“Prefiero que no me digan domador porque perdería el horizonte o la expectativa de seguir creciendo”, sentencia Manuel Samartino quien ejerce el oficio de los domadores y en el 2020, en plena pandemia, abrió su centro de doma “La Gallareta”. Lo armó dentro de su campo familiar, de 128 hectáreas, donde vive con su familia desde hace veinte años. Ubicado sobre la ruta 60, camino a Udaquiola, a 18 kilómetros de Rauch, destina 80 hectáreas a agricultura y además tiene una pequeña cabaña de toros.
Manuel estuvo siempre ligado al campo y con cierto “atrevimiento” y gusto por los caballos, tanto que jugó varios años al pato y participó de jineteadas. Durante la pandemia le sobraba tiempo y notó que podría ocuparlo en crear un centro de doma, como actividad complementaria a la de los toros. Pero para dar ese paso necesitaba ayuda y convocó a un amigo, con gran experiencia en doma, Manuel Vázquez (26). Luego sumó a Braian Maquirriain (18) y también lo ayuda su hijo Manuel (15), quien alterna con el colegio secundario. Así fue que se lanzó a crear este centro, en el que vio la alternativa de montar algo más profesionalizado. Su amigo Adrián Brescia, criador de criollos, lo ayudó mucho en los comienzos y ahora le confía sus caballos.
Este avezado jinete nos explica: “En un centro de doma se reciben los caballos ‘potros’ -que son los chúcaros, aquellos que han tenido muy poco contacto con personas- para amansarlos, hacerlos andar y sacar `buenos` caballos”.
Mirá la entrevista con Manuel Samartino (en el video lamentáblemente el apellido quedó mal escrito)
“Todo caballo es bueno en cuanto a poseer una función para interactuar con el ser humano. El centro de doma debe tener la capacidad de sacar el 100% de esa potencialidad que cada caballo tiene para interactuar con las personas. Habrá caballos que resultarán muy mansos para un chico que recién empieza y otros que terminarán corriendo un `Freno de oro`. Ésta última sería la parte más técnica, de excelencia, dedicada a caballos criollos, en cuanto a pruebas funcionales”, agrega. El Freno de Oro es la principal competencia que tienen los criadores de caballos criollos en la Argentina.
Manuel señala que hay diferentes sistemas de doma. Del conocido, que vemos por televisión donde se forcejea con el animal, se utilizan algunas técnicas. Pero hoy básicamente se trata de no forcejear con el caballo, sino de interactuar con él, tratando de comprenderlo y de enseñarle, con los tiempos que el animal precisa.
“Comúnmente se puede tardar de 6 meses a un año, pero hay caballos que a los 4 meses ya están listos, todo depende para qué y de las dotes del caballo”, explica Manuel y continúa: “Hoy se trata al caballo con la misma experiencia que tenemos en la educación humana, donde todo lo que se nos enseñe de mala manera nos producirá cierto rechazo. Lo que se le enseña al caballo de buena manera, lo asimilará bien”.
“Se trata de demostrar al animal que uno no es su enemigo, sino lo contrario. Todos los caballos son diferentes y cada uno sirve para algo diferente. Y la habilidad del domador consiste en tener la capacidad de, por ejemplo, si te entregaran a un `Messi`, no desaprovechar la oportunidad de esas capacidades”, amplió el hombre que prefiere que no lo llamen domador.
Pero no fue siempre así. “Antes, el manejo de los caballos criollos estaba en manos de las estancias, con tropillas de 300 caballos, pero ahora está creciendo mucho la cantidad de criadores, de centros de doma y cada vez más profesionalizado. Nosotros tratamos de ofrecer al cliente lo mejor de nosotros”, asegura Manuel.
Orgulloso cuenta: “Este año participamos de dos competencias donde se evalúa el caballo y lo que los domadores han hecho de él. A mí, en la primera que participamos, me tocó ganar, donde te asignan un caballo `potro` y en 30 días tenés que presentar todo el progreso que lograste en él. La segunda competencia fue en un centro de servicio que se llama Rincón, una de las más grandes que se hacen en Argentina, y Manuel Vázquez participó por nuestro centro, sacando el puesto 12, de entre 95 participantes. Todo eso nos sirvió como publicidad para que el ambiente empezara a preguntarse `¿quiénes son estos locos?`”.
Manuel concluyó diciendo: “El nuestro es un trabajo muy exigente, porque requiere atención todos los días del año, y a veces un domingo de invierno, con lluvia, cuando no dan ganas de salir. Si el caballo está en el box, depende totalmente de uno y hay que alimentarlo, por ejemplo. Este oficio requiere un 30% de esfuerzo y un 70% de pasión. Para poder hacer todo esto, hay que tener pasión por los caballos. Si no, les aseguro que no lo podríamos hacer”.