Gobernador Virasoro aparece una y otra vez cuando se habla del entramado forestal argentino. Allí, en el nordeste correntino, se concentra una de las mayores superficies implantadas con pino y eucalipto del país y un entramado industrial que creció al calor de esa disponibilidad de madera.
Pero ese mismo territorio hoy es escenario de una crisis profunda, con caída del mercado interno, parálisis de la obra pública, suspensiones, cierres y una actividad que sobrevive con márgenes cada vez más ajustados.
En ese contexto complejo, hay historias que no se explican solo con números. Historias donde el negocio forestal se sostiene a fuerza de decisiones tempranas, inversiones contracíclicas y una mirada integral sobre el uso de cada subproducto.
Una de esas historias es la de Federico Kolln, un joven empresario que quedó al frente de un aserradero familiar en plena adolescencia y que hoy mantiene en pie la actividad apostando a la exportación y a la diversificación productiva.
Bajo una lluvia persistente en la que recibe a Bichos de Campo, la escena se repite en el predio industrial de Virasoro Maderas. Camiones que ingresan con troncos recién cortados, sierras que transforman madera en tablas y hornos de secado que trabajan de manera constante. La materia prima llega desde el campo, muchas veces desde lotes propios o adquiridos para cosecha, y alimenta una línea industrial diseñada para adaptarse a distintos mercados.
“Acá ingresa la materia prima, que la traemos del campo. Los troncos recién cortados llegan en camiones propios para abastecimiento. Nosotros solemos comprar la empresa que tiene la madera o directamente el lote, lo cosechamos y traemos la materia prima a la industria”, explica Federico, mientras señala el corazón del aserradero.
La empresa no solo industrializa pino. Bajo otra razón social, el grupo familiar produce pino, eucalipto y yerba mate, integrando campo e industria. “Somos productores de pino, eucalipto y yerba. Y la industria es principalmente de pino”, resume.
En la última década, el negocio forestal cambió de manera profunda. En Virasoro Maderas, esa transformación se tradujo en decisiones concretas. “Antes, mucho material de desecho se quemaba. Teníamos un horno enorme que fabricó mi viejo, pero hace seis años está apagado porque hoy los subproductos se aprovechan”, explica Federico.
El aserrín se vende a una fábrica de energía; el chip va a la industria yerbatera, abasteciendo a firmas como Taragüí y Playadito; la cáscara de pino se destina a viveros y fertilizantes. Incluso los residuos del cepillado encuentran destino.
“Todo eso que antes generaba un costo o riesgo, hoy representa una unidad de negocio y eficiencia industrial”, resume. Además, parte de esos residuos alimentan la caldera que seca la madera. “Se mezcla aserrín con material verde y, si el clima lo requiere, se puede usar chip”.
En el final del proceso aparece otra postal de la reconversión, que son las bolsas de viruta para cama de caballos. “El residuo de la cepilladora se separa con una zaranda: el polvillo va al silo de la caldera y la parte gruesa se usa para la cama de caballos, en bolsas de 15 o 16 kilos”, explica Federico. El destino son hipódromos de Buenos Aires y La Plata.
“Antes eso se quemaba, ahora es una nueva unidad de negocio”, sintetiza. En tiempos de crisis, cada subproducto cuenta.
Mirá la entrevista completa cpn Federico Kolln:
El proceso industrial es conocido en la región, pero requiere precisión y escala. Corte, armado de paquetes, secado en hornos gigantes y, según el pedido, un paso adicional por cepilladoras para obtener machimbres, tablas para muebles o productos específicos. La clave, hoy, está en el destino final.
“Nosotros trabajamos aproximadamente un 50% para el mercado interno y un 50% para exportación. Va variando según la época del año y la demanda”, detalla Federico. El mapa comercial es amplio: 21 provincias argentinas y más de 15 países. Filipinas fue uno de los destinos más relevantes en el último tiempo, pero también aparecen Estados Unidos, Canadá, Puerto Rico, México, Dubái, China, España, Chile y Paraguay.
“El mercado interno está bastante calmo por la falta de obra pública, así que lo que sostiene la producción es la exportación”, reconoce. La madera que sale de Virasoro viaja, en su mayoría, hacia la construcción y la industria del mueble, tanto dentro como fuera del país.
Detrás de esa operatoria hay una historia familiar atravesada por las crisis económicas argentinas. Federico nació en Concordia, Entre Ríos, en una familia vinculada al transporte y al aserrado de madera. Su abuelo tuvo aserradero y camiones; su padre continuó en la actividad hasta la crisis de 2000-2001, cuando la empresa se funde junto a un socio.
“Juntaron lo que quedaba y se vinieron para acá, empezando de cero en plena crisis. Acá la materia prima era más barata. Montaron la industria a pulmón”, recuerda. Luego llegaron los golpes personales; falleció su abuelo, murió el socio de su padre y, a comienzos de 2014, murió su papá.
“Ahí quedamos medio a la deriva”, admite. Federico tenía apenas 18 años. Había comenzado a estudiar Administración de Empresas en Buenos Aires, pero decidió volver. “Después de una charla con mi viejo, decidí volver. Con mi mamá compramos la parte del socio y seguimos los dos”.
Durante la pandemia se sumó su hermano Sebastián, con experiencia en comercio exterior. “Él entendía mucho de exportación y logística, así que nos dividimos tareas: él maneja lo externo y yo el mercado interno”.
La mecanización también redefinió la estructura laboral. “Cuando empecé éramos 93 empleados directos; hoy somos 50”, señala Federico. La reducción no se explica por achique puro, sino por cambios tecnológicos. “Antes para una cosecha grande necesitabas 15 personas; hoy, con dos, llegás al mismo resultado”.
La falta de mano de obra es otro rasgo del territorio. “Hay mucha industria y no alcanza la gente. Muchos vienen de afuera, se instalan y trabajan en este rubro”, describe.
En 2021, la empresa dio otro paso con la importación de una cepilladora de gran porte. “Importamos una máquina de 10 cepillos, la primera de ese tamaño en el país, con mesa de entrada y salida automatizada. Permite cargar los códigos de los productos y la máquina se regula sola”, cuenta. Esa inversión amplió la oferta: decks, machimbres y productos a medida, con mayor flexibilidad.
En el corazón forestal argentino, mientras muchas persianas bajan, Virasoro Maderas sigue funcionando. No por azar, sino por una combinación de historia familiar, exportaciones, eficiencia industrial y una decisión clara de no dejar que nada se desperdicie, ni la madera ni el legado recibido.





