Recibimos en la redacción de Bichos de Campo un video elaborado por el grupo de internos del Penal Número 5 de Cipolleti, Río Negro, junto a los docentes del taller laboral de apicultura. El mismo fue galardonado con el Primer Premio en el Concurso de Videos por la Comisión del Congreso Nacional de Apicultura 2021, organizado por la Sociedad Argentina de Apicultores (SADA) y el INTA PROAPI (Programa Nacional Apícola), que se realizó del 5 al 8 del actual mes de Julio. El tema del video: “El rol del apicultor en promoción y protección del ambiente y la diversidad biológica. Las abejas como sensores ambientales”.
En el mismo muestran y explican cómo desarrollaron una huerta sobre tierras muy salitrosas que habían soportado un gran basural, y que luego de extender canales de riego, al crear el Taller de Apicultura, las abejas mejoraron de modo superlativo la calidad de las plantas de la huerta, aumentando el tamaño y la cantidad de las berenjenas, tomates, girasoles y demás, como también la calidad del ambiente gracias a que las abejas son agentes polinizadores que mejoraron la floración y generaron una biodiversidad en el intercambio de especies.
Hay que destacar que en el penal siembran muchos girasoles porque en la Argentina se ha elegido a esta planta como emblema de las personas privadas de libertad, debido a su giro en busca de la luz, que los internados pueden tomar como ejemplo y símbolo para sus vidas. Además se adaptan fácilmente a esas tierras salitrosas y son muy atractivos para las abejas.
Pero no es el primer premio que reciben sino que en marzo de 2019 enviaron muestras de la miel de sus colmenas al certamen que se realizó en la 24º Fiesta Nacional de la Apicultura y, en simultáneo, la Expo Apícola del Mercosur, en Maciá, Entre Ríos, considerado el más importante del país.
Como las abejas vuelan en un radio de 3 kilómetros, las de ellos liban, sobre todo, en las plantas nativas de la meseta patagónica que rodea al Penal –jarilla, olivillo, cardos, zampa, tamarisco, alpataco, molle, chañar-, en los manzanos y perales de unas pocas chacras aledañas que aún sobreviven a la urbanización, además de los cultivos de los internos –caléndula y aromáticas-. Las abejas beben agua de deshielo del canal principal de riego -planificado por el ingeniero Cipolletti- que recorre 300 kilómetros por todo el Alto Valle y que pasa por al lado del Penal.
La competencia se realiza sobre mieles claras, ámbar y oscuras. La de ellos es multifloral y muy oscura, casi negra. Lo común de estas mieles es que sean de sabor muy intenso, y la de ellos es suave, no predomina el sabor de ninguna planta y además no empalaga. Debieron presentar 3 frascos de 250 gramos, con sus datos ensobrados y uno con seudónimo, de modo que el jurado no sabía que era miel de internados de un Penal. Fue analizada por el Laboratorio de Especialidades Productivas de Maciá (LEPMA) en cuanto a su pureza, consistencia, proporción de azúcares, densidad, color, aroma, sabor, sanidad y demás. Y ganaron el Primer Premio en la categoría Mieles Oscuras, con gran ventaja sobre los demás.
Contactamos a Luciana “Lucy” Pavón, nacida en Las Lajas, que hoy vive en Cipolletti y es especializada en “educación en contexto de encierro”. Es la creadora del taller de apicultura en el Penal 5 y está por recibirse como licenciada en Ciencias de la Educación. Pavón cuenta que se dedicaba a dar clases en Instituciones convencionales y su hermano menor le aconsejó hacer un curso de apicultura. Lo hizo en el Centro de Capacitación Profesional 1 de Plottier y comenzó a tener sus colmenas como actividad secundaria.
Ella vive en la ciudad pero no deja de tener su gallinero. Corría el año 2018 cuando se enteró de que el ingeniero agrónomo, Salvador Sangregorio, Referente del PROAPI de INTA en Patagonia Norte, dictaba un curso de apicultura y se anotó porque notaba que le faltaba reforzar conocimientos.
Resulta que Lucy siempre soñaba con dar clases en centros penitenciarios y le aconsejaban que no se complicara la vida. Pero al cumplir sus 40 de edad, decidió dejar de postergar ese sueño. Pensó que la apicultura podría ser una salida laboral independiente y de baja inversión para cuando salieran de vuelta al mundo, donde cuesta conseguir trabajo. Su hermano obtuvo la visa de Canadá gracias a su certificado de apicultor y allí vive muy bien hoy, de ese noble oficio.
Se puso a averiguar si alguien daba apicultura en el Penal Nº 5 de Cipolletti y le dieron el teléfono de su director. A éste le apasionaba la naturaleza y le presentó a Adrián Ciancio, el coordinador del secundario e impulsor de la huerta. Ella le dijo que empezaría cuanto antes, sin goce de sueldo, y así lo hizo durante dos años.
Muy pronto estaba dando la teoría en su Taller de Apicultura en el Penal a 10 internados, 9 varones y 1 mujer, con edades de 25 a 55. Y se sumó la profesora de Lengua, Yanina Lamas, que terminó siendo su compañera y amiga en la docencia.
Lucy trata de no saber el prontuario de ellos. Sólo le importa que son seres humanos necesitados de ayuda para reconstruir sus vidas. “Todos nos podemos equivocar en la vida y merecemos una oportunidad”, dice.
Era octubre, había comenzado la primavera y de modo providencial un vecino le pidió a Lucy que le sacara un enjambre, que las abejas le habían construido en la rama de su duraznero. Con la ayuda de un amigo fue de noche –cuando las abejas no vuelan- y lo llevó al Penal. Así comenzaron las clases prácticas. Los alumnos convirtieron el enjambre en colmena como pudieron.
Como no tenían ropa adecuada, ella les prestaba su traje, mientras comenzaba a pedir los implementos a distintas instituciones, pero ninguno faltaba a su curso. Poco a poco cada uno fue hallando su interés: unos prefirieron trabajar con las abejas y otros en el armado de los cajones y pintarlos. Tanto que hoy limpian y acondicionan cuadros y alzas a los apicultores de toda la zona.
En febrero de 2019 realizaron su primera cosecha: 10 kilos y 700 gramos. Un interno le dijo: “Déjame hacerlo a mí, que es lo primero que hago de productivo en mi vida”.
Lucy probó la miel y se sorprendió de su calidad. Era oscura, especial y deliciosa. En marzo decidió enviar unas muestras a la Fiesta de la Apicultura de Maciá, y cuando obtuvieron el primer premio, fue conmovedor para todo el equipo.
Tanto trascendieron, que el canal francés Frans24 estaba realizando una serie de micro documentales por América Latina y los incluyó. Otro alumno le dijo a Lucy, orgulloso: “Le mandé miel a mi mamá y a mis hijos”.
Hoy ya tienen 14 colmenas y consiguieron comprar un extractor de miel. Pero vino la pandemia. Lucy continúa ahora sus clases, con la ayuda de Yanina, por FM Mural 91.1, los martes a las 18, y les envía cuadernillos.
Lucy sostiene que la llave de la reinserción está en la educación, y que está comprobado que la mayoría que se educa y consigue un trabajo digno, no reincide.
“Fui a educar y no ceso de aprender y de crecer gracias a esta experiencia, que me cambió la vida. Hoy trabajo en más proyectos, en otros penales, porque hay mucho por hacer”.
Ella nos dedicó una canción que para sus alumnos es un himno: Creo, de Patricio Fontanet y Maximiliano Djerfy, por Callejeros, de su álbum Señales: