Atravesamos los pasillos tenebrosos de la cárcel de máxima seguridad de Batán que conduce a los pabellones y nos instalamos dentro de Liberté, un curioso espacio autogestionado por los propios reclusos, que sostienen que pese a estar encerrados tienen derecho a trabajar y generar recursos que les aseguren un sostenimiento digno, ya que el Estado no se hace demasiado cargo de eso.
No podemos, en un acuerdo con el Servicio Penitenciario Bonaerense para poder ingresar al penal, en lo posible no debemos sacar fotos de los presos que no han sido autorizados a hablar, ni tampoco poner el nombre y el apellido de los que sí pueden hacerlo, para contar a Bichos de Campo qué es lo que hacen en dicho espacio. De todos modos, tienen una pagina web donde ellos mismos cuentan esta experiencia que les da otros sentido a sus días de condena.
Pampa ya nos habló del origen de Liberté en otra nota y como el trabajo autogestivo que realiza este grupo de unos 60 presos ofrecen indicadores de cero reincidencia, una vez que les toca recuperar la libertad real y salir al exterior de esos enormes muros. Ahora nos toca comenzar a recorrer los diferentes sectores o talleres que tiene esa cooperativa de presos dentro de Batán.
En la carpintería hablamos con Alejandro, uno de los presos autorizados para hablar. La boina que le cruza la cabeza delata su origen en la zona rural y de hecho también es el responsable de la pequeña granja que ellos mismos administran. De carpintería aprendió con alguien que sabe más de ese oficio, como todos los que pasan por ese pequeño taller.
-La boina te delata. ¿Así que laburaste siempre en estancias?
-Trabajé en Estancia, bueno, hasta los 18 años. Estudié en la Escuela Agrícola de Coronel Vidal, que orienta parte del campo. Y me gustaba. En esa época mi papá no podía mucho mandarnos a otro, íbamos pupilos, ahí aprendimos agricultura y ganadería. Y… una situación difícil porque entrábamos los lunes y salíamos los viernes. Cuando entramos en el primer año, éramos 150 y… a las primeras dos semanas ya fueron 50, porque no era fácil para una persona que es chico criarse lejos de la familia.
Alejandro habla con tanta naturalidad sobre sus días de estudiante que nos olvidamos que estamos dentro de un penal de máxima seguridad, donde él y sus compañeros finalmente cumplen una condena. Hemos decidido como línea editorial no peguntar qué delito ha cometido cada uno, sino contar su experiencia actual en Liberté, mostrar lo que ahora hacen para pasar el mal trago apelando al trabajo y la educación. La carpintería cumple ese objetivo.
-¿Para qué tienen una carpintería?
-Liberté nos dio la posibilidad, tanto a mí como a otros compañeros. Hay personas capacitadas que han aprendido carpintería, y esas personas nos ayudan a cada uno de nosotros para el día de mañana, si queremos, hacer algo para nuestra casa, como una alacena, distintas cosas que nos van a ayudar. Pero Liberté no es solamente carpintería, hay un montón de lugares que nos ayudan a ‘profesionarnos’ a cada uno de nosotros. Aprendemos algo sencillo que, a veces, cuando estamos afuera hacemos la más fácil, ir a Buenos Aires, vamos, nos gusta eso, comprábamos. En cambio acá, podemos hacer un portacelular o un alajero, que es un presente lindo para la familia. Lo hacemos acá y se hace con amor, con alegría.
Mirá la charla con Alejandro:
Nos llama la atención, durante esta visita a la carpintería, que hay múltiples herramientas que han sido donadas y que están al alcance de la mano de cualquier que vaya allí a aprender. Desde punzones a una sierra eléctrica. Se nos vienen a la cabezas las imágenes terribles de las series sobre cárceles, con presos atacando a otros con facas o cualquier otra cosa que les sirva como arma. No llegamos a preguntar que Pampa y Alejandro nos cortan de plano la imaginación: “Acá en Liberté nunca ha sucedido nada. Cuando hay un problema entre presos se resuelve hablando”.
En la carpintería de Liberté el que más sabe sobre el oficio enseña a sus pares, y así van rotando. Entretienen las manos y solo matan el tiempo, haciendo pequeños o grandes objetos con la poca madera que consiguen desde el exterior del penal: hay mucho descarte de aserraderos y por eso no pueden pensar en grandes proyectos. De todos modos, algunas piezas son exquisitas por su minuciosidad.
“Para el día de mañana, por ahí uno dice, para salvarme la suerte que tuvimos, por ahí no es el oficio de nosotros, pero el día de mañana lo que aprendimos acá…”
-¿Te imaginas afuera, algún día, siendo carpintero o volviendo al campo?
-No, carpintero no creo. Y el campo, calculo que tampoco. Sí por ahí un campo llega a contratarme o pagarme bien, por ahí volvería. Pero es bastante sufrido. Justo hablamos con unos compañeros ayer que el campo, en estos días de lluvia, uno tiene que salir o salir. A veces estos oficios que se hacen adentro te ayudan un montón, por lo menos a no mojarte. A estar seco.