“Nací en Yokohama, cerca de Tokio, y viví hasta los dos años ahí, después nos fuimos a Chile y volvimos a Japón, donde pasamos unos tres años más, tengo muy lindos recuerdos”, relata Valentina Bisconti, ingeniera agrónoma, ex jugadora de hockey profesional, hoy en Bélgica trabajando como responsable Latam para una empresa belga de bioestimulantes.
Valentina es hija de David Bisconti, ex jugador de fútbol profesional. Su infancia fue acompañando el paso de club en club (Rosario Central, Yokohama Marinos, Universidad Católica, Avispa Fukuoka y Sagan Tosu, selección argentina). “Tuve la suerte de haber comprado campo antes de dejar de su jugar y cuando me retiré el campo fue mi refugio”, cuenta David. Hoy tienen cabaña de la raza aberdeen angus y hacen, junto a su esposa, algo de agricultura.
A la distancia, Valentina fue tomando un poco de todo eso que vivió en su infancia: el amor por el campo, la pasión por el deporte y la curiosidad por conocer nuevas culturas. Así fue que en 2015, mientras estaba estudiando, se fue tres meses a Berlín a jugar al hockey. Regresó, terminó la carrera y en 2019 se fue a Hamburgo. Pensó que eran unos meses, pero ya van tres años en los que pasó por Holanda y Bélgica, consiguió distintos trabajos e hizo un master en suelos. A continuación, parte de su camino…
-Cuando naciste tu viejo justo estaba jugando en Japón. ¿Qué te acordás de esa infancia nipona?
-Nací en Yokohama, cerca de Tokio, y hasta los dos años no me acuerdo de casi nada. Después nos fuimos a Chile hasta que volvimos a fines 1999 y nos quedamos hasta 2002. Hice jardín salita de cinco, primero y segundo grado en un colegio internacional donde se hablaba inglés. Me acuerdo el primer día que fui al jardín, yo muy tímida, no sabía inglés, sola en un rincón, con los compañeros nuevos que eran una mezcla de nacionalidades. Después, en el día a día, iba a natación, andábamos en la bici, me acuerdo de ir al estadio a ver a mi viejo, y los fines de semana de ir a los entrenamientos. Y estar todo el tiempo con una pelota. También hacíamos tenis, me quedaron muy lindos recuerdos.
-¿Cuál es tu historia vinculada al campo y la ruralidad?
-El contacto con el campo es de muy chica. Mi abuela por parte de mi madre son gente de campo, pero en 1994 mis viejos compraron un pedazo de campo en Murphy. Cuando volvimos a Argentina, yo tenía 8-9 años y recuerdo que íbamos mucho. Al campo y al pueblo.
-Llegó el momento de estudiar y elegiste agronomía ¿Tenías un plan B?
-La opción de agronomía era la más firme, después me daba vueltas kinesiología, muy ligado al deporte, o medicina… pero lejos. Fue agronomía y fue la mejor decisión. Estudié en Zavalla, tengo lindos recuerdos de las peñas, la gente, el pueblo, y una universidad es muy moderna.
-¿Te imaginaste alguna vez como jugadora de fútbol?
-Honestamente, podría haber sido una posibilidad. Si fuera hoy que el fútbol femenino tiene más protagonismo. Cuando volví de Japón mis viejos promovieron mucho que haga algún deporte. Y yo quería jugar al fútbol, en Japón, con 8-9 años, jugaba, pero amateur. En Argentina no era muy popular y entonces empecé hockey.
-¿Y de que jugabas en fútbol? ¿Rústica o lírica? ¿Cómo quién?
-Rustica noooo… para nada. Nunca me gustó mucho el contacto… soy medio maricona para eso. Que se yo, mido 1,60. No me acompaña el físico tampoco. En Holanda tuve la oportunidad de jugar en la universidad y me ponían de 5. Podría ser Xavi, Inesta. De la Premier de hoy “una” Enzo Fernández.
-Hablemos un toque de hockey que en definitiva es lo que te acompañó en esta salida al mundo. ¿Dónde jugabas en Argentina hasta que te fuiste y qué es para vos el hockey?
-En Argentina jugué siempre en el mismo club, el del colegio, Old Resian Club. ¿Qué es para mí? Creo que se fue transformando a medida que fui creciendo. Al principio era diversión y hacer amigas. A partir de los 14-15 vi que tenía ciertas cualidades que podía explotar y aprovechar y empecé a profesionalizar mi preparación. Tuve la oportunidad de participar de listas y estar en el Cenard (Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo), éramos “Leoncitas”. Yo quería ser una Leona, pero no llegaba. Después empecé la facultad, me dediqué a los estudios y el hockey dejó de ser el centro de mi vida. Y cuando estaba por terminar la universidad se me presentó la oportunidad de viajar a hacer una experiencia profesional afuera y se me abrieron muchas puertas con el hockey. Fue una llave que me abrió otras posibilidades.
-¿Cuándo y a dónde te fuiste por primera vez?
-La primera vez que me fui fue en 2015, cuando estaba estudiando, tres meses, a Berlín, con una amiga del club, a un equipo que se llamaba Zehlendorfer Wespen. Paramos en casas de familias alemanas, estuvo muy bueno. Pero la tenía a mi mamá que me decía que tenía que volver a terminar la carrera. Entonces me volví y terminé la carrera, pero quedé con la idea de poder irme de nuevo. Así llegó 2019, hablé con un par de entrenadores, mandé CV, videos, y di con el Harvestehuder Tennis and Hockey Club de Hamburgo donde me quedé tres años. La idea inicial fue ir unos meses, conocer la cultura, el idioma, y ya van seis años.
-Y estando ahí te llegó una propuesta de trabajo
-Si. De Rosario yo me fui con un trabajo en Geoagro, trabajaba de manera remota. Después, cuando surgió esta oportunidad ya en Alemania. Había una chica en el club de hockey que trabajaba para una empresa química de Hamburgo y justo estaban abriendo una posición en la parte de fertilizantes. Mandé un currículum y entré.
-¿Y qué empezaste a hacer?
Empecé a trabajar en la nutrición de cultivos. Éramos dos agrónomos, en un equipo chico, pero en una empresa muy grande. Ellos querían expandir el portfolio porque vendían muchos genéricos. Hice ensayos en Alemania, en España, Francia. Viajé por todos lados.
-¿Qué similitudes y diferencias te encontraste?
-La diferencia más grande son las dimensiones, porque en Argentina estamos acostumbrados a 100 hectáreas y acá son de 2-3 hectáreas. Y después los cultivos, en mi zona (sur de Santa Fe) se hacía trigo, maíz y soja. Y acá cero soja y mucha horticultura y fruticultura. Eran cultivos que había estudiado en la carrera, pero tuve que volver a repasarlos. Otra diferencia es con el uso de los insumos, por ejemplo, el de fertilizantes. ¡La cantidad de aplicaciones que hacen! Capaz que entran 4 veces a fertilizar el trigo. El estado subvenciona mucho, y ayuda mucho al productor. Parecido hay poco, porque son dos sistemas de producción bien distintos.
-Después te fuiste a Holanda a hacer un master en suelos. ¿Cómo fue esa experiencia?
-Fue una sumatoria de cosas, en Hamburgo hacía hace tres años que estaba y ya tenía ganas de cambiar, de conocer otra ciudad, otro país. Con el hockey llegó un punto que por un tema de lesiones no podía seguir jugando más y, en tercer lugar, siempre tuve ganas de hacer una maestría.
-¿Y por qué Holanda?
-Me acuerdo de que en 2017/18, cuando yo estaba en Argentina, vino un profesor de esta universidad de Holanda, la de Wageningen, a hablar sobre agricultura orgánica y me fascinó. Empecé a investigar, pero después quedó en la nada. En 2022, cuando me puse a investigar pude hacer el master en esa universidad que es número uno en temas ambientales. ¿Y por qué suelos? Porque venía trabajando en la parte de nutrición y fertilizantes, y el colega con el que trabajaba, que era mi jefe, era capo en suelos y me transmitió esas ganas. Fueron dos años.
-La última escala, por ahora, es Bruselas, Bélgica, donde estás desde diciembre de 2024. ¿Qué estás haciendo ahí?
-Cuando terminé la maestría en septiembre de 2024 estaba abierta a lo que salga. Nunca me imaginé que me iba a salir una muy buena oferta en Bélgica. Tuve las entrevistas y entré. Estoy trabajando en una empresa que se llama Fyteko, que es de biotecnología relacionada al agro. Soy gerente responsable del área Latam. Ellos producen bioestimulantes para tratamiento de semillas y tratamientos foliares en Bélgica, y, si bien son bastante conocidos en Europa, ahora están desarrollando Latinoamérica. Hay que probar el producto allá, convencer, desarrollar protocolos, toda una parte técnica.
-¿En qué cosas laburás que te entusiasmen?
-Mi base es muy técnica, entonces, lo que más me gusta es hacer agronomía, pensar y establecer protocolos, hacer un análisis de reportes, de resultados, no sólo de rendimientos. Estar en el campo, con el productor o el cliente.
-¿Qué le dirías a una amiga/o que te dice que anda con ganas de irse a laburar o estudiar afuera?
-Primero apoyaría que, si tienen ganas de salir del país lo hagan, que no tengan miedo. A mí me ayudó tener claro qué quería hacer y por qué. Durante seis años, siempre que iniciaba un nuevo proyecto, sea jugar el hockey, empezar la maestría o empezar un nuevo trabajo, establecía objetivos claros. No es ir a ver qué pasa. No te digo irse de Argentina con un trabajo en mano y un piso alquilado. Pero tener un horizonte. También que hay que adaptarse a las reglas del juego en distintos países, estar permeable, estar dispuesto a estar incómodo, y tener en cuenta que las cosas no van a salir bien siempre, puede salir mal y muy mal.
-¿Tuviste momentos que dijiste qué hago acá?
-Bastante frecuente se presenta esa pregunta, pero me ha ayudado a parar la bocha y replantearme las cosas, no seguir para adelante sin pensar en lo que estás haciendo. Es saludable. Vos pensá que yo me fui a jugar al hockey en 2019 y en marzo empezó la pandemia. Me tuve que quedar en Alemania. Fueron momentos duros. Después durante la maestría empecé con 28 años y acá es muy distinto, uno empieza con 22 años acá la maestría… era mucho más grande que mis compañeros. Me preguntaba si había tomado la decisión correcta.
-¿Cómo te fue siendo mujer?
-No he tenido experiencias incómodas, pero seguimos en un mundo machista y en el sector rural se acentúa un poco más. Algunos pueden pensar que en Europa están más avanzados, pero hay países latinoamericanos que están más avanzados que algunos de acá en este tema. Hay que ir haciéndose a los ponchazos, ser fuertes, firmes, porque te miran raro en algunos países cuando llega la agrónoma y no el agrónomo. Muchas veces sos la única mujer, en el campo, en una cena de negocios…
-¿Cómo es Bruselas para vivir?
-Vivo algo alejado del centro, que es bien turístico, como toda ciudad grande. Estoy 20 minutos en colectivo. De todos modos, no trabajo en Bruselas, sino en otra ciudad que está a 30-40 minutos de casa. A veces me voy en tren y otras veces con una colega en auto.
-¿Qué extrañás?
-De Argentina mi familia, mis padres y mis hermanas, extraño mucho a mi abuela, pero hablo siempre que puedo. Mis amigas, las chicas del club de hockey, los compañeros de agronomía. Extraño el fin de semana ir al club, el día a día, la gente en la calle. En estos países que estuve, Alemania, Holanda, Bélgica, más del norte de Europa, son más fríos. Por otro lado, me pasa que me pierdo ver crecer y envejecer a la gente querida, sea mis hermanas, o mis padres, mi abuela. Eso hay noches que no me deja dormir, porque ese tiempo que perdés no vuelve.
-¿Qué comidas extrañas?
-El asado. Cien por ciento.
-¿Qué lugar recomendarías para un argentino que quiera visitar la región o cercanías de donde estas?
-De Alemania, Hamburgo, es grande pero no es tan conocida, al norte de Alemania, es recomendable para ir en primavera-verano. En Holanda, Utrecht, una ciudad muy linda, con canales, dicen que es la mini Ámsterdam, con una estación central muy linda y moderna. Y en Bélgica, lo único que conozco es Bruselas, no he tenido tiempo aún de visitar otros lugares, pero dicen que Gante es linda. Y, obviamente, Brujas. A mí me gusta mucho también el norte de España, País Vasco que combina playa, montaña, ricas comidas.
-¿Qué saben de nosotros en esos países?
-Futbol, Messi o Maradona, dependiendo de la edad de la gente. Para nosotros, que nos creemos el centro del mundo, es un golpe de realidad. Muchas veces que no saben ni qué idioma hablamos, si portugués o español.
-¿Dónde estabas cuando jugaron Argentina y Holanda en el mundial de Qatar? Fue un partido picante…
-¡En Holanda! Fuimos con unos amigos a un bar que, obviamente, estaba lleno de holandeses. Había una pantalla grande, nos pusimos adelante, festejábamos el 2-0, después vino el empate, y se puso picante. Ellos son respetuosos, pero había alguno pasado de alcohol. Yo me fui para los penales porque si ganábamos no sabíamos qué pasaba y si perdíamos no quería estar ahí. Estaban super enojados. Decían que habíamos hecho trampa.
-Suponete que la Valentina que sos hoy, habiendo recorrido todo el camino que ya hiciste, está sentada al lado de la Valentina que estaba esperando el avión en el aeropuerto, con el palo de hockey para ir a Alemania. ¿Qué le dirías para ayudarla, para tranquilizarla, para allanarle el camino pensando en cosas que te salieron bien y otras que no tan bien?
-Yo estaba convencida con lo que quería hacer, pero tenía miedo, a no poder adaptarme, a no poder aprender el idioma, a no hacer amigos. Pero le diría que esté tranquila, que va a conocer gente linda, se va a hacer amigos, que mantenga la determinación, que siga sus sueños con los objetivos que quiere alcanzar y, por último, yo soy ansiosa, me gusta tener todo organizado, le diría que las cosas se van a ir dando poco a poco.
-¿Está en los planes volver?
-Nunca se sabe. Las vueltas de la vida, yo vine por tres meses y ya hace seis años que estoy. Lo que aprendí es a mantenerme abierta y flexible ante cualquier oportunidad y no descartarla de una. Obviamente, que en Argentina tenemos la familia y los amigos y me gustaría volver en algún momento. Hoy no sé cuándo. El tiempo dirá.
-¿Y volverías y trabajarías en el campo familiar?
-Eso lo valoro de mis padres, siempre hubo lugar para que trabaje en el campo pero nunca me obligaron a ir a trabajarlo. Me dieron libertad. Hoy, si volviera, me gustaría poder ayudar, colaborar en el negocio familiar.