Por Jeremías Drobot (@JereDrobot).-
De recorrida por la pampa “no húmeda” por estos días (donde prácticamente no llovió durante diciembre, enero y febrero) se está viendo que muchos maíces de primera (aquellos sembrados en septiembre y octubre) han capeado la seca y van a lograr rindes muy buenos.
En un reciente informe de la Bolsa de Comercio de Rosario se confirma tal situación. Dice que está avanzando la cosecha de maíces con muy buenos resultados. Los rindes medios de las 60 mil hectáreas que se llevan cosechadas en la región núcleo rondan los 95 quintales por hectárea, y en algunos casos se superan los 110 quintales.
¿Cómo puede ocurrir esto?. Es lo que se preguntan aquellos que ven la superficie resquebrajada por la falta de agua. Sucede que estas plantas han crecido de forma adecuada con las últimas lluvias de 2017, las de octubre y noviembre, y eso les permitió desarrollar raíces por encima del metro de profundidad.
Recordemos que en vastas zonas hubo excesos hídricos en el pasado invierno. En esos lugares las napas han quedado recargadas y cerca de la superficie, y de ahí precisamente “chupan” el vital líquido los cultivos.
Martín Pavani, presidente de la Asociación de Productores Rurales de Marcos Juárez, muestra la antítesis respecto de la situación de 2017. “Ya arrancó la cosecha de los primeros lotes de maíz, casi dos meses antes que el año pasado”, exclama. Esta vez las plantas se secan bien rápido con el calor y el piso está bien duro para entrar con las cosechadora. Todo lo contrario a la anterior campaña.
Los rindes de indiferencia -aquellos con los que se cubren los costos de producción-, fluctúan los 40 a 50 quintales por hectárea en campo propio. Y en campo alquilado ascienden a 80 quintales. Un dato a tener en cuenta para ver si conviene cosechar los cultivos de maíz tardío, que no tuvieron la suerte de llegar al agua y están sufriendo. Cerca de 55% de la superficie destinada a la forrajera fue cubierta con variedades que se siembran más tarde, entrando a diciembre.
El rinde los los cultivos se define en el momento de floración de las plantas, unos días antes y unos días después desde que la flor masculina larga el polen (15 días para el caso del maíz). Los lotes que lograron el éxito productivo en medio de esta seca formidable fueron los que clavaron el período crítico entre el 15 de diciembre y el 15 de enero, y claro que anclados a la napa.
“Le ganaron de mano a la seca”, dice el agrónomo Pablo Bollatti, técnico del INTA Marcos Juárez y coordinador del Grupo Napas. Los más tardíos, que escapan a tal fecha, no han podido desarrollar profundas raíces para llegar al agua. Allí se anotarán seguro cientos de miles de quintales de pérdida de rendimiento.
Ver: La cosecha de soja cae en picada: Ojalá tengan razón los gringos
También se ven situaciones similares en soja, aunque en menor medida, porque harían falta unos milímetros para completar un buen llenado de granos en muchos casos. Las sembradas bien temprano, allá por octubre, y de ciclo corto, rescataron agua de las profundidades.
Esto se confirmará en 15 a 20 días, cuando comience de lleno la cosecha. Pero las estimaciones señalan que los rendimientos promedios rondarán los 33 quintales por hectáreas. Si así fuera, serían rindes que conforman a la hora de repasar la fuerte sequía que atravesó el cultivo en los últimos tres meses.
Las napas efectivas para la utilidad de los cultivos, deben estar entre el metro de profundidad y los 2,5 metros. Por encima del metro se corre el riesgo de anegamiento y anoxia en raíces, y por encima de los 2,5 metros, ya las raíces no llegan, dijo el asesor CREA Jorge González Montaner en una jornada de Sursem.
Además, destacó que existen ciertos beneficios de aprovechar el agua de la napa versus la de lluvia: “El agua de napas tiene mayores beneficios para el cultivo, ya que no produce humedad ambiental incrementando el nivel de enfermedades, no quita luz solar -al no estar nublado, hay más radiación-, y hasta en algunos casos aporta nutrientes (nitrógeno lixiviado)”.
¿Y qué pasa con los cultivos de segunda?, se puede decir que estos si “están en el horno”.
Los lotes que no tuvieron acceso a las napas sufren. Los maíces de segunda y los tardíos están finalizando su período más crítico -floración- sin agua. No solo las proyecciones en los rindes han bajado sino que hasta hay temor por no poder cosechar los lotes.
En el centro sur de Santa Fe hay cuadros que han sido picados para darle como forraje a los animales. Aquellos lotes más adelantados que llegaron a cuajar poseen espigas muy pequeñas y aumentan las dudas si podrán llenar los granos. Los más optimistas hablan de máximos de 60 quintales por hectárea, mientras que muchos ponen en duda si podrán cosechar los lotes.
En cuanto a la soja, cada semana que pasa sin lluvias aumenta el deterioro del poroto sembrado de segunda, es decir detrás de un cereal invernal. Un 80% se clasifica entre regular y mala. El 55% está iniciando la formación de la semilla, mientras que un 35% está fructificando. La gran cantidad de flores y vainas abortadas remite a rindes que quedarán por debajo de los 15 quintales En Bigand, los ingenieros admiten que solo aquellos que posean cosechadora propia podrán levantar los lotes.
Por último, un tema no menor es cómo se plantea la campaña que viene. “Si en lo que queda de marzo, abril y mayo no tenemos al menos una recarga acumulada de 250 a 300 milímetros, la implantación de cereales de invierno -trigo, cebada- va a ser imposible”, advierte Pablo Bollatti. Aclara además que en los casos que no se pueda sembrar, el INTA siempre aconseja cubrir el suelo, aunque sea con cultivos de cobertura de bajos requerimientos hídricos.
En tal sentido, una luz de esperanza la da el climatólogo José Luis Aiello, que advierte que la escasez de lluvias se mantendrá hasta mediados de marzo. Y luego, con un cambio de circulación atmosférica, se espera que se restituyan las precipitaciones en el segundo semestre de este año. Esperemos sean suficientes para el trigo.