La inflación comenzó a desacelerarse, que no es lo mismo que bajar: la inflación nunca baja, porque si los precios bajaran estaríamos hablando de deflación. Pero tanto en la última medición de mayo como en una mirada de más largo plazo que implique el último año, los alimentos siguen ganándole al Índice de Precios al Consumidor (IPC) del INDEC.
El organismo estadístico registró una inflación del 4,2% para el mes de mayo, que fue la más baja (o la menos elevada) desde noviembre de 2022. Con ese movimiento, la inflación de los últimos 12 meses alcanzó el 276,4%. Mientras tanto, los alimentos aumentaron un 289,4% en el mismo lapso, desde mayo de 2023. Y el mes pasado crecieron levemente por encima del promedio, un 4,8%.
Un trabajo de David Miazzo para Coninagro que relata esta evolución de los precios incluye un interesante cuadro que permite dividir a los alimentos en dos grandes familias: los que le ganan a la inflación y los que están quedando retrasados respecto de ella. Este es un buen ejercicio porque permite suponer qué sectores productivos están quedando bien parados y cuáles no frente a este descalabro económico.
Como se puede notar allí con claridad hay un producto que desde mayo de 2023, es decir en el último año, aumentó el 638% en precios corrientes, lo que equivale a 96% en precios costantes. Es decir que superó por dos cuerpos la inflación y duplicó su valor real. Se trata del arroz, que viene de sufrir una grave merma productiva en la campaña 2023/24 debido a la sequía, y además se encuentra con gran demanda desde el exterior y a altos precios internacionales.
Entre los que más aumentaron en el último año, además de arroz, figuran la cebolla y la leche. En el otro extremos, los alimentos que se desvalorizaron más frente al IPC fueron la naranja, el azúcar y la papa, dice el informe.
Pero en el conjunto del rubro Alimentos, hay una leve revalorización de los mismos, que permite que también se registren movimientos en otras mediciones.
Por ejemplo, en el Índice de Precios en Origen y Destino (IPOD) elaborado por el sector de Economías Regionales de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME). Este indicador mide la distancia entre lo que cobra el productor y lo que paga el consumidor. En mayo esa brecha fue de 3,3 veces entre el campo (origen) y la góndola (destino). Es decir, el consumidor pagó $ 3,3 por cada $ 1 que recibió el productor.
Se trata de uno de los recorridos más reducidos en la larga historia que tiene esta medición de CAME. En mayo, en promedio, la participación del productor explicó el 34,4% de los precios de venta final de los alimentos, mostrando una mejoría relativa respecto de otros momentos históricos donde esa participación no llegaba al 30%.
El mes pasado, los productos con mayores brechas fueron el limón (11,8 veces), la mandarina (7,4), la carne de cerdo (5,9), la manzana roja (5,9) y la pera (5,5 veces).
“El mes de mayo se caracterizó por una marcada disparidad climática en todo el territorio nacional: jornadas de intensos fríos, heladas y lluvias se combinaron con días de temperaturas elevadas, por encima de las normales. Ante la consecuente baja en los volúmenes de ingreso al Mercado Central y una oferta marcada por diferentes calidades, se observó una mayor volatilidad en los precios de ciertos productos como el pimiento, el brócoli, el tomate y la lechuga”, explicó el informe de CAME.