Tras la asamblea de productores realizada este sábado en Armstrong, la novedad política es que la Mesa de Enlace, de nuevo maltrecha y medio dividida, decidió dar por concluida una etapa en la que probó sin nada de suerte negociar con el gobierno de Alberto y Cristina: esta apuesta al diálogo salió definitivamente mal, porque se mantuvieron las retenciones y el comercio de productos agropecuarios se llenó de cepos e intervenciones, mientras fueron empeorando las condiciones económicas en las que los productores producen.
Esa etapa conciliadora duró exactamente seis meses, medio año, y tuvo un elevado costo para todos. Se inició el pasado 9 de julio, en ocasión de un masivo acto en San Nicolás que reunió a nada menos que unas 50 mil personas. Y concluyó este 8 de enero, con una nueva convocatoria que pudo atraer apenas a una mínima expresión de aquello. El cielo y el infierno en un semestre: en este segunda protesta la gente no alcanzaba ni para llenar la rotonda de acceso a la localidad de Armstrong, en Santa Fe. Con suerte y buen humor, se convocaron apenas unos 200 productores.
-Ché Matías, ¿cómo vas a titular tu nota?- me preguntó de entrada uno de los “autoconvocados” que participó tanto en la organización de aquel masivo acto del 9 de julio como en esta pobrísima convocatoria del 8 de enero.
-Este es un concierto de debilidades- le contesté improvisando. Pero con el transcurso de la reunión también fui advirtiendo que no sería un mal título, pues resumía bien la situación.
Los dirigentes nacionales del agro, débiles frente a sus bases tras el fracaso de la etapa negociadora que encararon con el gobierno (y que se potenció sobre todo a partir de la llegada al gobierno de Julián Domínguez al Ministerio de Agricultura), concurrieron a una asamblea donde se suponía que los productores los escarmentarían por haber creído que frente al kirchnerismo existían otras alternativas más que la lucha franca, cuerpo a cuerpo, como en 2008. Pero los productores que iban a retar a sus dirigentes finalmente fueron tan pocos que tampoco tuvieron autoridad suficiente como para hacerlo.
Entonces, unos y otros, quedaron de nuevo en pampa y la vía: desnudos, débiles, repletos de internas y reproches, sin poder visible de fuego, declamando una intensificación de la protesta agropecuaria que no parece por ahora tener cauce.
“Si lo que hemos hecho hasta ahora no dio resultados, vamos a corregir el rumbo e ir hacia lo que ustedes proponen”, dijo Jorge Chemes, el presidente de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA) que soportó estoico junto a sus pares de Federación Agraria, Carlos Achetoni; y de la Sociedad Rural Argentina (SRA), Nicolás Pino, no solo los fuertes rayos de sol sino además muchos reproches de una veintena de productores -sobre todo de los grupos de autoconvocados- que se fueron pasando el micrófono para tener su minuto de caótica catarsis.
¿Por qué fueron tantos productores al acto de San Nicolás? “Hartazgo”, fue la palabra más escuchada
Pero el que peor lo pasó fue el representante de Coninagro, Lucas Magnano, un dirigente de una cooperativa agrícola de Santa Fe que cubrió con hidalguía la ausencia tanto del presidente de esa entidad, el mendocino Carlos Iannizzoto, como de su vicepresidente Elbio Laucirica, quien quedó aislado por un contacto estrecho de Covid.
Es que muchos productores llegaron a pedir la expulsión lisa y llama de Coninagro de la Mesa de Enlace, pues la consideran funcional a los intereses del gobierno y de sectores más concentrados de la cadena agrícola. Es otra postal de lo maltrecho que quedó el bloque agropecuario en solo seis meses, porque la confederación cooperativa decidió no seguir a las otras tres en la abrupta salida de la Mesa de Enlace del Consejo Agroindustria Argentino (CAA), el conglomerado de 64 entidades y cámaras del sector (ahora quedaron 61) que ha venido negociando con el gobierno en torno a una ley agroindustrial que mucho se promete pero todavía no prospera.
Todos necesitados: los unos y los otros: los dirigentes de la Mesa de Enlace necesitados de recuperar algo de confianza de sus dirigidos y los pocos productores que los enjuiciaban necesitados de señales concretas para creer que la etapa de diálogo había llegado a su fin y renacía aquella epopeya agropecuaria que como en 2008 sería capaz de hacer retroceder al kirchnerismo y de convocar a miles de personas, como había sucedido hace unos pocos meses, escasos seis, en el acto de San Nicolás.
En ese concierto de necesidades se escucharon entonces todo tipo de propuestas para reanudar la temporada de protestas agropecuarias. Algunas eran racionales, como la que hizo Nicolás Pino, el líder de la SRA, para reclamar al gobierno o a la justicia por la supuesta “inconstitucionalidad” de las retenciones vigentes, ya que el 31 de diciembre -y con la frustrada ley de Presupuesto 2021- se cayó la cesión hecha por el Congreso al Ejecutivo para fijar unilateralmente las alícuotas de ese tributo.
Otras fueron mucho más pasionales: desde un nuevo paro agropecuario que incluya la no venta de granos y ganado, hasta reanudar los piquetes y cortes de ruta, hasta no sembrar cultivos de invierno -como el trigo- a mediados de 2022 para que el gobierno sienta el impacto.
En todo caso lo que la Mesa de Enlace logró a pesar de los reproches es seguir al mando del conflicto y un poco más de tiempo para ordenarse en cuanto a fechas y modalidades. Fue Achetoni, de la FAA, el que propuso a los asistentes volver a hacer una asamblea en febrero, para allí si votar una suerte de ultimátum para el gobierno antes de iniciar las medidas de fuerza concretas. El lugar elegido está cargado de simbolismo: se propuso la localidad de Alcorta, donde en 1912 se produjo el histórico Grito, la primera rebelión de los chacareros.
-¿Irá gente ese día?- se preguntó uno con buen tino, en función de la escasa convocatoria lograda en Armstrong por los productores.
Varios se envalentonaron pensando en repetir un acto multitudinario como el del 9 de julio o todavía más grande. Evalúan que ahora que la Mesa de Enlace decidió volver a ponerse al frente de la protesta, más y más productores se irán sumando porque la situación no da para mucho más: en materia ganadera, sigue firme el cepo a la carne, y en materia agrícola persisten las retenciones y una fuerte presión fiscal, mientras que se limitan las exportaciones de trigo y maíz y la brecha cambiaria hace todavía más estragos en los márgenes de los productores, que venden sus granos al dólar oficial pero están pagando insumos al valor del dólar blue.
“Y si la sequía aprieta y comienza a provocar daños severos a los cultivos, ni te cuento. Los gringos van a empezar a aparecer de todos lados”, agregó un dirigente entusiasmado con el regreso a la protesta.