Ganó Alberto Fernández las elecciones primarias y obligatorias. Las PASO demostraron no ser inútiles. Cuatro meses antes del cambio de poder, establecieron que hay un nuevo poder en la Argentina. Ganó Alberto Fernández por más de 10 puntos de diferencia sobre el actual presidente Mauricio Macri. Muchos dicen que esa distancia es irremontable y que solo resta esperar a que uno entregue la bandea presidencial al otro, el 10 de diciembre. Veremos.
Ganó Alberto Fernández y no sería dramático para los productores agropecuarios si detrás de él no estuviera ese nombre tan temido y repudiado: Cristina Fernández de Kirchner. Cristina vicepresidenta es la misma que quiso apropiarse de toda la renta adicional de la soja en 2008; el Estado voraz para hacer política berreta. La mina que manejaba a los que administran no quería compartir ni un cachito de la bonanza con los que producen. Tres meses de conflicto que despertaron a todos los resentimientos de la historia, todos los resentimientos que estaban dormidos detrás de treinta años de democracia. Gorilas, cipayos, la concha de tu hermana.
Cristina es, además, la política que consintió el poder de un chorro mediocre como Guillermo Moreno, quien hizo de los ROE Verde y Rojo un verdadero semáforo para sus negocios, los negocios del poder. El mercado central, la Saladita. Porongas y cuchuflitos varios.
Cristina es la que dilapidó 12 millones de cabezas de ganado, en la mayor liquidación ganadera que recuerde la historia nacional. La que prohibió exportaciones de trigo y maíz, fundiendo a miles de pequeños chacareros, enriqueciendo a las multinacionales. Cristina es la que inventó títulos para los diarios muy rimbombantes -como “trigo plus” o “retenciones segmentadas”- solo para disimular que su gobierno tenía una política agropecuaria que no existía. Como el mago sin dientes, Cristina hacía magia.
Cristina Kirchner ha hecho demasiadas cosas como para merecer el repudio del sector agropecuario. Me lo recuerda esta misma noche un chacarero: “99% de los productores está de duelo con este resultado”, afirma. Es cierto, casi nadie en el sector podría festejar el regreso de aquellas políticas nefastas. Desde este punto de vista, el resultado de la elección primaria ha sido una involución. Es abrumadora la mayoría de los hombres del agro que no está contento con este resultado electoral.
Perdón Alberto, pero la sombra de Cristina te ensombrece mucho frente a la mirada de los productores.
Como el Mago sin Dientes, que no huyó del centro de cómputos y se expuso a la vergonzosa fotografía de la derrota y la soledad, los productores siguen aquí, incólumes. Enteros aunque sufrientes. Lamentan la derrota de Macri. Se hacen cargo de su apuesta fallida.
Los chacareros no se acomodan, como los políticos, con el sol que alumbra desde un nuevo horizonte. Los chacareros no se acomodan. No saben transar.
Como el Mago sin Dientes, los productores resisten en soledad. Y sufren en silencio este resultado electoral. La foto del campo es esta. De desconcierto total. Desazón.
Pero también hay que reconocer que el campo era el Mago sin Dientes del proyecto de Cambiemos.
Fue mago porque sacó de la galera una cosecha récord de 147 millones de toneladas, a pesar de las inundaciones y la sequía.
Fue mago porque ni bien movió la varita mágica, las exportaciones de carne lograron renacer, creció el stock de bovinos y los ganaderos volvieron a tener expectativas.
Fue magia lo que sucedía, porque no hizo falta más que remover las trabas para que los agricultores de este bendito país, o país bendecido, volvieran a hablar de una agenda a futuro. De rotación de cultivos, de fertilidad de los suelos, de cambio climático. Son las cosas de las que los productores hablan en países más normales, donde no hay Cristinas ni sobresaltos. En países donde los magos tienen buena dentadura.
Pero a nuestro mago nunca le crecieron los dientes. Durante los años del primer gobierno macrista, el campo no fue capaz de morder. Tampoco de contagiar al resto de la sociedad con su entusiasmo. No logró llegar a probar que si a los productores les va mejor, eso derrama hacia el resto de la sociedad. No tuvo tiempo o no tuvo ganas o no tuvo posibilidad. No se sabrá. Sin dientes, el campo finalmente no mordió casi nada.
Tantas ganas de creer que Cristina ya había sido, que había sido derrotada. Tantas ganas de creer. El agro se olvidó de hacer política. Y entonces el Mago sin Dientes fue incapaz de mostrarle al resto de los argentinos que servía para hacer magia. Nosotros, los que estamos vinculados con el agro, la vimos: vimos y sabemos todo lo que se puede hacer con casi nada. ¿Pero el resto de la sociedad? El resto no vio nada.
El Mago sin Dientes fue incapaz de desmontar, en estos pocos años de gobierno sin Cristina, aquella creencia popular que afirma que cuando le va bien a los agroexportadores, al resto de la Argentina le va mal. Todo lo contrario, como profecía autocumplida, sucedió que a la mayoría de los argentinos le fue mal mientras que a los productores les comenzaban a ir algo mejor las cosas. Se cerraba el acuerdo Mercosur-Unión Europea mientras en el conurbano se cerraban locales comerciales y fábricas.
¿Qué sucede? ¿Qué tara arrastramos los argentinos? ¿Cómo puede pasar que a la mayoría de los argentinos les vaya mal cuando les va un poco mejor a quienes son los principales generadores de riqueza de este país?
Es prematuro buscar culpas en el frente oficialista: finalmente ganó Alberto y alguien dentro del gobierno de Cambiemos debería dar explicaciones. Algo falló, sin dudas. Muchos argentinos, la mayoría, sintieron que su propia suerte no estaba atada a la suerte del principal sector productivo de su propio país. Esa es la tragedia.
Lo que debería quedar muy claro es que no alcanza con creer. No alcanza con ser bueno. No alcanza con producir más, si esto nunca llega a derramar, por arte y gracia de la naturaleza, sin política.No alcanza si las ganancias de los productores no quedan en los territorios. O si las tasas de interés que cobran los bancos arrojan ganancias mucho más lucrativas que el mejor lote de soja.
Como el Mago sin Dientes, los productores creyeron que solo con un par de trucos -producir más- tenían asegurado el cielo, que para ellos es simplemente que no vuelva Cristina y sus pedorras políticas.
En fin, nada. Estas son solamente unas lineas reflexivas a pocas horas de la mayor derrota del gobierno de la ingenuidad y la soberbia. La ingenuidad de creer que porque a uno le va mejor, a todos les va mejor. La soberbia de no mirar más allá de nuestro propio círculo de confort.
Como el Mago sin Dientes, el sector agropecuario creyó y se confió en que con Macri no habría más Cristinas. Y ahora resulta que Cristina volvería a pesar de Macri. Nadie puede creer en la magia. No hay magia.
Ahora queda mirar a Alberto, a ver qué pasa.
Y como el Mago sin Dientes, aguantar con hidalguía, solos pero la dignidad de los que se quedan firmes con sus ideas cuando la mayoría de las ratas huyen del barco.
El agro ya demostró que no es sencillo que se lo lleven por delante. Lo hizo con Cristina y puede hacerlo con Alberto, aunque lo deseable sería que las historias no se repitan.
Ahí quedó el agro, perplejo, triste y solitario. Pero con aguante. Como el Mago sin Dientes.
Comentarios 1