En su pago de Perito Moreno, ubicado al noroeste de la provincia de Santa Cruz, Alejandro Rearte es hoy un ejemplo de autosuperación. En medio de la desértica meseta patagónica logró transformar su chacra en un vergel, donde hasta cultiva deliciosas frutillas.
Cuenta Alejandro que su pequeña ciudad tiene unos 15.000 habitantes, pero que actualmente su población está creciendo a causa del auge de la minería. Siendo el penúltimo de 7 hermanos, en su adolescencia se volvió como la oveja descarriada. “Me volví un desorejado y por un pelo no terminé viviendo en la calle –comienza a hacer memoria de sus orígenes-. Me empecé a juntar con chicos marginales, y de ahí que nunca terminé mis estudios secundarios. Ojo, que nunca me drogué, ni robé, pero sí anduve tomando. Cuando crecí, me di cuenta de que el problema era yo, no mis padres, hasta que un día volví con ellos y les pedí perdón”.
“Recuerdo una época de cuando era chico –continúa Alejandro- que por problemas del país no se conseguían los alimentos básicos y mi madre me mandaba a buscar una taza de harina y una de azúcar. Hoy ella tiene 76 años y sigue trabajando, limpiando casas. ‘Si siempre trabajé’, dice. No toma una sola pastilla y me visita todos los fines de semana. Yo he seguido su ejemplo y gracias a Dios he podido comprarle una casa a dos de mis tres hijos, que ya tienen sus familias y son independientes. Yo pasé una pobreza digna, pero preferí que ellos no tuvieran que pasar lo que yo pasé”.
“De pronto a mis 17 años conocí a Sandra Uribe, que tenía 15 –sigue Rearte-. Me enamoré de ella perdidamente y no nos separamos nunca más. Nos pusimos de novios y al poco tiempo ella quedó embarazada. Entonces decidimos formar una familia y salí a buscar trabajo para sostener a mi nueva familia. Un hombre me ofreció ir a trabajar y a vivir en Lago Posadas, a unos 200 kilómetros, que es un verdadero paraíso, aún poco explotado turísticamente, con un microclima privilegiado y un paisaje maravilloso. Acepté y allí nos fuimos. Eso sí, en invierno, por la nieve, tardábamos 6 horas en llegar a Perito Moreno. Además, empecé a hacer changas para reforzar. Al tiempo, me ofrecieron un trabajo fijo en la empresa de servicios públicos de la zona y lo acepté. Allí trabajé 29 años, llegué a ser gerente durante los últimos años y acabo de renunciar”.
Pero volvamos a la vida de aquella nueva familia Rearte en Lago Posadas. Recordó Alejandro: “Mis suegros tenían sangre mapuche y venían con la cultura agraria de sembrar la tierra, por lo que en el fondo de su casa hacían quinta. Y mi madre, como es mapuche, siempre tuvo esa misma cultura. De modo que cuando nos fuimos a Lago Posadas, estábamos tan aislados -porque se llegaba por camino de ripio- que no dudamos en hacer nuestra quinta y comer de nuestra huerta. Era tan bueno el clima y el suelo tan fértil, que nos crecía de todo y no necesitábamos de invernadero. Nació Verónica cuando ambos aún éramos menores. Después nació Marcos y nos casamos. Después vino Agostina, y era hermoso vivir allí, aunque llegó el día en que los dos primeros tenían que hacer el colegio secundario y tuvimos que volver a Perito Moreno”.
“Compramos una casa en la ciudad, con un terreno grande, y volvimos a hacer una quinta en el fondo –sigue contando, Alejandro-. Plantamos arvejas, habas, acelga, tomate, remolacha, pepinos, cilantro, perejil, manzanos, ciruelos, guindos. Empezamos a hacer mermeladas y dulces, porque Sandra tiene manos mágicas para cocinar salado y dulce. Pero hace seis años decidimos pasar a hacer vida rural y compramos una chacra de dos hectáreas y media, a sólo dos kilómetros de Perito Moreno, sobre la Ruta 45, camino a Puerto Ibáñez. Le pusimos ‘Chacra Agostina’. Está a 1500 metros de la Ruta 40, que es la que pasa por el centro de nuestro pueblo. Nos hicimos una casa con hogar a leña y compramos una estufa, también a leña, de combustión lenta. Porque acá tenemos 4 o 5 meses de mucho frío. El año pasado nos costó 7000 pesos el metro cúbico de leña, y este año ya superó los 20.000 pesos, con el proveedor más barato”.
“Plantamos cortinas de álamos, sauces llorones, y en un pequeño pulmón verde, que dejamos, plantamos 1600 estacas de álamos –detalla, Rearte-. Además, cuatro variedades de manzanos, almendros, pelones, ciruelos, guindos, damascos, rosellas y un olivo, que el año pasado recién nos dio apenas 3 aceitunas, pero este año nos dará más. Plantamos rosales por todos lados, lavanda, girasoles multicolores, que compramos por internet, de todo, y sembramos casi una hectárea de césped, donde pusimos dos arcos de fútbol”.
Y cuenta el emprendedor patagónico: “Creamos una huerta con lechugas, porotos, pepinos, habas, arvejas, papas, ajos, acelga, apio, zapallos y mucho más. En octubre del año pasado sembramos 5.500 plantines de frutillas en una parcela de 80 metros por 50. El 20 de diciembre realizamos la primera cosecha y resultaron de gran tamaño y muy ricas. Las vendimos a todas. La gente compra las grandes y guardamos las más chicas para hacer mermelada. Mi señora empezó a elaborar jugos, mermeladas de diversas frutas, dulces, conservas y postres. Los frascos salen con la marca ‘Agostina’, y nuestro logo consiste en la figura de dos cisnes, por el lago alusivo, de nuestra zona, y un tronco que alude a lo rústico de la Patagonia”, explica Rearte.
Pero Alejandro fue por más: “Al principio armamos una granja con ovejas, chivos, pavos reales, patos, gansos, gallinas de raza, empezamos a vender huevos, y sobre todo armé un criadero de cerdos. Traje caballos y perros Border Collie. Después, sin mucho conocimiento trajimos colmenas para polinizar nuestras plantas y poco a poco vamos aprendiendo apicultura y vendemos miel. Después tuve que vender los cerdos, a causa de que no me daba el tiempo para tanto, porque aún seguía trabajando en la empresa de servicios públicos. Nos quedamos con algunas ovejas para que comieran y nos cortaran el pasto. La chacra tiene una joya de atracción turística: un ranchito de adobe, que fue la casa del último tehuelche puro de Perito Moreno, Ireneo Huichaca, quien falleció con 110 años, creo, y la gente lo puede visitar”.
Cuenta el santacruceño que con tantas cosas ricas que preparaba su esposa en la cocina, se dio cuenta de que era bueno compartirlas con su comunidad: “Construimos un salón de té, sobre la ruta, y le pusimos ‘Agostina’, para servir meriendas, o para cumpleaños y demás fiestas familiares, pero no abrimos de modo fijo. Para lo que sea, hay que reservar, así mi señora se prepara y los espera. Ella promociona en las redes sociales. Yo sólo oficio de asador cuando el menú lo incluye. Me gustan los fuegos y suelo asar corderos, costillares vacunos, lechones para eventos. Pusimos dos arcos de fútbol y algunos juegos para chicos. Sandra hace hasta unas facturas de panadería, deliciosas, y todo lo aprende de internet. Yo la ayudo en todo lo que puedo. Porque si ella me ha acompañado incondicionalmente, durante tantos años, ¿cómo no voy a acompañarla yo?”
Fue culminando Alejandro: “Estamos al pie de la meseta del Lago Buenos Aires. Hoy tenemos vientos de 90 kilómetros y es común para nosotros. En verano, cuando no hay viento, el calor se pone bravo. Nos gusta viajar y aprovechamos para conocer otros salones de té, para aprender otros modos de cómo atender al público, porque nosotros no tenemos formación al respecto, somos autodidactas. El turismo nacional nos deja más plata que el extranjero, porque el argentino es más derrochón. Los extranjeros nos convienen cuando los traen en contingentes y con un paquete ya acordado. La inflación nos tiene preocupados, porque esta temporada viene floja. Acá es caro vivir, y un sueldo básico está en 170.000 pesos, que no alcanza para nada. Un conocido, del pueblo, alquila un hotel y lo trabaja, pero me contaba que le subieron el alquiler, mientras que le bajaron las ventas, se redujo la cantidad de pasajeros, por lo que no sabe si podrá seguir trabajándolo”.
Y cerró su relato Rearte: “No tengo la costumbre de dormir siesta, porque siempre tengo tanto para hacer…. Eso sí, cuando el tiempo está feo, claro que aprovechamos para descansar. ¿Usted sabe que mi hija, en un trabajo práctico de la escuela, resultó ser la única que conocía las verduras? Porque en Perito Moreno no abundan las huertas. Hoy nuestro hijo también se armó una quinta en su casa. Ahí uno se da cuenta de que educamos mejor con el ejemplo que con las palabras, y eso contagia. Nosotros los educamos en la cultura del trabajo y ya se saben ganar la vida. Con ellos nos vemos casi todos los días, no perdemos el espíritu de familia. Tenemos la idea de construir ‘dormis’, unas 4 o 5 habitaciones con baño, y nada más, porque pronto empezaré a cobrar mi jubilación. Yo estoy convencido de que los sueños se concretan a fuerza de trabajo y voluntad. Y si tenés sueños, estás vivo. ¿Qué mejor que estar lleno de anhelos?”
Alejandro Rearte y su familia eligieron dedicarnos la canción “Te escribo desde el sur”, de y por Hugo Giménez Agüero:
Que hermosa historia de vida! Estamos emprendimiendo algo así en una comuna de Santa Fe, colonia Iturraspe. Y soy nacido en Chubut y tuve tíos y primos viviendo en Perito. Hermoso lugar!!!