La Mesa de Enlace celebrará este 11 de marzo sus “bodas de hilos”, como se conoce a los festejos por los doce años de casados. Ese día, pero en 2008, las cuatro entidades agropecuarias más tradicionales tuvieron que hacer el esfuerzo de limar sus asperezas históricas y armar un frente común, porque el gobierno de Cristina Fernández había dictado la Resolución 125, y prácticamente se quedaba con toda la rentabilidad de la soja y los otros cultivos.
La Mesa de Enlace, como aquellas buenas bandas de rock, hizo muy excelentes discos y tuvo momentos de gloria. Aquellos primeros años de historia fueron muy prolíficos y dejaron hitos que quedaron en la historia, como los dos multitudinarios recitales en el Monumento a la Bandera de Rosario y el Monumento a los Españoles, acá en Palermo. Sonaron canciones de protesta a más no poder.
Pero también hubo situaciones, como en la vida de cualquier gran cuarteto, donde sus integrantes desafinaban y hasta parecía que habían perdido la voz. El álbum que editaron durante el gobierno de Mauricio Macri, por ejemplo, estuvo repleto de pegajosas baladas románticas, de esas que no excitan a nadie ni convidan al baile. Las retenciones subían y ellos ni silbaban.
Bueno, han pasado doce años. Doce otoños y otras tantas cosechas de soja en las que el grupo no se desunió solamente porque la gente -su público- lo pedía. ¡Cómo no pedirle a la Mesa de Enlace que permanezca unida si la música de todos los gobierno siguió siendo la misma desde 2008 a la fecha! Muy altas retenciones sobre el cultivo que explica el 70% de los ingresos de los productores y por lo tanto su supervivencia.
Con Alberto parecía que íbamos a seguir así, en este especie de letargo creativo: Nuestros queridos músicos iban a tocar de vez en cuando porque conservaban cierta mística y todavía convocaban algo de público, al estilo de un Nito Mestre. Parecía que los líderes de CRA, la Sociedad Rural, Coninagro y Federación Agraria se iban a reunir ocasionalmente para la foto y alguna zapada, como para presentar a las autoridades sus benditos 16 puntos para una política agropecuaria (su disco más aburrido, sin dudas) o para recordar las viejas épocas de lustre. La despedida parecía más larga que la de los Chalchaleros.
Pero bueno, parece que el rock no se termina y que se reinventa cada vez que necesita. Y cuando suena el rock, se arma pogo.
En este momento la gente clama que sus ídolos se vuelvan a calzar las botas y se pongan los cintos con tachas. Este jueves, luego de que el gobierno de Alberto subiera otra vez las retenciones a la soja, para llevarlas en dos tramos a un peligroso 33% desde el 25% que tenían en diciembre, la gente reclama que vuelva el show.
Por eso, porque su público se lo pide, la Mesa de Enlace -desganada pero orgullosa- anunció una nueva gira. Este paro agropecuario, el primero de la era de Alberto, durará cuatro días, entre el lunes 9 y el jueves 12 de marzo, justo en la semana de la Expoagro. El miércoles 11, justo en el aniversario de la 125, las tribus de autoconvocados de todo el país prometen congregarse cerca de la exposición, acampando, como si fuera la antesala de un recital de los Redonditos de Ricota.
En los ensayos que se permitieron los protagonistas antes de decidir salir de nuevo a rodar con su baile, ocupados como estaban en otros menesteres, la banda sonó francamente mal. En los entretelones de la negociación de este contrato, ya sea sentados frente a Luis Basterra o frente al mismísimo Fernández, llegaron a parecerse más al grupo Locomía que a lo que ellos realmente representaban. De tan dividida que estaba, esta pesada del rock parecía que no pesaba nada. Tanto que el sueño de volver a verlos tocar unidos parecía un imposible. Tras la última reunión, con el nuevo esquema de retenciones ya confirmado, emitieron un tibio comunicado diciendo que iban a “tomarse un tiempo” para meditar y hablar con su bases.
Pero sus bases se los llevaban puestos, los reclamaban.
No pasó mucho hasta que el más convocante de los cuatro integrantes del grupo se puso firme: CRA había decidido el miércoles a la noche que comenzaría a tocar, aunque fuera en versión solista. El resto sintió el impacto de ese anuncio. Se sintieron como cuando Gustavo Cordera dejó su histórica banda y la Bersuit Vergarabat se quedó sin alma, sin mística, solo tocando para los recitales del kirchnerismo. “No te podés cortar solo”, le dijeron a CRA, que de todos modos tenía las cosas bastante claras.
De los cuatro, CRA es el rockero con mayor despliegue sobre el escenario: presentes en todo el territorio, sus 300 rurales de base clamaban por hacer algo, pues si no salían al ruedo seguirían perdiendo autoridad frente a un fenómeno antiguo pero a la vez novedoso: las presencia de productores “autoconvocados” o pequeños clubcitos de fans que convocaban más que ellos, los clubes oficiales, y hasta amenazaban quedarse con todo el negocio de la venta de remeras y otros souvenirs de la viaja banda, la gloriosa Mesa de Enlace y su lucha contra la 125. Tan revoltosos son estos fans que en el gobierno de Alberto le pifian de cabo a rabo ligándolos con la “oposición” política y el macrismo.
Por eso CRA amagó cortarse sola con la gira y por eso los otros tres integrantes de la banda se tuvieron que apurar. La gacetilla anunciando el “Paro Agropecuario 2020” estaba presta para salir primero a las nueve de la mañana de este jueves: era la eclosión de Serú Girán. Pero luego se postergó para las dos de la tarde y más adelante para las cuatro. Y así toda la tarde. Al cierre de esta edición todavía no se conocía el texto oficial, pues los otros tres rockeros daban el sí pero con condiciones. Que el cachet y la segmentación; que los camerinos y los créditos del Banco Nación. Que el orden de los temas.
¡Pero, viejo, parecés gagá! ¿No te das cuenta que tenés que cantar las canciones que la gente quiere escuchar?
Porque el pueblo quiere rock. Y aunque Alberto y sus funcionarios no lo entiendan (e insistan en escuchar su propia música, y encima con pesados auriculares que los aíslan del mundo), los productores sienten que el terreno es tan propicio que hasta se aguanta el retorno póstumo de Soda Stereo. Gracias totales.
Con el 33% de retenciones y desdoblamiento bancario, con la soja en 320 dólares y no en los 550 dólares de 2008, con la sequía de nuevo amenazante y las deudas que cargan desde la gran seca 2018, muchos de los de la pesada del rocanrol sienten que se les corta las chances de seguir siendo sujetos productivos, que ya no podrán bailar en este país agrario, pues la presión fiscal se torna insoportable y a muchos -sobre todo a los que alquilan y están más lejos de los puertos- estas retenciones le pega debajo de la línea de flotación.
Un fósforo y se arma quilombo.
Por eso, al cabo de algunos cabildeos, los cuatro integrantes de la banda más famosa del rock agropecuario finalmente filtraron el anuncio: habrá paro agropecuario de cuatro días, como en aquellos buenos tiempos en que la cofradía agropecuaria cerraba filas frente al destrato de la política y la cerrazón de un gobierno, que trabaja como custodio de los intereses de Ticketeck (el sistema financiero y los bonistas) y, mientras habla de crisis, no hace ningún esfuerzo por ajustar su propio gasto. Que a la cumbia nadie le pide nada, carajo.
Durante los recitales, el sonido que ofrecerá la banda no promete ser el de las mejores épocas: las gargantas ya están resecas y los músculos no responden como antes. Pero la gente quiere rock y los productores no se bancan una nueva tocada de culo. Es ese finalmente lo que da sentido a este regreso sin gloria.
Viejos y anquilosados, el programa que prometen los artistas será breve y previsible: no se venderán granos ni ganado durante cuatro días, en un recital que tendrá mucho de testimonial que de efectivo, y nos hará transpirar muy poco. Esperemos.
Igual nunca se sabe, porque son los de abajo, los de la pista, los de la popular y hasta los de la platea (la casa Rosada), quienes marcarán la intensidad del pogo.
Por si acaso, nuestros Rolling Stones criollos (porque los Beatles eran los otros) vuelven a salir a escena a cara descubierta. Pero en la trastienda guardan el maquillaje para, al estilo Kiss, pintarse la cara en el caso de que sea necesario.