En este debate sobre el “desacople” de los precios todos tienen algo de razón. Desacoplar los precios internos de los externos es justo y razonable para algunos. Pero a la vez es muy injusto para otros.
Se supone que para resolver estos dilemas existe la política, que debería buscar fórmulas ingeniosas y modernas, que además no alteren los procesos de formación de precios. Pero no es lo que sucede en la Argentina, donde las clases dirigentes nunca logran dar con una fórmula de equilibrio. Tampoco ponen en juego la suya, ni sus salarios ni la recaudación. Entonces meten mano en los negocios de los privados, haciendo más daño que otra cosa. Es lo que pasó con el reciente cierre de las exportaciones de maíz, por ahora suspendido.
¿De qué hablamos cuando hablamos de desacople? De tomar los precios de algunos productos que cotizan en dólares en el mercado internacional (básicamente los granos, pero también el petróleo) e implementar alguna fórmula para que no impacten linealmente en el proceso de formación de los precios internos de los alimentos. Dividir los caminos, si esto fuera posible.
La Argentina ya tiene los precios de sus tres principales granos desacoplados: no pagan por ello lo mismo los argentinos que los extranjeros, por el impacto de las retenciones o los derechos de exportación.
La soja es el caso más claro: el viernes cotizaba a 580 dólares el valor FOB oficial, que es lo que pagarían los extranjeros que quisieran comprarla en mayo. Pero en el mercado interno, a ese valor había que descontarle el 33% del tributo aduanero y por eso la soja disponible cotizaba a unos 350 dólares.
Ahí, con solo la aplicación de las retenciones, el desacople es mayúsculo, pues se pagan casi 200 dólares menos por tonelada, que son aportados por el productor no solo como descuento compulsivo desde el Estado sino también como un subsidio explícito para quienes compran la soja en el mercado interno.
Los productores argumentan que el desacople es todavía mayor, pues hay que sumar el impacto del “desdoblamiento cambiario”. ¿Qué quiere decir? Que esos 340 dólares nominales que cobran por la soja no valen realmente 340 dólares sino mucho menos, porque ellos cobran sus granos en pesos a la paridad oficial (el dólar mayorista del BNA) y cuando quieren comprar divisas no tienen acceso a ese valor sino que deben pagar bastante más.
Este gráfico, cuyo autor es Carlos Etchepare, el director periodístico de Canal Rural, muestra con claridad el impacto de lo que el analista denomina “distorsiones”, que es un descuento teórico que recibe el productor por impacto de la existencia de varios tipos de cambio. En dólares reales (tomando una cotización de 145 pesos por dólares, la del Contado con Liquidación), su ingreso cae a unos 200 dólares por toneladas. Así el productor de soja argentino termina cobrando por su producto (que es igual al de otros orígenes) solo un 35% del valor internacional. Es claramente injusto.
Para hacer estas cuentas, Etchepare tomó un valor FOB de casi 600 dólares, porque ese era el valor el 14 de enero de la soja disponible. En ese caso, el productor cobraría en dólares de mercado solo 209 dólares, mientras que 389 dólares quedarían en el camino del desacople, una parte por las retenciones y otra parte por efecto de las distorsiones en el mercado cambiario.
Hay que aclarar que se trata de un ejercicio teórico y que no es lineal, porque los productores de soja tienen costos que deben cubrir cuando venden su cosecha: algunos de ellos se toman a dólar libre, otros a dólar oficial y otros han sido directamente pesificados. Ninguno de ellos cobra y destina todos sus pesos a la compra de dólares. Puede ser ese el caso de algún rentista que alquila el campo para que otro lo produzca.
Pero este desacople es claramente injusto. Finalmente en pesos, el productor de soja cobra 30.000 pesos. A dólar oficial son unos 350 dólares, pero su capacidad de compra de dólares libres se reduce a 206 dólares.
Si no existiera el desdoblamiento cambiario, los productores de soja deberían cobrar unos 51 mil pesos por tonelada. Y si además no existieran las retenciones, las cotizaciones internas de la soja deberían ronda los 84.000 pesos por tonelada. Casi tres veces más de lo que cobran.
Las retenciones son menores en trigo y maíz (de 12%), pero la distorsión por el desdoblamiento cambiario es similar para todos los granos. Por eso, según los cálculos de Etchepare, los productores terminan cobrando por esos dos cereales menos de la mitad del valor internacional.
Como hay miles de productores de granos que cotizan en dólares y sufren esta “injusticia”, en la Argentina hay otros miles de productores de otras cosas (a veces son los mismos) que tienen esos granos como insumos: los productores de leche, los feedloteros, los avicultores, las granjas porcinas, las fábricas de bioetanol, los fabricantes de polenta.
Claramente todos estos sectores son beneficiados por esta situación de desacople forzoso. Pero a la vez, como su principal mercado es el interno y allí sus productos cotizan en pesos (a lo sumo trasladan los movimientos del dólar en tiempos mucho más lentos que los granos), tienen un problema real y concreto cada vez que suben las cotizaciones de los granos. Por eso algunos de ellos consideran justo que exista algún sistema de desacople.
Así las cosas, para ellos los precios de esos insumos han crecido aceleradamente por efecto de la suba internacional en dólares y la devaluación del peso argentino (más allá de la existencia de varios tipos de cambio). La tonelada de maíz cotizaba a unos 8.500 pesos a principios de 2020 y ahora lo hace a 18.500 pesos. También en la comparación contra el año pasado, la cotización interna de la soja saltó de 13.500 pesos a unos 30.000 pesos. En ambos casos, las subas fueron de más del 100%.
¿Es injusto la situación de quien produce soja y maíz? Sin duda que sí, pues sus ingresos han sido “desacoplados” de modo más que grosero.
¿Es injusta la situación para quien utiliza esos granos para producir otros alimentos? Es injusta porque por h o por b no puede trasladar el aumento violento de sus costos de producción a los precios de venta de los alimentos a los mercados internos. A veces porque los políticos de turno no los dejan. Y otras veces porque es el propio consumidor argentino -cada vez más desahuciado- el que le pone ese límite.
De esta suma de injusticias está hecha esta charla entre dos productores, uno de granos y el otro de leche:
Y por que no ? Y si los que producen su propio alimento?
— Juan Pablo 👾 (@johnnpol) January 15, 2021
Esa es buena, no la había pensado.
— Juan Pablo 👾 (@johnnpol) January 15, 2021
Mmm tal vez sean eficientes en otros puntos
— Juan Pablo 👾 (@johnnpol) January 15, 2021
Y si no producen su alimento, y tampoco son eficientes en otros aspectos, y la única solución es castigar a los que producen soja y maíz para que puedan seguir trabajando, a mi particularmente me parece muy mal.
— Juan Pablo 👾 (@johnnpol) January 15, 2021
Si ahí tenes razón, es todo una cagada en realidad.
— Juan Pablo 👾 (@johnnpol) January 15, 2021