La idea de los cultivos sin suelo o hidropónicos, desembarcó en Argentina hace más de treinta años, pero esta modalidad de producción recién viene adquiriendo relevancia en la última década. Para el agrónomo y extensionista del INTA Zárate, Leonardo García, este desarrollo será todavía más acelerado a partir de ahora, debido sobre todo al agotamiento de muchos suelos agrícolas, en especial los de los cinturones hortícolas.
Los primeros desarrollos hidropónicos en realizarse en el país fueron aquellos orientados a las verduras de hoja de rápido crecimiento, como la lechuga o la rúcula. Pero hoy esta modalidad productiva se está adaptando a distintas frutas y verduras como los tomates, las frutillas y los pimientos.
“Esta tecnología siempre estuvo, pero quizás lo que en algunas situaciones aun falta es adaptarla. Hay emprendimientos en donde la intensificación de uso de suelo ha producido algunos desordenes nutricionales. Decimos que el suelo está fatigado, que hay una situación en donde el suelo no puede usarse como tal”, explicó García a Bichos de Campo para explicar el crecimiento de estas nuevas opciones.
Mirá la entrevista completa a Leonardo García:
¿Y a qué se debe esa fatiga de los suelos? En muchos casos a un exceso de nutrientes y minerales, que han aumentado la salinidad y dificultan el normal crecimiento de los cultivos. Cuando eso ocurre, no queda otra opción para recuperar esos suelos que dejarlos descansar. Es allí donde entran en el radar de los productores los sistemas que permiten cultivar sin suelo.
A García lo entrevistamos durante la presentación en sociedad del mayor emprendimiento que se conoce hasta ahora en materia de producción hidropónica de frutillas, en la localidad de Lima. El técnico del INTA se dedica desde hasta rato a la investigación de los diferentes tipos de sustratos que pueden utilizarse para este tipo de cultivos y por eso cooperó con la instalación de este proyecto, que utilizó fibra de coco.
“La fibra de coco es importada de la India, pero nosotros tenemos varios materiales que se usan en Argentina como sustrato”, indicó el agrónomo.
Una de estas opciones locales es la corteza de pino compostada, un residuo de la industria que ofrece una porosidad por arriba del 85%, algo clave para retener el agua.
Según explicó García, a la hora de elegir un sustrato se debe tener en cuenta la fertilidad química, física y biológica, y asegurar una estabilidad de porosidad en el tiempo, para evitar la pudrición del agua y el sustrato en sí.
-¿Cada cultivo necesita un sustrato particular?- le preguntamos al especialista.
-Es parte de nuestra hipótesis el poder diseñar un sustrato con una porosidad que se comporte con tal o cual planta. Pero tiene más impacto quizás el manejo que se haga del sustrato día a día y como se mueve el agua, más que si tiene tal o cuál composición.
-¿Cómo estamos en Argentina respecto a la oferta de sustratos?
–Todavía hay un camino en Argentina por recorrer de la tecnología del sustrato. Nosotros tenemos materiales regionales, como el caso este de la corteza de pino. Hay otro material también que es la turba subtropical, que es una resaca de río.
-¿Qué le envidias a otros países en materia de sustratos?
-Más que sustratos, a otros países le enviamos las técnicas hortícolas. Les envidiamos que haya recurso humano calificado para mantener o manejar los sistemas hortícolas que hay. Son muchísimo más tecnológicos, con mucha densidad de mano de obra calificada, y donde el recurso natural pasa a ser minúsculo en esta situación. Nos falta darle más técnica a la horticultura y desarrollar la tecnología en el país. Hay mucho para crecer en eso.