La Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) emitió un informe con la evaluación de los primeros daños provocados por la sequía sobre los cultivos de soja y maíz. En términos globales calculó que el sector productor perderá ingresos por 2.930 millones de dólares; que en total, el impacto sobre la economía sería de 4.800 millones de dólares (un 1% del PBI potencial); o que dejarán de ingresar al país 2.665 millones de dólares por exportaciones.
Son todos cálculos que obviamente podrán se peores o mejores dependiendo de dos factores: podrían agudizarse si los rendimientos esperados des los cultivos de soja y maíz siguen cayendo por la falta de agua, aunque podrían atemperarse si los precios de los granos que finalmente cosecha la Argentina siguen subiendo de precio en los mercados internacionales.
¿Pero qué sucede con un productor que en septiembre pasado se animó a sembrar soja de primera y ahora, pocos meses después, sufre este escenario de sequía?
Esta planilla de márgenes agrícolas proyectados para una soja de primera y para una soja de segunda muestra que el gringo que se animó a sembrar el cultivo en un campo arrendado y fue alcanzado por la sequía (que redujo la expectativa de rendimientos de 4’0 a 32 quintales en una soja de primera, y de 30 a 25 quintales en una soja de segunda), estará perdiendo dinero a pesar de que los precios de la oleaginosa subieron de 318 a 364 dólares por tonelada en estos pocos meses.
“Si bien el precio en Matba-Rofex de la soja a cosecha (mayo 2022) aumentó un 14% entre septiembre del año pasado y enero de 2022, el rinde de la soja ya perdió en promedio un 19% respecto al potencial con el que se hacían cuentas al momento de plantear las siembras 2021/22”, define el informe. Estas dos variables en movimiento impactan sobre los números finales del negocio de cada productor.
Define el ejercicio de la BCR que piensa en el actor micro -el productor- que “con estos números, el ingreso bruto total esperado por hectárea sembrada ha perdido un 7% en el caso de la soja y un 10% en el caso del maíz, ponderando por la cantidad de hectáreas sembradas de cada variedad”.
“Con estos números, el productor propietario de la tierra ha perdido en términos netos 139 dólares por cada hectárea que sembró con soja de primera, y 93 dólares por cada hectárea que sembró con soja de segunda”, resume la BCR en este cálculo intrapredial.
En un campo propio, la situación se disimula y el productor que antes podía obtener unos 503 dólares por hectárea ahora obtendría 364 dólares por el impacto de la sequía. Pero si ese mismo productor sembró soja de primera en un campo alquilado, su resultado ya aparece negativo en 138 dólares por hectárea.
En este ejercicio de la BCR se consideró que la mitad de la soja se hace sobre campos arrendados. Pero hay muchos analistas y estudiosos que estiman que ese porcentaje en realidad es más elevado y supera el 70% de la superficie total.
Haciendo el mismo ejercicio para el maíz, la pérdida provocada por la sequía asciende a 221 dólares por hectárea implantada con maíz temprano, y a 390 dólares por hectárea sembrada con maíz tardío. A pesar de eso, en campo propio los márgenes siguen siendo positivos.
Pero si el productor es arrendatario vuelven los rojos. La caída del margen neto asciende a 319 dólares por cada hectárea destinada a maíz de primera y 312 dólares por cada hectárea que sembró con maíz tardío. En este caso, el productor arrendatario tendría un margen negativo de 377 dólares por hectárea.
Es en este escenario donde los chacareros suelen acordarse de las retenciones, que en estas planillas no están expresadas, pero que se descuentan del precio internacional para reducir aquí en cerca de unos 200 dólares por toneladas (600 dólares por hectárea o más) los ingresos brutos de quienes asumen todo el riesgo climático y de mercado, mientras el estado que las cobra suele mirar para otro lado.