El agrónomo Oscar Domingo es casi una institución dentro de la industria semillera argentina. No importa qué pasaje se lea de su historia personal, la constante ha sido siempre sus aportes dentro del sector. Primero, como mejorador. Luego, como dirigente. Y ahora, como una suerte de historiador y analista que vuelve sobre lo que se ha hecho y las deudas pendientes no resueltas por décadas.
Tanto recorrido en su haber le dan crédito suficiente para lanzar su propio libro, titulado “La Industria Semillera en la Argentina”. Fue presentado oficialmente durante el último Congreso Aapresid, celebrado en agosto.
En su obra, Domingo no sólo rinde una suerte de homenaje a los precursores de la actividad semillera y repasa qué hace de especial a este sector, al que califica como “el orgullo nacional”, sino que además, expone por qué hace años que la agricultura argentina corre detrás de sus principales competidores, como Brasil y Estados Unidos.

La base del atraso argentino, en cuanto a rendimientos y desarrollos tecnológicos propios, tiene, para Domingo, una única explicación: “La falta de reconocimiento del productor por la propiedad intelectual, un gravísimo problema que acarrea décadas”.
Lo dice justamente uno de los principales precursores de la Ley de Semillas y Creaciones Fitogenéticas (20.247), lanzada en 1973 y promulgada en 1979. El mero hecho de que hace 50 años rige la misma normativa para un sector tan dinámico, da cuenta de una falencia estructural y básica.
Esa es, opina el agrónomo, la consecuencia directa de la “falta de reconocimiento” de la que habla, y la razón por la que se fugan talentos y las firmas deciden hacer sus desarrollos o radicar sus patentes en Brasil o Estados Unidos.
No por nada, el país vecino duplicó su producción agropecuaria los últimos 30 años y, en el caso específico de la soja, hasta la triplicó. Aquí, sin embargo, desde que la oleaginosa tocó su techo en 2016, esa marca no pudo volver a superarse.
Aunque, a nivel general, hay un conjunto de factores muy variados que hacen a la productividad y el crecimiento del sector, desde el clima, hasta la incorporación de tecnología y la propia rentabilidad del productor, Domingo opina que esa heterogeneidad no quita el peso que tiene el primer gran eslabón, la semilla.
“Los productores se niegan a pagar la tecnología y tienen argumentos, pero creo que tendrían que hacerse responsables del problema que ocasionan a la sociedad toda por una disminución de los rendimientos. Es muy sencillo: toda disminución de los rendimientos posibles es una pérdida de bienestar general”, apuntó el referente, que supo presidir la Asociación de Semilleros Argentinos.
Mirá la entrevista completa con Oscar Domingo:
En ese sentido, Domingo asegura que, además de una nueva Ley de Semillas que reemplace a la que él mismo redactó -junto a otros representantes- hace 52 años, lo que se necesita es “educar al productor” para que “reconozca la propiedad intelectual”.
Una vez que se de esa suerte de “tormenta perfecta”, probablemente el sector deje de lamentar que toda la investigación y el desarrollo se concrete puertas afuera. Y, a la vez, que pueda aprovechar el impacto positivo que genera tener mejor tecnología y propia.
A fin de cuentas, está claro que sin rendimientos y sin producción a gran escala, el sector agropecuario argentino no sería uno de los más importantes del mundo y el principal aportante de divisas a nivel interno.
En ese sentido, el duro diagnóstico sectorial se combina con el homenaje que el agrónomo buscó hacer del sector, pues asegura que, directamente, “sin industria semillera, y sin semillas, no hay civilización posible”. Sin ir más lejos, recuerda, el trabajo de la tierra para proveerse de alimentos es lo que distinguió a las antiguas poblaciones nómades de las sedentarias y explicó el nacimiento de las primeras ciudades.
“Pensemos un momento qué pasaría si en este momento, en esta circunstancia, dejaran de germinar todas las semillas del mundo en todos los lugares”, comentó Domingo, que usa ese ejemplo del “apagón germinativo” para ilustrar la importancia de la semilla en la historia humana, teniendo en cuenta que, tal como estima la propia FAO, el 95% de los alimentos consumidos a nivel mundial provienen del suelo.





