En las últimas horas, circuló mucho por redes sociales y telefonitos un video grabado por el concejal rosarino por el PRO Agapito Blanco delante de un silobolsa. En el mensaje, el político se dirige a quienes cometen o alientan la rotura de estos enormes bolsones de polietileno en los que los productores guardan su producción, como reserva de valor, para esperar un mejor momento de venta, por razones de logística o simplemente porque allí mantienen el forraje para su ganado.
Desde el año pasado, las entidades rurales han denunciado unos 150 casos de vandalismo contra estos silobolsas e incluso en la Cámara de Diputados debería debatirse un proyecto de ley de Sergio Massa para endurecer las penas de quienes cometen este tipo de ilícitos. Pero Blanco, que no proviene del agro, prefirió en su mensaje tratar de concientizar a los posibles atacantes. Luego de argumentar por qué la rotura de un silobolsa es atentar contra toda la comunidad, tildó a quienes llevan a cabo esos actos como “unos extraordinarios pelotudos”.
Mirá el video:
-¿Por qué se te ocurrió grabar este video?- le preguntó Bichos de Campo a este concejal que comenzó a incursionar en política en 2007 pero recién diez años después logró acceder al cargo que hoy ocupa.
-Tiene que ver con la bronca, con la indignación que me producen estos hechos. Esa bronca viene de lo que uno mamó, del formateo cultural que tuve desde chico. Mis padres eran dos inmigrantes españoles que antes de llegar a la Argentina vivieron de la tierra. Los dos labraron la tierra desde chiquitos y todas sus familias vivían de esa actividad. Cuando llegan a la Argentina no se dedican a eso sino a otra cosa. Mi padre arrancó con una piedra de afilar, luego se dedicó a la actividad gastronómica y luego a la construcción. Es el oficio que yo aprendí de él. A eso me dediqué durante 30 años antes de involucrarme en política.
-Entonces te impactan las imágenes de silos rotos a pesar de que nunca te dedicaste a la actividad agrícola…
-Crecí viviendo con historias de vacas, caballos, patatas, de caldos que se hacían con productos que ellos sacaban de la tierra. Cuando tuve 10 años tuve la suerte de conocer la aldea donde habían nacido e involucrarme durante un mes en el trabajo de la tierra. Me sirvió para entender el sacrificio con el que ellos habían crecido. Comprendí como todo un pueblo, desde el herrero, el pintor, el albañil, todos ellos vivían de lo que se producía en el campo, porque a partir de ahí se generaba una cadena virtuosa de evolución económica para todos.
-¿Y tus padres qué dicen cuando ven un silobolsa roto?
-Cuando todavía vivían mis padres y veían los silos vandalizados les daba muchísima indignación. Supongo que es eso lo que me motivó a grabar el video siendo concejal de una urbe como Rosario. Pero también tiene que ver conmigo, que estuve 30 años en la construcción, donde he sido empleado y empleador. Durante todos esos años, diría que el 60/70% de las construcciones en las que me involucré tenían un denominador común, que era el derrame del campo. Es que la mayoría de los productores no se llevaban las divisas fuera del país, sino que invertían en Rosario para tener una alternativa de renta o para que sus chicos fueran a estudiar y tuvieran su departamento. Todo eso generaba un derrame muy virtuoso en la ciudad.
-¿Y por qué llamaste a los que rompen silobolsas como unos “extraordinarios pelotudos”?
-Primero me pareció oportuno dejar plasmado en un video que desde lo citadino también hay una comprensión de lo que se vive en el campo. El calificativo final tiene que ver con esa línea de pensamiento, que entiende que al tipo que se le ocurrió tajear un silobolsa no está entendiendo que es de lo que él mismo vive, aunque en su caso fuera de un plan social o incluso de la actividad delictiva. Todo tiene que ver con lo que produce la gente, la riqueza en términos de construcción de valor. Creo que un tipo que atenta contra quien produce un valor del que él mismo se beneficia, en definitiva está atentando contra si mismo. Atenta contra la canilla de agua, contra el dispensario, contra el pavimento, contra el hospital y la escuela. Me pareció que alguien que atenta contra si mismo, contra su propia familia o su comunidad, linealmente es un pelotudo. Y cuando atentan en esta escala, son unos extraordinarios pelotudos.
-¿Pero no incentivan los políticos este tipo de acciones?
-Desde la política hay que ponerse del lado del que labura, del que hace. Hay un sector político que discute qué hacer con el patrimonio y la riqueza de las personas, cuando la discusión pasa por qué se debe hacer con los impuestos que ese patrimonio y esa riqueza generan. Si todos los sectores nos pusiéramos de acuerdo en no atentar -aunque sea discursivamente- contra aquellos que producen valor, creo que se desalentaría a aquellos que se fanatizan cada vez que alguien dice oligarquía, empresarios, industriales o comerciantes, Son palabras que en otras partes del mundo tienen significados virtuosos, pero acá las bastardeamos. Todo aquel que produce trabajo y riqueza en este país está mal visto.
-Insisto, ¿no hay culpa de la política para que eso suceda?
-Obviamente aquellos que nacen y se educan escuchando la retórica política en contra de este sector, la termina incorporando como concepto básico, como una cultura. Es cierto que la política se ha construido durante décadas a partir del odio y la división. Siempre los problemas son culpa del otro. La política se pone en el medio mezquinamente y usufructuando esa división. Obviamente creo que ahí está el pecado original que nos acerca más a ser Etiopía que a ser Australia.