En el acto de asunción de la nueva presidente del INTA, Susana Mirassou, el ministro de Agricultura Luis Basterra destacó que era la primera mujer en la historia en ocupar ese puesto, mientras que el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, destacó que había hecho toda su carrera profesional en la institución, a la que ingresó en los años 80 como pasante. Ambos rasgos fueron muy aplaudidos por empleados y científicos del INTA que se reunieron este viernes temprano en la sede de Castelar. Asumía una mujer formada en la casa.
Pero la propia Mirassou, cuando le tocó hablar, destacó otros rasgos de su propia historia: Dijo que era la hija “de una maestra rural que empezó en Bermejo, San Juan, y de un ferroviario de alma que soñaba con ver al país interconectado”. También la nieta de “una abuela vasca que se vino a la Argentina con sus 14 años desde una España amenazada y jaqueada por el franquismo, yendo a trabajar a Emilio V. Bunge”.
Con semejante legado, se preguntó Susana, ¿cómo negarme a este desafío?
El desafío que aceptó Mirassou no parece ser solo el de ser presidente del INTA durante el gobierno de Alberto Fernández. Había algo más flotando en el ambiente que entusiasmaba a la gran cantidad de gente que llenó el salón y los pasillos. Una suerte de regreso con olor a revancha. Un retorno luego de cuatro años de un supuesto exilio. Un exilio muy relativo, porque la mayoría de ellos siguió allí. Pero la grieta se siente intensa dentro del INTA, a pesar de que ha sido este el organismo descentralizado de Agricultura que menos despidos soportó durante la gestión de Mauricio Macri. Los 800 trabajadores menos que denunció Mirassou -sobre una planta que quedó en casi 7 mil- fueron producto de jubilaciones, no renovaciones de contratos y retiros. No de despidos.
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“Nuestra institución en los últimos 4 años se ha visto debilitada”, disparó la nueva presidente del INTA, que además de refregarle a Cambiemos la reducción del personal culpó a la gestión macrista (alternada entre Amadero Nicora y Juan Balbín) de dejar “la infraestructura edilicia deteriorada, el equipamiento de investigación y el parque automotor desactualizados u obsoletos”. Mariano Bosch, el vicepresidente saliente, estuvo en el acto y soportó con hidalguía tantos reproches.
“Hubo desinversión”, resumió Mirassou, que luego marcó la necesidad de dar vuelta esa página. “Tenemos nuestras banderas en alto, y por tanto trabajaremos desde las fortalezas y el prestigio de la institución para recuperar las condiciones que permitan poner al INTA de pie al servicio de la sociedad y del desarrollo del país”.
La cuestión del presupuesto estará por verse en la nueva gestión, que arrancó con uno igualmente corto, de entre 8 mil y 9 mil millones de pesos anuales. Por ley, el INTA se debe financiar con parte de la recaudación por tasas cobradas a las importaciones, que suman mucho más de esa cifra. Pero la mayor parte de ese fondo va a parar a Rentas Generales, que gira dinero al Instituto cuando puede o quiere. Habrá que ver si el gobierno de Alberto quiere y puede corregir esta situación.
Cuando era diputado opositor, a instancias del ex director nacional del INTA, Héctor Espina, el actual ministro Basterra presentó un proyecto de ley para obligar al Estado a reservar para el organismo al menos 30% de esos recursos, para así asegurar un fondeo continuo a las investigaciones, que de otro modo muchas veces se discontinúan por falta de plata. La iniciativa tendrá estado parlamentario hasta fin de este año.
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Pero más allá de la guita, para cumplir con este plan refundacional tan repetido en cada gobierno que se inicia, la nueva conducción del INTA -que se completa con el experto forestal Tomás Schlichter como vicepresidente-, se propuso sobre todo revisar la agenda de temas en los que se enfocará esta gestión.
Mirassou mencionó algunos ejes:
- El desarrollo sostenible, inclusivo y equitativo del sector agropecuario, agroalimentario y agroindustrial (Es la tarea esencial del INTA, pero en varios tramos la funcionaria habló de privilegiar a los sectores de la agricultura familiar por sobre los de la agricultura empresaria).
- El cuidado del ambiente (Dijo Mirassou que se trabajará bastante más en la difusión e investigación de la agroecología y de otras técnicas que incorporen la preocupación de la sociedad por el medio ambiente).
- La competitividad, enfocada en el valor agregado, con énfasis en valor agregado en origen y la mirada puesta también en el aumento de las exportaciones para la generación de divisas (Además de las ivestrigaciones tradicionales, la nueva presidente mencionó Cambio Rural como una harramienta adecuada para las Pymes Agropecuarias).
- La contribución a la lucha contra el hambre y la pobreza (Aquí se mencionó con fuerza el rol del programa Prohuerta, y su trabajo para incorporar a las comunidades rurales más vulnerables al plan oficial contra el hambre, por vía de los mercados populares o de cercanía).
- La política de género e inclusión hacia la igualdad de oportunidades (Mirassou dijo que aunque en el INTA la relación en 60/40% a favor de los hombres, esta brecha se agranda en los cargos de conducción. También prometió un protocolo para asegurar en el organismo la igualdad de posibilidades y derechos).
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Frente a estos anuncios sobre un viraje en algunos de los ejes temáticos que planteaba la gestión de Cambiemos, de perfil algo más productivo y con menos contenido social, Bichos de Campo consultó a la nueva presidente del INTA si se pondría a revisión la cartera de 97 líneas de investigación definidas en septiembre pasado para que el organismo desarrolle en los próximos tres años.
-De la definición de esos proyectos participó toda la comunidad agropecuaria y nosotros mismos como técnicos del INTA. Así que nada de eso se toca- nos aclaró Susana.
Y nosotros le deseamos suerte.