Durante una recorrida por uno de los campos que asesora, el ingeniero agrónomo Martín Marzetti, oriundo de la localidad santafecina de Gálvez, se encontró con el peor escenario: el estrés térmico e hídrico por el que vienen transitando los distintos lotes de soja hizo que sus raíces no se desarrollaran de manera adecuada. “Con raíz de hidroponía, pero a cielo abierto”, ironizó, lamentándose, en un posteo realizado en redes sociales.
Con raíz de hidroponía, pero a cielo abierto. Complicado. pic.twitter.com/1Af3nzBaqI
— Martín Marzetti (@MartinMarzetti) February 17, 2022
“Por lo que se ve, el suelo está compactado y las raíces no bajan de los cinco centímetros de profundidad. En años húmedos se disimula porque la raíz puede bajar, pero años secos es muy notorio el efecto adverso”, dijo a Bichos de Campo Marzetti.
“Donde está duro, la raíz no baja y la planta se queda tomando agua de un ‘vasito’ de cinco centímetros. Por eso lo comparé con la hidroponía. En ese sistema, la raíz no se desarrolla porque está en contacto con agua todos los días y eso en un lote agrícola no puede pasar”, añadió.
En situaciones normales, la raíz de la soja, que es pivotante, es decir que va centralmente hacia abajo en un eje vertical recto, puede llegar hasta los dos metros de profundidad. En este caso, las raíces se “doblaron” buscando alguna grieta para penetrar, pero no llegan a superar la primera capa del suelo.
“Aquí se dan dos cosas: el estrés generalizado por la falta de lluvias y la compactación del suelo que hace que las raíces no puedan profundizar. No es que es un problema de ese lote en particular, porque lo estuve viendo en muchos otros lugares. Más allá de la sequía, hay un problema de compactación que si no estuviera se pasaría mucho más fácil el estrés”, señaló el agrónomo.
Ahora bien, ¿cómo se llega a esa situación? No hay una única respuesta, dado que se trata de múltiples factores. Puede deberse tanto a la falta de rotaciones con gramíneas como al perfil natural del suelo, que en esa zona de Santa Fe se caracteriza por tener mucho limo (un tipo de sedimento). Eso, combinado con la falta de lluvias (en diciembre se registraron apenas 20 milímetros, en enero repuntó con 130, pero en febrero volvió a caer), generó un ambiente poco amigable para el normal desarrollo del cultivo de soja.
El problema generará un impacto en el rendimiento del cultivo, que tendrá chauchas con menos porotos o porotos de menor tamaño. Si se tratara de otro cultivo, como el maíz, el peso de la planta y la debilidad de la raíz podrían provocar además que la misma se voltee ante la mínima ráfaga de viento. En este caso, dado que la planta de soja está muy cerca del suelo, eso es poco probable.
-¿Hay forma de revertir esto?- le preguntamos a Marzetti.
-Hay situaciones que son reversibles sólo cambiando la rotación y, en otros casos, hay que usar métodos mecánicos que acompañen a un sistema con mejores rotaciones. Se pueden ir sacando muestras del perfil del suelo en distintos lugares del lote y decidir que método utilizar. Si la compactación es muy alta, se va a tener que usar un método mecánico, que no implica la vuelta a la labranza convencional, sino a la utilización de máquinas específicas para estas situaciones, porque sólo con las raíces el proceso de reacomodamiento podría llevar más de treinta años.