Gracias a los caudales aportados por las represas hidroeléctricas presentes en el sur de Brasil la bajante del río Paraná no alcanzó niveles críticos que podrían haber comprometido el principal canal de comunicación de la Argentina con el resto del mundo.
“La situación sería más crítica si no fuese por el agua almacenada en las represas de Brasil, que está entregando parte de su almacenamiento al río Paraná”, explicó Gustavo Villa Uría, subsecretario de Obras Hidráulicas del Ministerio de Obras Públicas de la Nación.
El funcionario comentó que durante 2014, si bien también se registró una bajante importante del Paraná, en la Argentina ese evento no se registró gracias a que Brasil liberó una gran cantidad de agua con el propósito de abastecer el enorme consumo de electricidad provocado por el Mundial de Fútbol Brasil 2014.
“Sacaron hasta el barro de los embalses para garantizar ese año el abastecimiento de energía”, graficó Villa Uría durante una jornada virtual sobre la bajante del Paraná organizada por el Encuentro Argentino de Transporte Fluvial.
Luego de vaciar buena parte de los embalses, gracias a una serie de abundantes precipitaciones, los mismos pudieron volver a recargarse en los años siguientes, pero a partir de 2018 ya no pudieron superar el 70% de su capacidad y este año van camino a descender por debajo del 40%.
“Los embalses guardan agua en los momentos de crecida y la entregan en los momentos de bajantes. Eso es una capacidad que tiene Brasil y que nosotros no tenemos”, dijo, con cierta nostalgia, Villa Uría, quizás añorando las políticas de Estado presentes en Brasil en materia hídrica y energética.
De hecho, en mayo pasado, gracias a un acuerdo con Paraguay, se liberó un volumen importante del caudal de la represa de Itaupú con el propósito de generar las condiciones necesarias de navegación de barcazas cargadas con soja desde Paraguay hasta las terminales portuarias del Gran Rosario.
El funcionario remarcó que la bajante observada en el último año está lejos de tratarse de un fenómeno nuevo, ya que un evento similar ocurrió en el año 1944. Y también se observaron bajantes importantes –aunque no tan graves– en 1916 y 1921.
“Esos eventos se produjeron a principios de siglo, donde nadie podía decir que eran efecto del cambio climático, y gran parte de los bosques que se han desmontado, estaban, y la presencia del hombre era absolutamente menor que la actual; y, sin embargo, se daban eventos de bajantes en el río Paraná y la implicancia era similar”, explicó. “Entonces uno tiene a pensar que son fenómenos naturales que no están lo suficientemente estudiados ni priorizados”, añadió.
“Sin el aporte de los embalses, posiblemente estaríamos en un evento con niveles inferiores a los del año 1944, con todas las implicancias que eso tiene”, resaltó.
La buena noticia es que en las últimas semanas, con las lluvias abundantes registradas en el sur de Brasil, el nivel del Paraná se recuperó bastante. Pero la mala noticia es que, en términos estacionales, el peor momento de la bajante se espera para septiembre y octubre próximos.
El evento contó con la participación de Juan Carlos Bertoni, presidente del Instituto Nacional del Agua, y de la ingeniera ambiental Laura Bertania. Fue moderado por Juan Carlos Venesia del Encuetro Argentino de Transporte Fluvial.