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El mundo demanda trigo y los mercados lo saben: los precios del cereal están por las nubes. El escenario de guerra entre dos de los principales jugadores del mercado internacional del cereal, como son Rusia y Ucrania, hacen temer una crisis de abastecimiento global en 2023. Y esta escenario constituye una oportunidad casi única para países con excedentes del cereal. Hay pocos: Canadá, Australia, Estados Unidos, Francia y la Argentina.
La Argentina tenía todo para hacer capote. Pero por una serie de factores internos y externos, dejará pasar la oportunidad y sus productores sembrarán menos trigo que el año pasado. ¿Cuánto menos? Según la primera estimación de la campaña 2022/23 realizada por la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, sería un leve ajuste, pero ajuste al fin. Justo cuando estaba todo dado para dar el zarpazo.
La Bolsa de Cereales comenzó a relevar las intenciones de siembra de trigo de los chacareros a fines de marzo, y su primera conclusión es que, a pocas semanas de iniciar la siembra, hay muy pocos estímulos para que crezca el área. Por el contrario, en su informe de precampaña habló de solo 6,5 millones de hectáreas, unas 200 mil menos que las 6,7 millones logradas en el cilco previo.
“Con el paso de las semanas se ha ido consolidando una leve tendencia negativa sobre el área que ocuparía el cultivo de trigo durante este nuevo ciclo. Entre los factores que explican la baja se encuentran los aumentos en los costos de insumos, la mejora relativa en los márgenes del cultivo de cebada, y especialmente las políticas domésticas que afectan al cultivo de trigo y la incertidumbre en relación a futuros cambios en las mismas”, dice con todas las letras el informe de los cerealeros. Al menos tuvieron la delicadeza de poner los factores internos en el tercer lugar en el orden de desaliento.
Todos saben que pesan más y que deberían estar al tope. Es imposible imaginar a los productores locales volcando muchas más hectáreas al trigo en un escenario donde parte del gobierno, encabezada por Cristina Kirchner y personificada por el secretario de Comercio, Roberto Feletti, está permanentemente hablando de imponer más retenciones e inventa fideicomisos que significan nuevas transferencias de ingresos de los productores a otros eslabones de la cadena.
Enfrente, la tibia resistencia que ofrece el otro sector -el del presidente Alberto Fernández y su ministro de Agricultura, Julián Domínguez- brinda las bases para tener más miedo todavía. Nadie se planta seriamente para dar certezas a los productores y así las cosas el mercado de trigo (así como el de maíz) están virtualmente intervenidos desde fines de 2021, con la imposición de “volúmenes de equilibrio” o finalmente un cepo a las exportaciones.
La Bosa, con delicadeza, ahora traduce ese escenario un dato fatal para las apetencias argentinas de lograr una mayor cantidad de divisas de sus exportaciones de trigo el próximo año.
“El escenario previsto a pocas semanas de comenzar la nueva campaña permite proyectar la superficie a ocupar con trigo en 6.500.000 hectáreas, reflejando una reducción interanual del área a sembrar de 200.000 hectáreas. La actual proyección de superficie, a pesar de reflejar una caída interanual del 3%, ubica el área que se destinaría al principal cereal de invierno por encima del promedio de siembra de las últimas cinco campañas”, se consuela.
En rigor, si se confirman las 6,5 millones de hectáreas de siembra calculadas preliminarmente por la Bolsa de Cereales, sería la “cuarta mayor superficie implantada” desde que comenzó el milenio. Igual, la evolución dependerá finalmente de cómo se comporte el clima en las próximas semanas.
Por ahora, el informe de la Bolsa enumera una serie de indicardores que juegan a favor y en contra de la siembra del cereal:
- Un escenario climático global en transición de “La Niña Débil” hacia un “Neutral Frío”.
- Elevados costos de insumos claves para el paquete tecnológico aplicado al cultivo.
- Dificultades para el abastecimiento de fertilizantes y combustibles.
- Políticas de derechos de exportación y restricciones comerciales que impactan sobre los precios recibidos y el normal funcionamiento de los mercados.
- Expectativas de nuevos cambios en estas políticas y mayores restricciones.
- Una mayor intención de siembra de cebada, principal competidor del trigo sobre el extremo sur de la región agrícola. Esta intención estaría traccionada por los mayores precios de la cebada, las ventajas que posee este cereal para los planteos de soja de segunda, y las menores expectativas de intervención sobre el cultivo a través de políticas públicas.
“Si bien este conjunto de factores podría traccionar una mayor caída interanual del área sembrada, existen otros factores que atemperan la caída”, aclaró el informe. Y citó:
- Un favorable escenario de precios para el trigo y expectativas positivas ante la situación del mercado internacional.
- Buen desempeño del trigo ante escenarios climáticos adversos, con buenos rendimientos recolectados durante el ciclo previo, a pesar del impacto climático de “La Niña” durante el ciclo 2021/22.
- El rol del cultivo en la rotación y los servicios que brinda al sistema productivo.
- La posibilidad de ajustar la inversión en tecnología, gracias a la diversificación en la aplicación de fertilizantes a la siembra o en macollaje, permitiendo de esta forma ajustar dosis en función de la evolución del clima y el potencial del cultivo.
Por otro lado, la Bolsa de Cereales corrigió en su informe la estimación de área sembrada en la última campaña, que se elevó a 6,7 millones de hectáreas. “En términos de producción, bajo este nuevo escenario ajustado, la estimación del volumen acumulado durante el ciclo previo asciende a 22,4 millones de toneladas”, aclararon los técnicos.
Esto implica que el año pasado se obtuvo un elevado rendimiento promedio de más de 33 quintales por hectárea sembrada con trigo, que será muy difícil de igualar en el nuevo período salvo que se repita el clima excepcional que se registro en 2021, durante la etapa crítica para el trigo, y las posibilidades de fertilización, cosa que también parece improbable por el fuerte alza del costo de dichos insumos.
Esto corre por cuenta de Bichos de Campo: Si se repitiera un rendimiento más normal de 30 quintales por hectárea, la producción podría llegar a 19 millones de toneladas, un 10/15% por debajo de la del último ciclo agrícola. Será más que suficiente para abastecer el mercado doméstico (que reclaman unas 7 millones de toneladas anuales), pero se reducirá el saldo exportable del cereal justo en un escenario de altos precios.
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