El proyecto Trama Viva nació en 2015 motorizado por tres agentes de INTA Santiago del Estero con el objeto de abordar de modo integral la “trama” del algodón en las zonas de Atamisqui, Loreto y Figueroa. Hace cinco años, como ahora, Santiago del Estero ya ocupaba el primer lugar en producción de algodón. Y el INTA ya era uno de los principales generadores de variedades para ese cultivo. Pero algo no cerraba para los pequeños productores que tradicionalmente llevaban a cabo ese cultivo y ahora se quedaban afuera por una cuestión de escalas.
Por eso el proyecto Trama Viva se propuso hacer junto a ellos algo bastante difícil de lograr: un algodón que prescinda de insumos químicos y que pudiera ser considerado como “agroecológico”.
Llevaron adelante este proyecto Valeria Paz, técnica en ciencias sociales y responsable de la Unidad de Extensión del INTA en Loreto; Adiberto Céspedes, técnico agrónomo de la Unidad de Extensión del INTA en Figueroa; y Néstor Gómez, ingeniero agrónomo e investigador en nutrición y algodón, que integra el grupo de producción vegetal. Todos, de INTA Santiago. Con ellos habló Bichos de Campo.
-Valeria, ¿cómo nació este proyecto?
-Comenzamos con artesanos y artesanas que tejen en telares ancestrales (se los llama teleros y teleras), de la zona de Atamisqui, Loreto y Figueroa, junto a la marca Somos Fibra del INTA, que promueve un comercio justo, en la confección de chales, caminos de mesa, mantas y demás. Pero pronto vimos la necesidad de abordar también la producción primaria del algodón, para poder cerrar el ciclo completo. Comenzamos en los lotes de las familias, porque hace 15 años se había perdido el trabajo manual de los campesinos de la agricultura familiar, de siembra y de cosecha. Nos propusimos recuperar los saberes ancestrales de las teleras y de los agricultores, aportando un enfoque agroecológico, de modo que agregábamos valor.
-¿Pero esto no implica ir medio en contra de la corriente, estar en contra de la industrialización?
-El INTA está tratando de recuperar la vieja usanza manual, con el objeto de recuperar la mano de obra, el trabajo, para los pequeños productores de la agricultura familiar campesina, que no poseen poder adquisitivo para mecanizarse, y este modo requiere una mínima inversión, además de que los lotes requieren de una mínima labranza. Pero este año comenzaremos a nivel industrial para la obtención de hilos y telas, para confeccionar ropa de bebé, ropa interior y camisas. En segundo lugar nos ocupamos de la comercialización y de la promoción de un consumo responsable, de los productos textiles como de los alimentos, que también producen los agricultores ecológicos. Porque junto al algodón, cultivan maíz, sorgo, calabaza, sandía, melón.
-¿Cómo se reparten las tareas?
-Néstor y Adiberto se dedican al seguimiento y asesoramiento técnico de los productores en sus cultivos y yo me dedico al agregado de valor, la comercialización y la comunicación.
-Néstor ¿cómo es el proceso a campo del algodón agroecológico?
-Antes el algodón se cosechaba a mano. Hoy se desfolia con agroquímicos, se le caen todas las hojas, se les abren los capullos y se pasa la cosechadora. En nuestro caso necesitamos hacer cosecha manual -con hasta dos pasadas por persona- para que se pueda sacar fácilmente, desmotar a mano, es decir, separar la fibra de la planta de algodón. De ese modo, luego las teleras puedan hilar con rueca o con huso. El hilo sale del capullo de algodón. Porque también se estaba perdiendo el conocimiento del arte textil en telar de mano, artesanal.
-Hay varias semillas transgénicas en el cultivo masivo del algodón. ¿De dónde obtuvieron ustedes las semillas?
-Nos propusimos fortalecer el sistema productivo recuperando la propia semilla de algodón. Contactamos al ingeniero Tcach, responsable genetista del Banco de Germoplasma de la Experimental del INTA Sáenz Peña, Chaco, quien nos facilitó 23 kilos de semillas de la variedad Guazuncho 3, con lo que realizamos la primera campaña. En toda la región algodonera, se venía usando la Guazuncho 2000 RR, y en menor medida, la Quebracho, la Porá, en Chaco, pero hicimos investigaciones y nos resultó mucho mejor la Guazuncho 3, que es la última variedad no transgénica del INTA, que apareció en el mercado, allá por 1996. Es una ventaja recuperar la propia semilla.
-¿Y cómo tratan esa semilla?
-Si bien este algodón surge en zonas de riego como la de Figueroa, también crece en zonas marginales, de secano o bajo riego, donde usan poca agua, como Atamisqui o Loreto. A la semilla se le hace un deslindado artesanal para lograr cierta uniformidad en la siembra, porque si no la pelusa provoca que se apelmace una semilla con otra. Para esto le hacemos un flambeado, le aplicamos fuego con alcohol para quemarle las pelusas. En nuestra zona se siembra a partir de octubre hasta marzo, abril o mayo, que se cosecha. Entre 150 a 180 días, de acuerdo a las condiciones ambientales.
-¿Pero en esta época, con malezas resistentes muy generalizadas, sigue siendo posible producir algodón agroecológico sin el uso de agroquímicos?
-Sí, es posible, porque se trabaja en pequeñas superficies y se puede lograr un control de las malezas sin agroquímicos. Y hay estudios que explican que es beneficioso ecológicamente, dejar algunas malezas, además de asociar el cultivo de algodón con maíces criollos o cucurbitáceas criollas –sandía, melón, zapallo- que los campesinos vienen manteniendo por generaciones, para que se forme un ambiente ecológico y se controlen las plagas sin agroquímicos. De este modo se puede hacer rendir a la tierra en cuanto a cultivos, porque se bajan costos y se agregan rindes, con los cultivos asociados, por ejemplo, lo que nos permite complementar con los alimentos.
-¿Cuántos productores participan de este proyecto?
-Participan 15 productores que no tiene más de 3 hectáreas cada uno. En la primera campaña se cosecharon 70 kilos, en la segunda, 600, luego 6000 y ahora proyectamos cosechar unas 20 toneladas en total. De esa cantidad, el 35% o 40% se destina a fibra. Debemos llegar a obtener 7000 kilos de fibra, de los cuales destinemos 2000 a 2500 kilos a la elaboración artesanal, y el resto a la industria. Estamos participando de una mesa nacional de fibra. La idea es ayudar como INTA a constituir una forma jurídica que proteja este sistema productivo de modo cooperativo, acompañando también a técnicos independientes, a diseñadoras.
-¿Al pasar del sistema convencional al agroecológico, los rendimientos caen mucho?
-Depende del manejo que se le de al cultivo, ya que en el agroecológico, es producido en forma manual en un 80%: el riego, la siembra, la cosecha. Se usa maquinaria solo para preparar el suelo. Casi ningún insumo es comprado. Estamos haciendo tratativas para adquirir herramientas semi-mecanizadas para el desmote y el enfardado.
-¿Piensan conseguir una certificación orgánica para el algodón?
-Por ahora tenemos un sistema participativo de garantías para las producciones agroecológicas. Tenemos el plan de certificarlos. Recibimos una visita de pre-certificación y nos dijeron que tenemos todas las condiciones para poder alcanzar la certificación.
-¿Y qué gana el productor con este proyecto?
-Es muy positivo tanto para los productores primarios como para las teleras. Mejoran sus posibilidades de venta, sus precios, bajan costos, etcétera. Apuntamos a llegar al nivel industrial, con tela para camisería, porque ahora sólo estamos en un nivel preindustrial.
-¿Y cuál es el objetivo final? Imagino que el objetivo es que con los años en el mercado se imponga, por ejemplo, una camisa de “algodón agroecológico”…
-Sí, claro, sustentado con el mensaje de volver a la naturaleza. Explicamos que el algodón agroecológico se produce en armonía con la naturaleza, sin agroquímicos, y que los consumidores conozcan la trazabilidad de los productos y que tengan un precio justo por el cual todos ganen bien en la cadena de valor.
Mirá la entrevista con Valeria Paz y Néstor Gómez: