“Todas mis primeras búsquedas de trabajo fueron un fracaso. Quizás eso nos llevó con Nacho (su marido) a armar lo nuestro, empezamos de cero, sin nada, fue duro porque la calle te pide experiencia cuando no la tenés”, dice Maira Castañeda, con cierto dejo de nostalgia pero también con la convicción de quien logró afrontar el desafío y superarlo. Esta ingeniera agrónoma (protagonista de la sexta temporada de El podcast de tu vida), es hija de trabajadores tamberos (de hecho se crio en uno) y hoy lleva adelante una empresa en la que venden insumos, asesoran y producen.
Nació en Viale, Entre Ríos, pero al año la familia se fue a vivir al campo en Villa Gobernador Etchevehere, un pueblito de 500 habitantes en el centro oeste entrerriano. Claro, sus padres trabajaban en un tambo. Allí creció, a pocos pasos del ordeñe, entre mugidos y con ese olor tan característico a bosta, leche, sellador y campo.
Más tarde estudió agronomía -“Fue un orgullo para mí poder ir a la universidad, un momento que recuerdo con mucha emoción”- y se fue a vivir a Villaguay, donde, junto a su marido, Ignacio “Nacho” Alzuragay, hicieron camino al andar y abrieron El Rastrojo SRL.
El camino no fue fácil, arrancaron con nada, pero con valentía y esfuerzo, poco a poco, fueron subiendo peldaño por peldaño. Mamá de Lola de 10 años y Juan Martín de 7, cuenta cómo ‘maternó’ siendo mujer rural: “Es difícil porque no tenés horarios, más cuando la empresa es tuya y estás arrancando”.
También habla de las complicaciones que surgen de emprender con tu compañero de vida, pero también las satisfacciones: “Nos fuimos conociendo en lo profesional, nos complementamos muy bien”. Pasen y disfruten…
-Te criaste en un tambo, donde laburaba tu viejo. ¿Qué te acordás de esa época?
-Uy, qué linda época. Vivir en el campo y pasar la infancia ahí fue muy lindo. Es una de las épocas que recuerdo con mayor cariño. Vivíamos en un tambo, somos tres hermanos, yo la más chica, papá y mamá los dos hacían el tambo. Ibamos a la escuela en bicicleta, las casitas de mis barbies eran las raíces de los árboles, no teníamos cabe ni internet, tuve una infancia de mucha lectura. Mi mamá me incentivó mucho a leer. Ahí se despertó mi parte nerd que fue muy por ahí.
-Si cerrás los ojos, ¿Qué olores, sabores, colores, anécdotas te vienen? Sensaciones…
–Las lindas que son el olor al tambo, que lo tengo muy impregnado porque las casas de los tamberos están siempre muy cerca del tambo. Ese olor a tambo constante lo tengo pegado. Tanto que no consumo leche. Me fui para el otro lado (se ríe). Creo que lo que más me quedó es la tranquilidad. Siempre disfruto mucho los momentos que estoy sola, necesito esos momentos de tranquilidad. Y creo que es porque me crié en un ambiente así, de mucha paz, donde el vecino más cercano estaba a cinco kilómetros. Esa paz la necesito a veces y la disfruto. Son momentos que disfruto, como estar debajo de un árbol leyendo un libro. Me quedó muy marcado todo eso.
-Llegó el momento de estudiar. Tu primera opción era veterinaria, pero por razones de distancia ganó agronomía.
–Me pasaba algo loco que yo quería estudiar ciencias económicas porque me veía trabajando en una oficina, me proyectaba ahí. Hoy digo ¡gracias a dios que no fui por ahí! Porque cuando llueve y me toca estar en la oficina, si bien un poco cada tanto me gusta, si es toda una semana no me lo aguanto. Camino por las paredes. El encierro no es lo mío.
-¿Qué te imaginabas como agrónoma? ¿Por qué la elegiste?
-Yo quería trabajar administrando tambos. Claro, yo había crecido en un tambo. Me gustaba ese mundo. Pero a medida que fui transitando la carrera fui descubriendo otras cosas que hicieron que me enfoque para otro lado.
-¿Cómo te fue cuando te recibiste en esa búsqueda de primer laburo?
-Mis primeras búsquedas de trabajo fueron todas un fracaso. Era una época difícil en la que había precios de cereal bajísimo, los productores no tenían tan familiarizada la figura del agrónomo asesor. Se usaba mucho que los comerciales de las empresas asistan a los productores. No era tan complejo el manejo, no estaba tan presente el tema de las malezas tampoco. Pero fue poco tiempo. Busqué un tiempo y nos largamos solos con mi marido. Fui un emprendedor a la fuerza y por suerte se me despertó ahí. Me tocó de entrada.
-Claro, quizás si hubieses conseguido trabajo no lo hacías. ¿Cómo fue empezar de cero?
-Teníamos todo en contra. Éramos jóvenes, no teníamos experiencia ni teníamos vínculos rurales, porque no veníamos de familia de productores. Los papás de Nacho tenían zapatería. Fue duro por todos lados. Pero la convicción te lleva. Te quedás llorando a ver qué pasa o te ponés a hacer. Nosotros somos de hacer todo el tiempo. Tenemos esa personalidad de ir para adelante. Y arrancamos con un crédito que nos dio papá con el recibo de sueldo y compramos la primera camioneta para arrancar. Una vez que empezamos no paramos. Cuando te metés en el circuito se te van abriendo puertas porque estás en relación con el productor. Arrancamos vendiendo insumos, fuimos conociendo productores, los empezamos a asesorar y después terminamos produciendo nosotros.
-¿Cómo es trabajar con tu marido? Porque a veces lo empresarial se mete en la casa y los temas de la casa van para la oficina.
-Si, es un montón de información junta cuando tenés que convivir con tu pareja y tenés que ir tomando decisiones juntos. Y tenemos personalidades opuestas. Pero eso nos ayuda. Al principio es conflictivo, hasta que entendés la dinámica y vas manejando las emociones. Pero todo lo que yo no tengo lo tiene él y viceversa. Hemos complementado una buena personalidad empresarial. Y no fue fácil porque en 2019 nos pasó que tuvimos que salir a ser agrónomos pero también a ser jefes, porque empezamos a tener empleados. Y no sabíamos cómo ser jefes. Teníamos 25 años. Empezamos a buscar y encontramos buenas herramientas en el coaching ontologico. Nos sirvió mucho para la empresa y para la pareja.
-¿Quién es más arriesgado? y ¿Cuál de los dos más emocional?
-Yo soy emocional pero las decisiones las tomo en frío. Nacho es el más arriesgado. Yo voy poniendo frenos.
-¿Cómo llevaste los embarazos? ¿Cómo te ha ido siendo mujer en este rubro?
-Con Lola estaba terminando de cursar quinto año. Fue a rendir varios finales conmigo. Y con Juanma ya estaba trabajando, y trabajé hasta la última semana de embarazo. Nació un viernes y el lunes estaba en la oficina con él. No por una obligación, sino porque yo quería. Creo que la terapia me ayudó mucho. Porque tuve mis etapas donde mi vida era trabajo y casa-hijos-familia. Me faltaba otra parte que había dejado de lado por completo, necesitaba gimnasio, mate como amigas, etc. Tuve la suerte de tener una niñera que cuidó a los chicos como si fuese de la familia.
-¿Qué te gusta más de lo que hacés hoy?
-Esta peleado el tema. Porque es un conjunto de cosas. A mí me gusta mucho la organización. Tenés tantas cosas que coordinar y ocuparte… Una parte más de gestión. Y le voy encontrando la vuelta ahora con tener internet continuo en el campo y en la camioneta, y poder hacer esas cosas más al aire libre. Desde que puedo hacer la gestión al aire libre me di cuenta que es de las cosas que más me gustan, y me conectan con eso de que quería ser contadora.
-Llegamos el pin-pong del Podcast de tu Vida y la primera pregunta tiene que ver con ¿cómo despejás tu cabeza para recargar pilas y al otro día estar plena para el trabajo?
-Me gusta cerrar el día yendo al gimnasio. Pero como nunca entrené ni hice mucho deporte le tengo que poner mucha garra, tengo que pensar mucho cómo hacer las cosas. Pero me gusta porque me despeja del resto.
-¿Qué tal te va en la cocina?
-Malísima, pésimo. Si hay algo que hago mal definitivamente es cocinar.
-¿Series? ¿Películas? ¿Qué te gusta ver?
-Depende cómo esté. Por ahí te miro una de guerra que no entiendo nada, pero es para dispersar la mente. Lo que me gusta realmente son las series como Sex and de City que te muestran mucha moda, ciudad, eso.
-¿Música? ¿Qué te gusta escuchar?
-Mi músico favoritos son Charly García y Abel Pintos, son mis dos íconos. Cuando necesito bajar un cambio pongo Abel y cuando quiero estar más arriba, Charly. Si tuviese que elegir un tema me gusta mucho “A primera vista”, de Pedro Aznar. Abel Pintos la canta con él.
-Si pudieses tener un superpoder, ¿Cuál te gustaría tener?
-Poder dormir… eso me encantaría.
-¿País o ciudad que te gustaría conocer?
-Italia lo tengo pendiente desde hace bastante.
-Suponete que te podés subir al Delorean, el auto de “Volver al futuro”, para ir un rato a algún momento en la historia. ¿A dónde irías?
-Creo que cuando terminé la secundaria fue un momento clave porque yo vengo de una familia de clase media-baja que mis viejos lo dieron todo para que pueda estudiar. Creo que ese momento en el que pude salir de mi casa para ir a la facultad fue muy lindo, clave.
-¿Sos feliz trabajando en el campo?
-Si, muy. Me encanta.
-Te propongo un juego. Imaginate que estas vos, la de hoy frente a la de 18-19 años, que estaba empezando a dar los primeros pasos en la vida sola. ¿Qué le diría la de hoy a aquella?
-Capaz que no sea tan impulsiva, que piense un poco más. La impulsividad me ha llevado a cosas buenas y otras no tanto. Ya más madura lo he aprendido a manejar.
-Cuando miran para adelante, en El Rastrojo, ¿qué se imaginan? ¿Qué desafíos se proponen?
-Cualquier persona que sea allegada a nosotros sabe que nunca nos quedamos quietos con nada. El próximo paso creo que viene por industrializar algo. Sería más cerrar el circuito agronómico.