Este sábado se realizará un tractorazo y marcha agropecuaria a la ciudad de Buenos Aires. Tiene motivaciones claramente emocionales para muchos productores que ya no soportan cómo administra las cosas este gobierno. Pero también tiene motivaciones económicas muy claras, porque, a pesar de los altísimos precios de los granos, no siempre producir resulta un negocio tan conveniente.
En los últimos días se han conocido las primeras estimaciones sobre la campaña 2022/23, que se iniciará con la siembra de los llamados cereales de invierno. Los precios del trigo, el más importante de esos cultivos, se han ido a las nubes especialmente desde la invasión de Rusia a Ucrania. Debería, por lo tanto, haber un clima de euforia a pocas semanas de la siembra. Pero sucede todo lo contrario.
Las primeras estimaciones de las bolsas de cereales sobre la próxima campaña 2022/23 no son promisorias. Los técnicos de la entidad cerealera de Buenos Aires han arrancado con un pronóstico de siembra de 6,5 millones de hectáreas, unas 200 mil menos que en la campaña anterior. En Rosario tienen una visión todavía más pesimista Para la región núcleo habla de una caída de 10% en el área sembrada y de la pérdida de hasta 2 millones de toneladas de producción.
¿Cómo se explica que los productores argentinos no siembren masivamente el trigo si este cereal ha tocado casi 400 dólares por tonelada en el mercado de Chicago? Es un ingreso muy superior que el promedio histórico, más cercano a los 250/300 dólares. Y en el caso del trigo el impacto de las retenciones sobre los números del negocio no es tan visible como con la soja, a la que le descuenten un 33% de retenciones. Con el cereal los derechos de exportación son de 12%, no deberían impactar tanto.
Antes de decidir la siembra, y porque no se chupan los dedos, los productores suelen hacer un análisis más profundo que este: suelen poner costos e ingresos proyectados en una planilla de márgenes agrícolas para ver la conveniencia o no de encarar la siembra de determinado cultivo; lo comparan con otras opciones. Los técnicos de la Bolsa de Cereales de Bahía Blanca, una zona determinante para el trigo, han hecho ese trabajo para diferentes zonas productivas, con potenciales de rendimiento y planteos productivos de diferente intensidad tecnológica.
Los resultados de estos “márgenes agrícolas” proyectados son, a pocas semanas del inicio de la siembra, muy útiles para entender por qué los productores no están de fiesta (como indicaría el sentido común frente a los altos precios) y cargan con dosis de malhumor y pesimismo que los impulsan-en algunos casos- hasta a marchar a Buenos Aires.
Las filas de este análisis que son más importantes para observar son las de resultados o margen bruto, que es el resultado de contrastar los costos directos de la siembra de trigo con los ingresos proyectados (en función de los precios y los rendimientos). Como se verá hay dos situaciones bien marcadas. El Margen Bruto es positivo en el caso de productores que siembren trigo en campo propio. Pero cuando a los diferentes planteos se le añade el costo del arrendamiento, los márgenes brutos comienzan a ser negativos.
Esto significa que, aún a pesar de los altos precios del trigo, los ingresos proyectados no llegan a ser suficientes para asegurar una rentabilidad adecuada a aquellos productores que encaren la siembra sobre campos alquilados. Por el contrario, perderían plata haciéndolo. Y recordemos aquí que se estima que entre el 60% y el 70% de la agricultura en la Argentina se realiza sobre campos alquilados.
¿Qué es lo que reduce el impacto de los altos precios? Pues los altos costos de sembrar. “El margen bruto en esta campaña es mayor en situación de campo propio, aunque los costos directos aumentaron significativamente (60%) respecto a la campaña anterior”, explican los analistas de la Bolsa de Bahía Blanca.
La siguiente tabla muestra que -guerra mediante- algunos costos han subido mucho más que los precios de los granos, y esto ha alterado la llamada relación insumo/producto (cuantos kilos de trigo se necesitan para pagar un kilo de fertilizante o agroquímico). Respecto del año pasado, los fertilizantes han subido de 100 a 150%. El herbicida glifosato lo hizo un 180%.
“El importante aumento en el precio de los cereales invernales (+37%) no llega a compensar el incremento del valor en los fertilizantes, disminuyendo la rentabilidad del uso de estos insumos”, se establece.
Si a estos costos el productor de trigo le agrega los costos de alquilar la superficie necesaria para sobrevivir, en la mayoría de los casos la ecuación resulta francamente desfavorable. “Los márgenes bajo arrendamiento son negativos, a excepción de la zona sur, debido al incremento en los costos de arrendamiento (tanto por la suba de los precios de commodities como por el incremento en el costo de arrendar en quintales de producto)”, define el informe de la Bolsa.
En el análisis se concluye que -en este escenario- ni los buenos precios ni el clima adecuado (“los buenos registros de precipitaciones ocurridos durante el mes de marzo y la primera quincena de abril en la región de influencia, permiten la recarga hídrica de los perfiles en el inicio de la nueva campaña”) serán suficientes como para convencer a los productores de sembrar más trigo.
“Las primeras intenciones de siembra relevada por el área de Estimaciones Agrícolas durante la última semana indican que la superficie de fina disminuiría con respecto al ciclo previo. Se proyecta una caída del área destinada al cultivo de trigo, siendo reemplazado en parte por cebada al tener mayores rindes potenciales y menor requerimiento de fertilizantes. Por otro lado en las zonas más productivas observamos que lotes de trigo serian destinados al cultivo de soja debido a un menor costo directo para su implantación”.