La campaña brasileña de maíz temprano sigue sumando factores desfavorables tanto por cuestiones climáticas como económicas y está en duda la adecuada disponibilidad de cereal en el primer tramo del 2025.
La agencia meteorológica de Brasil (Inmet) sigue sin pronosticar lluvias importantes en la mayor parte de las regiones agrícolas, con excepción del estado sureño de Rio Grande do Sul.
El problema es que gran parte del sur, este u oeste de las zonas productivas brasileñas vienen arrastrando un déficit hídrico entre moderado a severo, dependiendo de la localidad.
La producción de maíz temprano brasileño –que comienza a recolectarse a partir del mes de febrero– viene cayendo en los últimos años: en 2022/23 fue de 27,3 millones de toneladas, según datos oficiales (Conab), mientras que en 2023/24 se ubicó en 22,9 millones y ahora caería nuevamente en 2024/25.
La siembra de maíz temprano está evolucionando de manera muy favorable en Rio Grande do Sul, pero experimenta retrasos en el estado de Paraná, mientras que en el resto de las zonas agrícolas aún no comenzó, según datos oficiales (Conab).
Pero, además del factor climático, el costo del cultivo acaba de sumar incrementos en línea con una decisión oficial orientada a proteger los intereses de las empresas integradas en la Associação Brasileira da Indústria Química (Abiquim).
El pasado 18 de septiembre el gobierno brasileño procedió a subir los aranceles de importación de decenas de productos de síntesis química, entre los cuales se incluyeron el nitrato de amonio, que pasó de no tener arancel a estar gravado con un 15%, mientras que el del carbonato de amonio fue ajustado del 9% al 18%. Se trata de dos fertilizantes empleados en el agro brasileño.