A fines de 2015 el actual ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, publicó un libro –“Los tres kirchnerismos”– que se dedicó a analizar la política económica implementada durante los tres primeros gobiernos kirchneristas.
En el mismo el entonces investigador y profesor universitario reconoce que la intervención instrumentada en el mercado cárnico entre 2006 y 2015 resultó fallida, aunque aclara que el problema no es que haya intervenido el mercado, sino que no hayan implementado las medidas adecuadas para llevar a cabo la intervención.
A continuación se reproducen de manera textual los párrafos del libro dedicados al tema, mientras que los comentarios de Bichos de Campo pueden verse diferenciados en negrita.
“¿Es posible afirmar que todo lo bueno que ocurrió en materia productiva se debió pura y exclusivamente al contexto macroeconómico, local e internacional? (los altos precios de los commodities agrícolas). La información disponible no parece sustentar esa hipótesis”.
“Si bien durante la presidencia de Néstor Kirchner se observaron pocas iniciativas específicas y muy pocas modificaciones institucionales, a partir del primer gobierno de Cristina Fernández de Kirchner las iniciativas se multiplicaron, a saber: la creación del Ministerio de la Producción, luego dividido en tres (Industria; Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación; y Turismo); el lanzamiento de líneas de financiamiento a tasas de fomento por parte del Banco Nación y del Banco de Inversión y Comercio y Exterior (en este último caso, por un volumen menor que el primero); el mayor direccionamiento de recursos del ahorro jubilatorio a financiamiento de proyectos productivos y de infraestructura a partir de la estatización del sistema previsional a fines de 2008; la creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología y las iniciativas específicas en el área estatal, con Arsat, Invap y el complejo de defensa y área militar; las estatizaciones de Aerolíneas Argentinas e YPF, de gran importancia esta última, por el peso de la empresa en la economía nacional y por la implementación de un plan de inversiones con volúmenes que superan al resto de los operadores del sector; el cambio en la política regulatoria del Banco Central de la República Argentina (BCRA), que introdujo la obligación de los bancos más importantes de destinar una proporción de sus recursos a préstamos para inversión productiva, con un porcentaje específico para pequeñas y medianas empresas·.
“Se observa entonces que la política pública en materia productiva tuvo numerosas iniciativas, con mayores grados de intervención y disponibilidad de recursos, ya sea a través de la inversión pública de manera directa o bien mediante la orientación de recursos privados por vía regulatoria”.
“Ahora bien, este proceso no mostró resultados de gran relevancia en términos del surgimiento de nuevos sectores o actores, ni tampoco un redimensionamiento estratégico. Se observa, en cambio, que destaca la reaparición de los viejos problemas de restricción externa, cuyo correlato material es una industria con altos componentes importados inducidos por dos sectores apoyados institucionalmente mediante políticas públicas (automotriz y electrónico) y un sector energético que comienza a ser cada vez más deficitario” (el propio Kulfas reconoce que las intervenciones contribuyeron a generar más problemas que soluciones).
“En suma, antes que de una carencia de políticas industriales, energéticas y de desarrollo productivo, tal vez se trate de sus falencias y de las dificultades para la coordinación de acciones estratégicas” (es decir: no es que haya estado mal intervenir, sino que la intervención no se realizó de manera correcta).
“El problema, entonces, no es la falta de políticas o iniciativas de desarrollo sectorial, sino las limitaciones y falencias en su implementación. La diferencia no es menor si recordamos que el debate sobre el rol del Estado y las políticas de desarrollo tuvo numerosos cuestionamientos históricos. Debido a ellas, los problemas de implementación conllevan dos dificultades: si se fracasa en el intento, por un lado, es necesario justificar, dar cuenta de las limitaciones de esas medidas; por otro –y quizá más importante que el primero–, surge el cuestionamiento ya no de la implementación de una medida fallida, sino de las posibilidades reales del Estado de ejecutar con eficacia políticas industriales y sectoriales”.
“Veámoslo con un ejemplo concreto: el de la carne. Las intervenciones en la industria, cuyo objetivo era evitar la suba de precios, generaron problemas en el sector (estancamiento, cierre de frigoríficos y, peor aún, el precio de la carne siguió aumentando)” (no quedan dudas de que Kulfas piensa que la intervención cárnica fue desastrosa).
“A hora bien, esto lleva a analizar los errores de diagnóstico y los problemas de dichas medidas. Pero también provoca que muchos sectores se alineen con la idea de que en realidad el Estado no debe intervenir en ningún mercado, porque las distorsiones que produce no sólo no resuelven el problema, sino qué lo agravan. En otras palabras, el fracaso de una iniciativa concreta y particular muchas veces lleva a impugnar, de una manera general, ciertas políticas públicas de intervención. Es posible concluir que, durante los períodos de gobiernos kirchneristas, el Estado recuperó un papel relevante en la definición del rumbo económico y su vocación industrializadora, hecho fundamental a la hora de pensar estrategias de desarrollo. No obstante, las iniciativas, las medidas y los formatos institucionales no tuvieron la efectividad necesaria, por lo que se vuelve necesario en el futuro poner el foco en estos aspectos” (traducido: es necesario intervenir de manera adecuada porque, si las cosas resultan mal, luego algunos pueden considerar que no debe intervenirse en el mercado; ahora es el propio Kulfas el que tiene la posibilidad de meter mano en el mercado, así que, como doctor en Economía por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, hará sus mejores esfuerzos para realizar, esta vez sí, una intervención virtuosa del mercado cárnico).