En una feria como Agritechnica, donde la escala y la velocidad de los anuncios terminan abrumando incluso a los más entrenados, toparse con un argentino suele ser un alivio. Federico Sánchez trabaja en John Deere, es cordobés y se presenta como especialista en maquinaria agrícola. En medio del gigantesco stand de la marca, se convierte en un buen traductor de la agenda tecnológica que hoy cruza a toda la industria, más allá del color de cada máquina.
La presencia de John Deere, dividida entre soluciones para ganadería y sistemas de granos finos, que son el eje productivo europeo, funciona como una síntesis del viraje que atraviesa al sector. Es que todavía hay motores, orugas, rotoenfardadoras y cosechadoras, pero el foco comienza a migrar hacia otro lugar. “Hoy ya no es solamente el fierro, sino los datos que genera en tiempo real y para la máquina que sigue”, define Sanchez a Bichos de Campo.

Aun así, más allá de los adelantos en conectividad y autonomía, los fierros enormes no pierden lugar. En el stand de la marca estadounidense, lo primero que aparece entrando a la zona de granos finos es el Tractor 9RX 830, que Sánchez describe como “el más grande de Agritechnica”, con 830 HP y un peso total de 38.000 kilos. Ya se comercializó una unidad en Argentina. Ese peso, explica, está pensado para los sistemas europeos de labranza obligada por las condiciones de frío. Y desde allí aparece uno de los ejes centrales de la feria, que es la autonomía.
El 9RX incorpora un sistema de dieciséis cámaras que permiten visión 360°. “Cuando el tractor se usa para labranza, enviándole un plan de trabajo con las líneas de guiado, lo hace en forma autónoma sin necesidad de un operario arriba”, explica. Esa autonomía todavía no está pensada para siembra, pero marca el rumbo general: menos intervención directa y más planificación digital.
Detrás de Sánchez asoma otro lanzamiento del ciervo verde y se trata de una nueva evolución del portafolio de cosechadoras que la marca ya vende en Argentina. Allí aparece un cambio mayor, que no tiene tanto que ver con el chasis sino con el sensado de calidad del grano.
“Es el HarvestLab que usamos en la picadora, pero aplicado a la cosechadora”, resume. El sistema permite medir proteína en trigo y cebada, o niveles de aceite en oleaginosas, o almidón en maíz. En Europa esto habilita segregación por calidad para capturar mejores precios. Pero también abre otra puerta, la de la fertilización variable basada en extracción real.
“Hoy muchas veces hablamos de fertilización en ambientes según el rendimiento; ahora, al saber la calidad, podemos ser más precisos sobre nutrientes que no son móviles, como el fósforo”, detalla.
La actualización del sistema de tecnología predictiva agrega otro elemento inesperado. Las cámaras frontales ya no solo miden la cantidad de material a procesar, sino que detectan manchones de malezas. Eso permite dos cosas, regular la velocidad de avance para evitar sobrecargas y, además, generar un mapa de malezas resistentes para aplicaciones posteriores dirigidas. “Si están presentes al momento de cosecha, claramente son resistentes”, dice Sánchez.
Es un ejemplo concreto de la combinación que atraviesa toda la feria: sensores, mapas, automatización y decisiones remotas que ya no dependen de observar a simple vista lo que ocurre en la plataforma.
Sánchez evita la palabra “revolución” y prefiere hablar de continuidad: lo autónomo, entendido como reemplazo total del operador, todavía es excepcional. Pero las máquinas ya avanzan por escalones.
“No tenemos máquinas autónomas en la S7, pero sí tenemos una tecnología que va asistiendo segundo a segundo al operador”, explica. La idea es que la cosechadora sostenga un nivel óptimo todo el día, algo que ningún operario puede mantener de manera continua.
Mirá la entrevista completa con Federico Sánchez:
Y luego aparece la gran clave técnica del futuro inmediato, que es la nueva arquitectura electrónica que están adoptando tractores, pulverizadoras y cosechadoras. El salto es del procesamiento de 16 bits a 32 bits, lo que significa pasar de 65.000 datos por segundo a cuatro billones. Sánchez lo resume así: “Estas máquinas ya están preparadas para recibir la autonomía. A futuro, van a poder ser autónomas sin necesidad de una nueva generación: con una actualización de software”.
El especialista cordobés se toma un momento para desarmar un mito habitual entre productores argentinos: la idea de que estas innovaciones llegarán tarde. “Los tiempos se acortaron”, dice. Y señala varios ejemplos: La S7 se lanzó en forma simultánea en todo el mundo, la nueva generación de picadoras se probó y presentó primero en Argentina y luego llegó a Alemania, y el 9RX 830 ya se vende en el país, y podrá automatizarse más adelante.
La pregunta entonces ya no es si la tecnología llega, sino cuán preparados están productores y contratistas para adoptarla. Sánchez lo entiende así: “Lo importante es que cada uno pueda encontrar qué tecnología tiene disponible, y usarla al máximo. Ese es el concepto que nos tenemos que llevar, siempre de la mano de la capacitación”.
Aunque hable desde el stand de John Deere, lo que describe Sánchez forma parte de un clima global que se respira en todo Agritechnica: robots, sensores, automatización parcial, lectura de malezas desde la cosechadora, mapas generados en tiempo real y procesos basados en trillones de datos que viajan por la arquitectura electrónica de cada equipo.
El fierro no desaparece, pero pierde el protagonismo exclusivo. Las máquinas empiezan a comportarse como plataformas que aprenden, generan información y se conectan con la tarea que sigue. Y en ese recorrido, especialistas como Sánchez terminan siendo valiosos no solo para explicar lanzamientos, sino para ordenar un fenómeno que cambia la forma de producir, en Alemania o en la Argentina.





