En el revoleo de anuncios que se esperan para este lunes, como parte de un nuevo paquete para tratar de encarrilar la economía luego de la fuerte corrida cambiaria de los últimos días, ya se da por hecho que el perderá su rango el Ministerio de Agroindustria, que pasará a ser una secretaría posiblemente dependiente del Palacio de Hacienda, como ya sucedió un muchas otras etapas históricas.
La pérdida de jerarquía del área agropecuaria del gobierno nacional se dará a conoce junto a otra serie de fusiones y absorciones, que reducirá notablemente el número de ministerios con que cuenta actualmente el Poder Ejecutivo. La intención es dar una señal pública de austeridad en épocas de vacas flacas para la población. Y es que Mauricio Macri había comenzado su gestión, en diciembre de 2015, de modo totalmente opuesto: incrementando a más de 20 la cantidad de ministros en su Gabinete.
Agroindustria, en aquellos momentos inaugurales de la temporada “Cambiemos”, había zafado de los cambios. Esa cartera fue elevada de rango en octubre de 2009, cuando Cristina Fernández de Kirchner, luego del fuerte sopapo que le propinó el sector agropecuario en el conflicto de 2008, intentó una etapa de seducción de sectores rurales, para que el kirchnerismo ganara espacio en ese territorio desconocido y de paso dividir a la Mesa de Enlace.
Fue en aquel rapto productivo de 2009 que Cristina designó como flamante ministro al dirigente del peronismo bonaerense Julián Domínguez, a quien se debe fundamentalmente el salto geométrico en la cantidad de personal (y gasto público) del Ministerio. Domínguez asumió diciendo que “no sabía nada” sobre el sector y lo mismo sucedió más o menos con sus sucesor: el chubutense Norberto Yauhar. Distinto era el caso del ex titular del INTA, Carlos Casamiquela, el tercer ministro de la etapa kirchnerista, quien de todos modos nunca logró torcer la lógica imperante en aquel momento: la mayor parte de las decisiones que se tomaban en materia de política agropecuaria eran definidas o en a Casa Rosada, o en la AFIP, o en la Secretaría de Comercio, o en el Ministerio de Economía…
La alta dependencia para definir políticas continuó en la era Cambiemos, más allá de que los dos ministros agropecuarios de Macri provenían del riñón del ruralismo: primero fue el formoseño Ricardo Buryaile, un ex vicepresidente de CRA; y luego -desde noviebre de 2017- el cargo recayó nada más y nada menos que ene le presidente de la Sociedad Rural Argentina (SRA), Luis Miguel Etchevehere, quien asumió el cargo en medio de un escándalo político por el pago de un bono de 500 mil pesos por parte de esa entidad, al que luego debió renunciar.
Ahora la continuidad de Etchevehere está en duda. No solo por la degradación ministerial sino porque el paquete que anuciará el gobierno este lunes incluiría la reimplantación de retenciones masivas sobre los productor del campo, algo con lo que filosóficamente no comulga el ex dirigente de la SRA. En rigor, el último “pequeño gran triunfo político” de Etchevehere como integrante del Gabinete fue, hace pocos días, el 13 de agosto, poder evitar el zarpazo del ministro Dujovne sobre los productores, al establecerse solamente una pequeña suba de retenciones a los productos de la industria aceitera.
Cuando asumió en el cargo, una de las primeras medidas de Etchevehere fue reducir a la mitad el número de subsecretarías existentes en esa cartera y avanzar en una reducción del gasto público por vía de despidos masivos en esa repartición. Agroindustria inició el gobierno de Cambiemos con más de 5.000 empleados y actualmente, según datos oficiales, tiene poco más de 3.600. La última tanda de despidos, con 548 personas afectadas, se produjo el viernes, en medio de la corrida cambiaria.
¿Cambia algo realmente si Agroindustria pasa a ser ahora una simple secretaría dependiente del Ministerio de Hacienda o del del Producción, que sería lo más razonable? En otras etapas históricas ya sucedió y la verdad que las diferencias casi ni se notaron, pues en los hechos (aunque el organigrama marque otra cosa) siempre el núcleo duro de la política agropecuaria (al menos en lo que a retenciones se refiere) se definió en otros lados. Para Agroindustria siempre quedaron reservadas definiciones menores y casi domésticas.
Incluso, como bien contó Bichos de Campo hace unos meses, hubo una etapa histórica en que la cartera agropecuaria fue degradada al rando de Subsecretaría. Eso, que constituía una exageración para un país agropecuario como la Argentina, por suerte duró unos pocos días. Fue también en medio de una crisis, la fatídica crisis de 2001.
Ver “Los fantasmas del 2001” en la Noche de los Museos en Agroindustria
En todo caso, si acaso hubiera algo para celebrar en estas instancias críticas, es el dato de que en la purga ministerial que anunciaría el gobierno perderán relevancia y hasta sus puestos los dos coordinadores de la Jefatura de Gabinete que opinaban de modo permanente -y la mayoría de las veces de forma contraria a la de los ministros- sobre la política agropecuaria. Los dos laderos de Marcos Peña, Gustavo Lopetegui, especialmente él, y Mario Quintana, fueron quienes ejercieron en esta primera etapa del gobierno de Cambiemos las tareas de supervisión y control de la política que se ejecutaba en Agroindustria.
Ahora, a partir de la semana que se inicia, la identidad del Ministerio de Agroindustria quedará licuada nuevamente en el revoleo que sufrirá el gabinete de Macri. Quizás nadie se avive de su existencia y sea momento entonces de comenzar a diseñar una política agropecuaria sólida, a salvo de interventores.
El.payaso de Etchevehere se hubiera ido antes de dejar sin trabajo a tantas familias.