste agronomía? ¿Qué querías ser o hacer? ¿Tenías un plan b?
-Siempre tuve claro que era muy fanático de las ciencias biológicas. ¿Para dónde salía? No sabía. Ya en la secundaria había tenido mucha orientación a lo biológico. Y siempre me había gustado. Pero no sabía si era química, biología… Eso sí, siempre me había gustado estudiar la biología para algo. Y cuando se me presentó la agronomía me gustó por eso de entender la biología desde el manejo. Y fui por ahí. Desde el día uno me entusiasmó.
-¿Y te acordás de algo que te haya marcado el camino que finalmente seguiste? Un profe, un primer laburo…
-La materia que más me marcó fue botánica. Todo el mundo la odiaba. Era el loco que le gustaba. Eso fue el primer año y el segundo año me metí ayudante de cátedra y lo fui durante toda la carrera. Pero cuando salí, laburé de cualquier cosa de agrónomo. Trabajé en equipos de riego, estuve en Francia para hacer un curso sobre riego. Pero no era lo mío. Estuve dos años en un campo ganadero hasta que encontré la vocación del monitoreo y me metí de lleno ahí.
-¿Qué te entusiasma y qué te preocupa hoy de la protección de cultivos?
-Lo que me gusta del sistema hoy es que el flujo de información es mucho más fluido. Y los changos jóvenes tienen una puja muy distinta a la que teníamos nosotros de jóvenes. Ni mejor, ni peor, distinta. Eso me entusiasma. Y lo que me preocupa es la excesiva intervención humana. Porque mirá, cuando vos hacés modelos predictivos de dinámica de plagas, cada vez cuesta más acertar porque hay cada vez más intervención humana. Entonces, si no sabés qué quieren hacer los humanos y eso cambia tanto, todo se complica. Antes en un modelo predictivo vos con temperatura, humedad, y otras variables se podía predecir. Hoy ese modelo se cae. Lo que estamos viviendo con la chicharrita. Esa intervención está haciendo mucho ruido, estamos interviniendo muy fuerte. Empecemos a ver cómo gestionamos la intervención. No es que haya que erradicarla, pero hay que dosificarla. Hoy hay un desmanejo. Hay mucho manejo a nivel de lote, de predio pero a nivel de sistema nos estamos olvidando bastante.
-¿Y de las nuevas generaciones? ¿Qué ves? Sos profesor, ¿qué sentís que les das y qué recibís de tus alumnos?
-Los millennials son muy distintos. Eso me entusiasma mucho. Yo trato de hacer foco en los principios, no tanto en el conocimiento. Y eso es un gran cambio que yo veo. En nuestra época se hacía hincapié en el conocimiento porque tenías poco acceso al conocimiento. Entonces, vos tenías que estudiar porque cuando ibas al campo a buscar un bicho o una enfermedad tenías que acordarte. Hoy la información fluye con tanta rapidez que yo trato de ofrecerles a mis alumnos criterios de cómo manejar esa información. Ahí hay una co-construcción con los alumnos. Los chicos te interpelan bastante. Yo cuando estudiaba los bichitos tenía que saber los colores, las antenitas, para saber, cuando estuviera en el campo cómo distinguirla. Hoy el chico agarra el teléfono, escribe el nombre de la plaga y le sale la foto. Antes, esa foto tenía que estar en mi cabeza.
-¿Qué te gusta de lo que hacés hoy?
-Sigue siendo ir al campo. Generalmente, a medida que avanza la profesión tenés que sentarte en la compu a analizar el negocio, ganancias, hacer informes, pagar cosas. Y cuando me levanto y tengo que ir a monitorear o al campo, ese, lejos, es el mejor día. Hoy, desgraciadamente, cada vez menos campo y más computadora.
-Llegamos al pin-pong de El podcast de tu vida, y la primera pregunta tiene que ver con cómo despejás tu cabeza. Si tenés algún hobbie.
-Tengo dos reseteadas. La diaria y la semanal. La diaria es ir al gimnasio, como no puedo ir a jugar fútbol o básquet, que hacía antes, pero tuve que dejar por la rodilla, hoy voy al gimnasio. Me dicen que soy un fanático, pero voy porque me despeja. Soy el viejo hablador. Charlo con jóvenes, con gente que no es del rubro, hablás de cualquier cosa. Eso es lo que más me resetea. Y una vez por semana, me junto con los amigos a comer asado. Y de vez en cuento tengo una cabaña en la sierra y me voy ahí que no tengo señal, me llevo algún libro y voy solo como loco malo. A veces me acompaña la familia.
-¿De qué jugabas al básquet y al fútbol?
-Al básquet de ala pivote. Era ala, pero como saltaba tanto me metieron de ala-pivote. Me pegaba por todos lados… era flaco para ese puesto (se ríe). Y en fútbol, medio Eber Ludueña, iba de 4. A mí me gustaba jugar de 9 pero me mandaban para atrás…
-¿Cómo te va con la cocina?
-Me fascina cocinar. Pero ojo, no la diaria. Esa no le doy bola. A mí me gusta la cocina cuando podés combinar sabores, hacer cosas nuevas. Y lo hago mucho con mi hija. Que le encanta.
-¿Y si tenés que elegir un plato?
-Y, lo que más me gusta es la parrilla. Y hacer cualquier cosa, de todo. Hacer rellenos, carne a la llama, mechada. Me gusta mucho cocinar a la llama. Tengo todo armado, asador con una cadena, ganchos, ir haciendo ahumados, todo eso me encanta. Y en fútbol me quieren porque soy el asador del grupo… si no hiciera asado no me invitan más (se ríe).
-¿Algún país que te gustaría conocer?
-Una deuda que algún día espero poder hacer. Uno es Australia, la parte más natural, el desierto, donde está la montaña Uluru. Eso me fascinaría, ver la fauna. Y lo otro es el desierto del Kalahari, en el sur de África. Por la biología, eso que siempre estudiaste, poder verlo.
-¿Qué te gusta leer que no sea de la profesión?
-Soy muy pragmático. Me gusta la historia. Lo biográfico. Mi hijo me compró un libro de Hannah Arendt. Y a veces leo sobre sociología, Pierre Bourdieu, Michel Foucault. La que me enseña de eso es Verónica, mi señora, que es maestra y me guía en esas lecturas. Ojo, son lecturas que no tienen nada que ver con la profesión, pero después las termino usando.
-¿Y películas, series? ¿Qué te gusta ver?
-Por el mismo camino, biográfico. Si es biográfico, seguro la veo. Siempre. Lo primero que busco. Y tengo el defecto que no puedo dejar de ser estudioso y meticuloso. Los libros los marco todos, los subrayo, le pongo stickers. Y mientras miro las películas biográficas también me pongo a buscar cosas para saber cuán verídico es.
-Si pudiéses tener algún superpoder… ¿Cuál te gustaría tener?
-Uf, y el de volar, seguro. Y el segundo puesto sería ser invisible.
-Ja… ¿Para qué?
-No de chusma, sino de maricón. Me encantaría, como me siento a ver una plaga. Sentarme a ver un puma. A ver qué hace. Es más, si no hubiera sido agrónomo creo hubiera sido documentalista. Esos que están horas mirando los animales. Pero el de volar sería espectacular.
-Si pudieses subirte al Delorean, el auto de “Volver al futuro” y pudieses viajar a algún momento en la historia de la humanidad o en la historia de tu vida. ¿A dónde irías?
-Que no se malinterprete lo que voy a decir. Pero me gustaría ir y conocerlo a Cristo. Lo veo como un hito histórico fascinante. Y eso que no soy católico. Le diría, ¿sos consciente del quilombo que vas a armar?
-Llegamos a la última pregunta. Tenés que elegir un tema musical para el final. Vos en tu WhatsApp tenés un buen poster de Iron Maiden. No sé si va por ahí… pero bueno…
-Tengo un problema porque soy ambiguo en mis gustos musicales. El rock and roll si me atravesó la vida por una cuestión de juventud. Y me gusta mucho. El heavy me gusta muchísimo también. Pero también me encanta Juan Gabriel… mi hijo se ríe… Y otro día me gusta el jazz, o a la noche un blues suave, Edith Piaff también. Me encanta Ella Fitzgerald y Louis Armstrong. Entonces, no tengo un estilo definido. Depende del momento del día y cómo esté mi cabeza. Que se yo, si es a la mañana, poné algo de AC DC.
-Mirá, como estas charlas se escuchan mucho viajando o haciendo otras cosas, yo siempre les recomiendo que elijan, si están en la duda, algo más bien arriba…
-Y, entonces tiene que ser algo de AC DC, que es un rock and roll que te levanta. Porque Iron Maiden es pesado, tenés gente que les gusta o no. No hay términos medios. ¿Qué tema? Mirá, lo tengo como alarma para despertarme, imagínate cómo me odian. El tema es “Stiff Upper Lip”, de AC DC.