Eduardo de Sá Pereira ensaya. No es un cantante de bossa nova, como se podría sospechar por su nombre. Eduardo es simplemente un veterano técnico del INTA de Coronel Suárez.
Eduardo ensaya. Ensaya con cultivos de cobertura, para ver si son útiles. Mide sus efectos ante el avance de las malezas resistentes, pero está más preocupado y ocupado por la salud de los suelos. Así arrancaron sus ensayos: muchos productores del sudoeste de la provincia de Buenos Aires se quejaban de problemas en sus campos ante el avance de la agricultura continua en una región que antes era más ganadera.
Al pie de sus ensayos, en un día muy frío, Eduardo cuenta a Bichos de Campo que en el INTA comenzaron a estudiar los cultivos de cobertura cuando vieron que en los suelos agrícolas comenzaban a aparecer signos visibles de compactación, de falta de infiltración y encharcamientos. Ahí en Coronel Suárez, a pocos kilómetros de las sierras de la Ventanía, el problema era peor porque hay una leve pendiente que además provoca escurrimiento. Y la consecuente erosión hídrica.
Mirá la entrevista completa con Eduardo De Sa Pereyra:
“Básicamente aquí el problema son los barbechos demasiado largos en todos esos lotes que vienen de la cosecha de trigo y hasta la siembra del próximo cultivo de verano quedan improductivos”, relata Eduardo. El trigo se cosecha en enero y la soja recién se siembra en octubre. En medio hay de siete a ocho meses donde “la cobertura del barbecho es muy baja y no alcanza a devolver al suelo todo lo que los otros cultivos de verano digirieron”.
Eduardo dice que además en esta zona llueven en promedio unos 800 milímetros anuales y explica que un solo cultivo consume la mitad de eso. “Los otros 400 milímetros no quedaron en el suelo. Se perdieron por evaporación o se escurrieron y no los pudimos aprovechar”. Esa es una de las razones de la erosión: el agua se lleva el suelo y se lleva el carbono y se lleva otros nutrientes que se necesitan para producir, se lamenta el técnico.
“Para frenar esa pérdida es que nosotros intentamos colocar un cultivo de cobertura en medio de esos dos cultivos de cosecha o de renta”, resume.
En algunos lotes cedidos por el semillero local El Cencerro, Eduardo ensaya desde hace tres años con una vicia del INTA Ascasubi, y con centeno y avena del INTA Bordenave. También estudia el trébol rojo, otra leguminosa como la vicia.
Eduardo ensaya. Hasta aquí ha confirmado que las gramíneas mejoran un 30% la infiltración de agua en los suelos, y que con las leguminosa ese indicador mejora hasta un 50%. Siempre, comparando con un barbecho químico donde no hay cultivo durante largos meses.
El especialsta afirma que si bien este cultivo de cobertura tiene un costo concentrado en la semilla, ese valor en mucho menos que lo que significaría mantener ese barbecho con herbicidas, ya que se requieren al menos tres aplicaciones con glifosato , 2,4-D u otro herbicida para mantener a raya las malezas.
“Por lo tanto el cultivo de cobertura podría ser una alternativa para ayudarnos a mejorar la infiltración de agua en el suelo, abriendo canales que en este momento están cerrados por la compactación, y el mismo tiempo controlar malezas. Los cultivos de cobertura son los grandes competidores de las malezas. Y hemos llegado a tener hasta el 80% de reducción de malezas”, nos cuenta. Habla sobre todo de Rama Negra y Yuyo Colorado.
Eduardo ensaya y ya está convencido de que es por aquí la cosa. Nos agrega que “al mismo tiempo esos cultivos de cobertura, cuando los secamos o rolamos en primavera, nos están aportando carbono a los suelos”, del cual han medido se pierde hasta el 35%. “Ese carbono que se pierde es la materia orgánica joven, que es la que permite justamente la formación de los poros en los suelos, que a la vez permiten que las raíces pueden desarrollarse”.
Eduardo ensaya y no es justamente bossa nova.