José Luis Berra todavía se emociona cuando cuenta que en Coronda el próximo fin de semana (7, 8 y 9 de noviembre) se realizará una nueva edición de la Fiesta Nacional de la Frutilla. Es que él nació y creció allí, en la capital nacional de esa fruta fina que por estos tiempos inunda las verdulerías de todo el país.
Nieto e hijo de “frutilleros”, este ingeniero agrónomo se ha especializado tanto en dicho cultivo que incluso sueña con derribar algunas barreras históricas para esa actividad. Desde su empresa Ansur (Ángeles del Sur), acaba de enviar un primer cargamento de frutillas hacia España mientras encara una profunda revisión varietal para que esa fruta argentina pueda comenzar a exportarse hacia los mercados de ultramar.
Hoy es muy difícil pensar en una fluida exportación de frutillas, salvo hacia países vecinos, porque la duración comercial de la fruta una vez arrancada de la planta es muy breve, de apenas una semana. Luego, las frutillas empiezan  a perder ese aspecto tan reluciente que las vuelve tan codiciadas en estos meses del año, donde estalla la cosecha no solo en Coronda, una ciudad santafesina costera ubicada a 50 kilómetros de la ciudad de Santa Fe y a 12o de Rosario, sino en todas las zonas productoras, que son muchas.
Coronda se ha alzado con el título de capital nacional porque fue allí que comenzó todo, hace más de un siglo. “Este año se está celebrando la Fiesta número 66. Pero en realidad, la frutilla de Coronda tiene más de cien años, 104 años para ser más preciso, desde que ingresó la frutilla al viejo mercado del Abasto en la calle Corriente”, nos dice José Luis.

Este “frutillero” también tiene claro por qué todo arrancó en su pueblo. Dice que la frutilla necesita dos cosas para un cultivo óptimo: un suelo suelo y arenoso que es característico de esa zona, y agua de muy buena calidad. Ambas cosas son abundantes en los alrededores del Río Coronda, que “es un brazo del Paraná que nace en Santa Fe capital, a la altura del Puente Colgante, y vuelve al Paraná, antes de Rosario”, destalla.
Como sea, luego de tantos años “la frutilla es el símbolo que da identidad nacional a la ciudad de Coronda”, donde ser obtiene una cosecha de alrededor de 7 millones de kilos por año, cerca del 45% de la producción nacional. Es eso lo que se festeja desde 1946, cuando la Sociedad Cooperativa de Agricultores decide crear una fiesta popular.

Berra, de todos modos, aclara que el cultivo se ha extendido a todo el país, debido a la adopción de nuevas tecnologías que permiten reproducir las condiciones que naturalmente se dan en Coronda. “Hoy se hace frutilla en todo el país. Hay nuevas regiones como Tucumán, en la quebrada de Lules, que son muy fuertes. Otras zonas históricas es Bella Vista, en Corriente; o Perico, en Jujuy, o Sierra de los Padres, en Mar del Plata. Y todo lo que es el cordón bonaerense: Desde Florencio Varela, Capilla del Señor, Escobar, Pilar, Parada Robles”, enumera.
Berra vivió en carne propia este proceso de profesionalización que ha caracterizado las últimas décadas la producción de frutilla, y también se emociona al contarlo.

“Yo soy nieto de frutillero, hijo de frutillero y papá de frutillero, porque mi hijo también es parte de la empresa que tenemos haciendo frutilla. Pero fue capricho de mi mamá, que me manda a estudiar de ingeniero agrónomo. Porque si no, yo quería seguir siendo frutillero con mi viejo y mis tíos”, rememora. Como sea, la actividad fue incorporando tecnologías como los mulching, los alomados, el riego por goteo, las coberturas, etcétera. Berra es uno de los agrónomos argentinos que más conoce sobre todo eso.
Pese a su amor visible por las tradiciones, Berra es emprendedor y no reniega de las nuevas tecnologías. Por caso, se separó de otros productores de su zona que producían los plantines en la zona de El Maitén e instaló su propio vivero en Trevelín. Ahora está levantando otro vivero pero en la zona de Traslasierras, en Córdoba, que será todo un desafío agronómico.
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“Tenemos un emprendimiento en la Patagonia haciendo los plantines propios. Los plantines de frutilla ya hace varios años que se hacen en la Patagonia por una cuestión de horas de frío. Se maduran primero allá en en la Patagonia porque en febrero y marzo ya caen heladas, baja la temperatura, y eso hace que madure la planta. Entonces, esa planta se trae al norte, como llamamos a Coronda. Esa es la frutilla que estamos disfrutando en pleno invierno”, relata.
Es otro rasgo de la capital nacional de la frutilla: su oferta aparece en el mercado a partir de mayo, junio o julio. “Originariamente, cuando yo era chico recién era en primavera. Por eso es que la fiesta se hace en noviembre”, explica José Luis.
Lo cierto es que lo que permitió adelantar varios meses la fecha de cosecha es esta migración de los viveros hacia el sur, la adopción de tecnologías como la cobertura en macro y micro túneles, y la incorporación de nuevas variedades.

De todos modos, la actividad frutillera termina siendo casi de ciclo anual. “Acá en Coronda particularmente empezamos a preparar el suelo en enero y febrero, acomodando el mulching, incorporando los camellones. Con una lomadora que plastifica y pone la cinta de goteo en el mismo momento, se instala el riego por goteo, y se esperan los plantines para fines de marzo o abril”, cuenta el especialista.
Luego, prosigue, “en mayo empezamos con las primeras cosecha, y cosechamos hasta diciembre, hasta las fiestas, hasta el 20 de diciembre, incluso hay variedades que pueden prolongar hasta enero. Y eso que acá en Santa Fe tenemos altas temperaturas durante diciembre y enero, y eso nos limita un poco. Pero el cultivo termina siendo anual”.

-¿Han cambiado mucho los tipos de frutillas que consumíamos los argentinos con la incorporación de nuevas variedades?- preguntamos.
-Fue cambiando y vamos retomando al origen. O sea, la famosa frutilla de Coronda, esa frutilla chiquita y dulce, quedó todavía en la memoria de la gente grande, que todavía piensa que las frutas chicas son las más dulces. La variedad corondina tenía esa particularidad, era una fruta chiquita, pequeña, pero muy dulce, muy sabrosa, con mucho aroma. Después, con los nuevos cruzamientos varietales, fue variando a tener frutillas más grandes, de mayor tamaño, sin tanto sabor, más blanca por dentro. Ahora en los últimos años se volvió a recuperar eso de que el consumidor quiere una fruta roja, sabrosa, con aroma, con dulzura. Y eso varietalmente se volvió a lograr. Hoy encontramos en el mercado, una fruta de un tamaño que llama la atención, y cuando uno la prueba realmente tiene el sabor y el gusto que acompaña. Eso se fue logrando con las nuevas variedades.
Como viverista y productor, la empresa de José Luis se ha especializado en la búsqueda de nuevas variedades. En el marco de la fiesta, por ejemplo, los expertos de la Universidad de California brindarán una charla sobre estas nuevas variedades que están llegando al mercado.

-Imagino que la mayor parte de la producción es de consumo interno. ¿O hay un producto exportable que tiene la Argentina?
-Si bien se han hecho pruebas, este año justamente nosotros volvimos a hacer una prueba de exportar en fresco: A una feria de Madrid llevamos un pallet de fruta fresca de las variedades nuevas que estamos haciendo. Una que se llama Cleopatra. Justamente la particularidad de esta variedad es mantener ese color rojo turgente, buen sabor, y que viaje, como dicen los españoles. Justamente esa variedad nos permitió que viajara en avión hacia España, y estar una semana allá en góndola con muy buenos resultados.
Berra amplía que la frutilla “es un producto tan fresco que dura muy poco” con buen aspecto visual en las góndolas. Pero se ilusiona con “esta variedad que estamos probando ahora, pueda estar siete, ocho, diez días, que ya es muchísimo para para un cultivo perecedero, y pueda mantener su calidad. De ese modo, se puede cargar en un avión y que en Europa o Estados Unidos disfruten de una buena fruta en fresca”.

Pero son intentos, y por ahora el mercado local es el gran demandante, especialmente en esta época del año donde hay una oferta de frutillas como para tirar al techo.
“Eso es lo que sigue pasando cuando aparecen las zonas productivas del cinturón de Buenos Aires. Pero en ese momento, Coronda vuelca toda su producción a la industria. La particularidad de Coronda, algo que le permite seguir siendo una de las principales zonas productoras, es la disponibilidad de industrias para el procesado de fruta. Se hace la pulpa para heladería, la pulpa para el yogur, la pulpa para los cócteles. Hay varias fábricas entre grandes y pequeños emprendimientos que absorben la producción de fruta”, describe el productor.
En Tucumán se repite esa estrategia pero con plantas que congelan la fruta, para evitar la saturación en el mercado fresco.

-¿Y cuál es el principal desafío que vos le ves al sector?
-Hoy el principal problema a resolver es aumentar el consumo. Quedan prejuicios viejos sobre la frutilla, que es cara o que no tiene el gusto apropiado. Pero hay tanta oferta hoy, en un helado, en un alfajor, en otros postres… Se debe poder promocionar los beneficios que tiene la frutilla. Sabemos mucho de los beneficios del arándano, por ejemplo, y sin embargo la frutilla tiene iguales o mejores beneficios en cuanto a la parte nutricional. Pero no se la promocionó desde ese lado. A la frutilla se la vive promocionando como un producto de lujo, como un producto sensual, y no como un producto saludable.
-Y vos que creciste entre frutillas, ¿cuál es el mejor modo de comer una frutilla?
-Madura, directamente de la planta.
			



