Javier Beltrán, director de The Nature Conservancy (TNC) Argentina, participó del último encuentro anual organizado por la Fundación ProYungas, donde productores, técnicos y organizaciones comparten experiencias sobre producción y conservación. Entre charla y charla, Beltrán se detuvo a reflexionar sobre el desafío de construir un puente entre quienes trabajan la tierra y quienes buscan protegerla, sin necesidad de entrar en dicotomías.
“Argentina tiene esa dualidad. Todavía tiene mucho territorio natural en buena condición, y al mismo tiempo áreas que han sido modificadas o transformadas por distintos usos. No se puede dar una definición total y absoluta de cómo está el país, pero sí se puede decir que sigue en condiciones de aprovechar sus territorios de manera sostenible, incluso regenerativa”, aseguró Beltrán a Bichos de Campo, en medio de una coyuntra particular, en la que los mercados externos como Europa comienzan a mirar la forma en la que se produce.
Esa posibilidad, explica, pasa por una producción que no agote los recursos: “Productiva, claro. Granos, fibras, carne, biocombustibles, pero permitiendo que el suelo se regenere, que el agua no se agote, sobre todo en las zonas más áridas y semiáridas como el Chaco o la Patagonia. Y que la biodiversidad prospere, que no haya procesos de extinción significativos”.
En ese esquema, las áreas naturales cumplen un papel clave: “Hay parques nacionales, provinciales, municipales y también áreas bajo dominio privado que forman parte de sistemas muy interesantes, como los Paisajes Productivos Protegidos (PPP). Son acuerdos donde el productor dedica una parte de su tierra a la producción y otra a la preservación de los ambientes naturales que sustentan esa producción. Es un modelo que demuestra que se puede producir cada vez más y mejor”, asegura.
Beltrán cree que el punto de equilibrio entre la conservación y la producción no solo es posible, sino necesario: “Yo soy un defensor de ese concepto a ultranza. No hay que dejar de producir. El país necesita producir, exportar, generar ingresos. Y el mundo demanda alimentos, fibras, biocombustibles. Pero también está poniendo cada vez más restricciones. La Unión Europea, por ejemplo, ha impuesto límites firmes sobre algunos productos argentinos. Se puede producir, pero la base tiene que ser el ordenamiento territorial: hacer las cosas donde se deben hacer, para no agotar los suelos, no quedarse sin agua, no extinguir el recurso”, grafica el experto en conservación.
Ese ordenamiento, aclara, debe apoyarse en ciencia y en nuevas herramientas: “Hoy hay información que antes no existía. Por ejemplo, el carbono: podés mantenerlo en los bosques, recuperar zonas degradadas, volverlas productivas sin necesidad de avanzar sobre áreas naturales. Eso hace treinta años no se consideraba”.
Pero las herramientas no alcanzan si falta voluntad. “Los ladrillos del puente se construyen con gente que quiere construir algo. Lo primero que hace falta es voluntad. Si no hay voluntad, no hay manera de construir”, sostiene.
Y para que haya voluntad, dice, hay que conversar: “En TNC creemos que para generar un cambio hay que dialogar con quienes usufructúan el territorio, con productores, con actores que generan recursos. Si no te sentás con ellos, dejás afuera a un actor fundamental, que no solo tiene cosas para decir, sino también para aportar. Todo dentro del marco legal del país, sin ir a los extremos, y guiados por el ordenamiento territorial, que te indica dónde y cómo hacer las cosas”.
En esa línea, advierte que muchos conflictos ambientales nacen de la falta de planificación: “Hay pueblos construidos sobre áreas activas de los ríos, que después son arrasados por una creciente extraordinaria. Esos lugares nunca deberían haberse construido ahí. Y ejemplos así hay muchos.”
Mirá la nota completa con Javier Beltrán:
Cuando se le pregunta qué falta para que esa voluntad se vuelva política de Estado, Beltrán responde que algo está cambiando: “Se está dando. Los productores, agrupados en CREA, en la Sociedad Rural, en asociaciones más chicas, se están dando cuenta de que tienen mucho para aportar. También saben que si no se sientan a negociar un uso racional del territorio, van a perder. Porque el sector agropecuario siempre tuvo mala prensa, muchas veces injustificada, pero eso también está cambiando. No es lo mismo un productor de hace cuarenta años que uno de hoy, que sabe de carbono, de suelos, de biodiversidad”.
Para ilustrarlo, recuerda su propio recorrido: “Yo me recibí de biólogo en 1979. En esa época le decías ‘biodiversidad’ a un productor y te miraba sin entender. Hoy, en cualquier foro, son ellos los que mencionan la palabra biodiversidad. Muchas de las prácticas de manejo territorial, incluso, surgieron de la agronomía: los grupos CREA son una forma de mejorar la producción sin destruir”.
El cambio de paradigma, dice, también interpela a las organizaciones ambientales: “Si las ONG queremos generar un cambio, no podemos limitarnos a pensar en qué legislación restrictiva hay que imponer. Eso es atarse de pies y manos. Hay que incluir en la discusión a los usuarios del territorio, a quienes producen. Si no los invitás, el diálogo no existe”.
Beltrán insiste en que Argentina tiene todavía una gran oportunidad por delante: “El país tiene mucho espacio, mucho para ofrecer en términos de producción con naturaleza. Vivimos diciendo que el Chaco o el Norte Grande son regiones con problemas, y es cierto. Pero también tienen enormes oportunidades. Hay que aprovecharlas de manera inteligente, convocando a los gobiernos provinciales, municipales y a los actores locales. Hay mucho para hacer, y estas ideas, como los paisajes productivos protegidos, tienen mucho para ganar y muy poco para perder”.





