Se encendieron las alarmas en el equipo económico comandado por el ministro Luis Caputo. El gobierno argentino fue a “pasar la gorra” a Washington y Pekín y volvió en ambos casos con las manos vacías.
Se necesita un gran “colchón” de divisas urgente para poder brindar margen de maniobra al Banco Central (BCRA) y algo de oxígeno adicional a los importadores. La única “canilla abierta” es la del agro. Pero los productores están mayormente sentados arriba de la soja.
Al pasado 24 de abril –último dato oficial publicado– las ventas de soja 2023/24 sumaban 13,56 millones de toneladas, una cifra equivalente al 26,6% a 27,1% de la cosecha total estimada para el presente año.
Se trata de una cifra, en términos relativos, inferior a la vigente un año atrás (28,1%), cuando un desastre climático liquidó más de la mitad de la producción prevista de la oleaginosa.
La situación actual es comparable a la presente en la campaña 2019/20, cuando, con una cosecha de soja de 48,7 millones de toneladas, en el actual momento del año los productores ya habían comprometido comercialmente el 41,5% de la cosecha esperada.
En cualquier caso, más allá de las particularidades de cada campaña, la situación registrada este año muestra un nivel de comercialización de soja es bajo en términos históricos, lo que se explica fundamentalmente por la suma de varios factores.
La caída del precio internacional de la soja, junto con un tipo de cambio atrasado, contribuyeron a potenciar el impacto del derecho de exportación del 33,0% vigente sobre el poroto de soja.
El dato clave además es que la mayor parte del volumen de soja 2023/24 comercializado hasta el momento no tiene precio hecho: de las 13,56 millones comprometidas, un total de 9,56 millones sigue pendiente de fijación, lo que indica que los valores actuales no convencen.
La mayoría de los empresarios agrícolas argentinos, en lo que respecta a granos gruesos, están optando por la venta de maíz para generar liquidez, mientras que la soja –como ha sucedido tradicionalmente en entornos inciertos– se gestiona como una reserva de valor. Al pasado 24 de abril se habían comprometido 17,24 millones de toneladas de maíz 2023/24, de las cuales 8,05 millones tenían precio abierto.
El bajo nivel relativo de ventas de soja complica los planes del ministro Luis Caputo, que para esta época esperaba un mayor volumen de mercadería comprometida, más allá de las dificultades climáticas que impiden en varias regiones la cosecha y el transporte de soja por caminos rurales intransitables.
Funcionarios del gobierno están intentando usar a economistas, analistas e influencers varios para comunicar que el tipo de cambio no sólo no se va a devaluar, sino que incluso se puede llegar a apreciar, lo que haría más conveniente vender la soja que se está cosechando ahora para invertir esa liquidez en otro tipo de activos (capacidades financieras que no todos los productores tienen).
Si bien está claro que el gobierno no planea implementar ninguna modificación impositiva en el transcurso de la campaña comercial 2023/24, así como tampoco quitar el cepo cambiario, lo cierto es que los fundamentos que explican la formación de los precios internacionales de la soja son tan complejos que no resulta sencillo tomar decisiones de venta.
Adicionalmente, vale mencionar que parte de la soja que no se comercializa no le pertenece en realidad a los empresarios agrícolas, sino a los propietarios de campo, quienes, en el marco de acuerdos específicos, deciden en qué momento liquidar la mercadería embolsada.