En esta época del año los productores argentinos y uruguayos suelen revisar los pronósticos del fenómeno Niño-Oscilación del Sur (ENSO por sus siglas en inglés), que comprende la oscilación de parámetros meteorológicos del Océano Pacífico ecuatorial, para tener una idea de cómo vendrá la campaña estival y diseñar un planteo agronómico en función de esa información.
El año pasado la cosa estaba bastante clara porque el pronóstico elaborado para esta fecha por el Climate Prediction Center e International Research Institute for Climate and Society (CPC/IRI) indicaba un 61% de probabilidad de ocurrencia de un evento “Niña” en el último trimestre de 2020, mientras que el promedio ponderado de los pronósticos elaborados por los principales centros climáticos mundiales señalaba que esa probabilidad era del 58%. Es decir: está todo bastante alineado.
Pero este año no tenemos esa suerte, dado que el pronóstico elaborado por CPC/IRI prevé un 67% de probabilidad de ocurrencia de una “Niña” en el último trimestre de 2021, mientras que el promedio de los diferentes modelos arroja un 49% con desvíos importantes entre las diferentes simulaciones.
¿Cómo se debe interpretar semejante disparidad? Para intentar resolver eso Bichos de Campo consultó al uruguayo Walter Baethgen, director de investigaciones regionales y sectoriales para América Latina y el Caribe del IRI y vicepresidente del INIA (el equivalente al INTA argentino).
“Si me preguntas a cuál de los dos pronósticos le presto más atención, es al objetivo (el que informa el promedio ponderado de pronósticos). Si me preguntas si eso me hace sentir mucho más optimista que si observo solamente el pronóstico oficial (del CPC/IRI), la respuesta es no, porque ambos están mostrando que el sesgo más probable para la época que más nos importa (a los rioplatenses) es que sea un año Niña”, indicó Baethgen.
El investigador aclaró que el modelo probabilístico indica que existen mayores posibilidades de un escenario con lluvias inferiores a las normales en ambas naciones, pero que esa información debe ser ponderada de manera adecuada.
“Este año los dados están cargados para que sea una campaña Niña y eso incrementa la probabilidad de lluvias inferiores a las normales en primavera y verano, pero eso no quiere decir se viene una sequía”, argumentó.
“Este año los pronósticos no son tan claros como el año pasado, pero sí está claro que hay un sesgo hacia la Niña; entonces una manera inteligente de usar esta información es cambiar las decisiones en función de esas probabilidades”, añadió.
Baethgen explicó que existen otros forzantes climáticos de corto plazo que inciden en las condiciones meteorológicas y que en los diseños agronómicos deben ponderarse muchas otras variables ambientales.
“Es una mala idea decir que, como hay un sesgo hacia la Niña, por ejemplo, voy a hacer 100% de maíz tardío en lugar de temprano o lo contrario si el sesgo es hacia el Niño; lo razonable es considerar cada situación particular para decir en esta campaña es más razonable hacer más tardío que temprano”, apuntó.
“Tenemos la suerte de que en nuestra región el ENSO afecta las lluvias, porque en otras regiones del mundo eso no sucede, pero la información probabilística debemos usarla de manera inteligente”, concluyó.