Por Jeremías Drobot (@JereDrobot).-
El productor puede analizar muchos factores a la hora de sembrar un lote, y esmerarse para hacerlo. Puede elegir la genética más adecuada para la región, con un ciclo que encaje y alto potencial de rinde y calidad. Puede planificar un adecuado plan de fertilización. Puede manejar la fecha y densidad de siembra. Y controlar los factores reductores, como malezas, insectos y enfermedades. Pero si no llueve, tal vez ni le dan los números para entrar a levantar el poco grano que haya en plantas. Los imponderables mandan en el campo y frustran a muchos chacareros. En esos casos, a pensar en la que viene.
El gerente de producto comercial de la semillera Don Mario, Agustín Pontacuarto, explicó que el cultivo de maíz necesita entre 500 y 600 milímetros de agua en todo su ciclo. Si se sembrara con el suelo bien cargado (capacidad de campo), contaría de arranque con entre 200 a 250 milímetros, pero le faltarían unos 300 o 350 milímetros más para el éxito. No es poco para lo que se acostumbra hoy.
Mirá lo que nos contaba Agustín Pontacuarto:
“Hoy ,si el productor nota agua en el suelo en septiembre y ve un buen pronóstico (Niño o neutro), siembra temprano. Y cuando no tiene agua y no se espera lo mejor, aguarda para enfocarse en el tardío”, explicó Pontacuarto. Lo hace usando el perfil de suelo como esponja hasta diciembre. Siempre y cuando controle las malezas para que no se lleven el preciado fluido.
“Es por esto que vemos en las últimas campañas que el 50% siembra temprano y el resto, tardío”, dijo el especialista. El cambio climático es una realidad, pasando de excesos a déficit hídricos marcados. Claro que la expectativa de rinde para los tardíos es mucho menor y el riesgo por enfermedades es mayor.
Este año se dio la particularidad en algunos lugares que muchos sembraron maíces tempranos con buena agua y con napa cerca. Si bien después no les llovió más y atravesaron el período crítico (floración) sin precipitaciones, estaban aferrados a la napa y alcanzan rindes elevados. Un caso solo de estos tiempos de cambio climático.
Ver: Los maíces tempranos le prenden una vela a la Santa Napa salvadora
“Yo digo que el período crítico es la siembra”, ratificó Pontacuarto. “Allí se deciden todos los factores ponderables, como la elección de híbrido, el plan de fertilización, la densidad, etcétera. Luego el cultivo de maíz es bastante noble en cuanto a manejo. Gracias a la biotecnología actual hay que controlar malezas hasta que cierra surco y enfermedades en floración”. Después pasa por los imponderables. Que no falte mucha agua.
Pontacuarto aclaró que en el avance genético en Argentina de maíz se compara al registrado a nivel mundial. “Estamos como en Estados Unidos”, dijo. En soja la situación es distinta. “Sin un marco regulatorio, hay varios eventos atrasados (Enlist de Dow y Xtend de Monsanto), esperando la ansiada Ley de semillas para salir a la cancha”, explicó.
En cuanto al trigo, cultivo que el productor ya tiene la cabeza para ver si siembra este año. Pontacuarto indicó que el chacarero hoy busca más que nada rendimiento, después piensa en calidad, para lo que no le debe faltar una adecuada fertilización (nitrógeno en suelo para el nivel de proteína en grano). También se fija que el ciclo se adapte a su zona.
En cuanto a los cuidados, el experto insistió que debe hacerse un buen control de malezas en la preemergencia del cultivo, ya que luego no hay graminicidas que no liquiden al cereal. Esta atención especial deberá continuar hasta que los macollos cierren el surco.
Por último, no menos importantes son las enfermedades de hoja, tallo y espiga. Las royas son los hongos que más degradan el rinde. “En los últimos años hubo grandes ataque de tres royas: anaranjada, amarilla y del tallo. Todas muy dañinas”, puntualizó el especialista de Don Mario. “La Roya amarilla casi no existía y el año pasado pegó fuerte. También hubo manchas foliares que se pueden controlar mejor al inicio del cultivo. De todas formas, aquellos precavidos que entraron justo y a tiempo a acabar con las pústulas de roya, obtuvieron rindes récord. Fueron frecuentes los lotes con más de 7 mil kilos por hectárea”, detalló Pontacuarto.
En síntesis: El clima define, pero la tecnología sin duda que ayuda.