El presidente Alberto Fernández, siguiendo las premisas presentes en el “Manual Básico de Kirchnerismo Ilustrado”, decidió que llegó el momento de culpar a otros de los problemas que él no puede resolver a pesar de tener toda la estructura del Estado nacional a su disposición.
Tal como hizo la semana pasada, Fernández volvió ahora a repetir que el problema de la inflación descontrolada –que cada día que pasa le resta votos de su propia base electoral– es producto de la codicia de los empresarios agropecuarios y de la malicia de los partidos opositores. Él vendría a ser solamente una víctima de la situación.
“Yo creo que queremos desacoplar los precios internos de los externos y para eso las retenciones son un instrumento idóneo. Y para eso necesito una ley, pero tengo una oposición que dice que no quiere que se toque ese tema”, sostuvo este lunes el presidente en una entrevista radial.
“A quienes me reclaman que lo haga por decreto, no puedo hacerlo por decreto porque está expresamente prohibido para cuestiones impositivas, penales o electorales”, añadió Fernández, quien probablemente sabe que la inercia inflacionaria es tan enorme que el problema ya no se arregla si aumentando las retenciones agropecuarias ni creando diez fideicomisos redistribuidores más al estilo Feletti.
“Me gustaría que pudiéramos dar un debate porque es muy probable que los precios sigan subiendo y esto repercute en los salarios. Si no quieren retenciones, ¿qué es lo que proponen?”, disparó Fernández para trasladar la culpa de la situación a la oposición, que se niega a aplicar derechos de exportación del 110% sobre las exportaciones agroindustriales para vivir al menos un año de glorioso despilfarro y luego pasar a ser más pobres que Burundi por un lapso de cinco décadas.
“Ahora tenemos una cantidad de puntos importante, que es inflación importada, porque aumentan el precio de los alimentos y cobran internamente lo mismo que le venden al mundo. Los frigoríficos que importan quieren cobrarle al mismo precio a China que en la Argentina”; remarcó Fernández, sin advertir que, los valores FOB de la carne vacuna enviada a China, descontada de los derechos de exportación (9,0%) y de la “retención cambiaria”, es un “ofertón” respecto de los precios de los cortes presentes en las góndolas de supermercados y carnicerías. Y eso no sucede porque los frigoríficos exportadores sean bondadosos, sino porque el componente inflacionario presente en el transporte y el comercio de alimentos es gigantesco.
“Hay un gran problema de solidaridad por parte de muchos sectores poderosos de la Argentina”, aseguró el presidente, en clara alusión al sector agropecuario, pero sin advertir que mañana mismo podría reducir el precio de los alimentos si eliminara la imposición de IVA sobre los mismos.
“A mí me preocupa el precio de los alimentos y por eso fui a Europa, para decirle al presidente de la Unión Europea que en el sur la estamos pasando mal con esta guerra. Es necesario discutir un proceso de paz porque hoy esta situación lastima a todo el mundo”, reclamó el presidente, cuando en realidad el panorama es completamente inverso, dado que la suba de precios de los productos que exporta el país representa una oportunidad, tal como lo entendieron los brasileños, que este año exportaron trigo a más no poder a pesar de ser una nación deficitaria del cereal.
“Es muy difícil y hacer entender eso”, dijo Fernández. “Es muy difícil esa pelea”, añadió. Y es que la inflación importada es un hecho que puede advertirse en indicadores como el 9,3% de Uruguay, el 11,8% de Paraguay y el 12,1% de Brasil, pero está claro que el 58,0% de la Argentina –con precios máximos, cepo cambiario, derechos de exportación e intervención del comercio exterior–, lejos de tratarse de inflación importada, es más bien un impuesto inflacionario pornográfico aplicado por el Estado nacional, es decir, la suma de organizaciones públicas gestionadas por Alberto Fernández. Un problema que, por supuesto, no empezó durante su gestión, pero que es actualmente su absoluta responsabilidad.
La estrategia del presidente está clara: intentar proyectar la solución de los problemas urgentes de la población argentina sobre un aumento de retenciones que no va a suceder porque la oposición y el campo no quieren.
Pero la cuestión es que los problemas económicos son tan urgentes que la mayor parte de la población muy probablemente haya perdido ya cualquier interés en atesorar excusas creadas para identificar fácilmente a los culpables de todos los males que padece. El “Manual Básico de Kirchnerismo”, que tan útil resultó en otras oportunidades, quizás haya quedado obsoleto en la actual coyuntura.