La carrera para desarrollar una caña transgénica en Tucumán y ponerla en el mercado, tiene dos actores principales: la centenaria Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres (EEAOC) y la Universidad privada San Pablo T, impulsada desde el grupo “Los Balcanes”.
En busca de las autorizaciones estatales pertinentes para lanzar esos materiales, en ambos casos se promueve el desarrollo de una caña que, a partir de modificaciones con genes de otras especies, logre mantener la productividad, superando las crisis hídricas y la mayor concentración salina, algo que sucede más recurrentemente en suelos santiagueños, que es el territorio que sueñan alcanzar los ingenios azucareros tucumanos.
Para ello, estas instituciones retoman y renuevan las investigaciones del Conicet, llevadas adelante por la investigadora Raquel Chan quien, en la década del 90, desarrolló la tecnología HB4 para que los cultivos sean resistentes al stress hídrico, algo que ya se viene implementando para la soja y luego para el trigo.
Con el antecedente brasilero de 2017, de producir una caña transgénica (Bt) que tolere al insecto barrenador, estas instituciones tucumanas avanzan con la caña HB4 y con otra HB1 que es resistente al frío, evento que afecta el desarrollo de la sacarosa, el alma en la producción de azúcar.
Pero en esta competencia hay otro corredor que aborda las innovaciones tecnológicas para el cultivo de caña, en suelo tucumano, y que no se calzó las zapatillas de la transgénesis. El INTA Famaillá, desde sus orígenes, viene aportando innovaciones tecnológicas al sector cañero de la provincia.
“Hace unos años atrás tomamos la decisión de no ir por el lado de transgénesis por los costos que tiene, por la percepción de mercado. Con esto no estoy haciendo referencia si es buena o mala la transgénesis, sino que hay mucha resistencia en liberar variedades transgénicas de caña porque se produce azúcar y va directo al consumo del ser humano. No estoy diciendo que eso sea así, porque tengo otra concepción, pero es lo que pasa en el mercado”, se posiciona Arturo Felipe, que es el mejorador de caña que tiene esa institución pública.
“Tomamos otra decisión para generar variabilidad y para ello estamos tratando de utilizar otras herramientas que nos permitan seleccionar más rápido y bajar la cantidad de años en el programa de mejora y liberar nuevos cultivares más rápido”, indicó.
Al dar a conocer las estrategias de esta Experimental, el agrónomo tucumano se presentó: “Dentro de INTA Famaillá tenemos grupos de investigación en cultivos industriales que se dedican, casi exclusivamente, a caña de azúcar. Yo fui durante seis años jefe de ese grupo y ahora soy mejorador de caña de azúcar específicamente, hace más de 15 años”.
Las variedades de mayor tradición en Tucumán han sido, en general, introducciones de Estados Unidos, desarrolladas en zonas con un clima similar. De allí provienen las variedades Luisiana (85-384) a lo que se suman las variedades desarrolladas por la Obispo Colombres que tienen más de 100 años. “En ese medio jugamos nosotros, con un programa mucho más chiquito, de menor cantidad de personas, menos recursos y de menor cantidad de material”, prosigue Felipe.
“Nosotros salimos a la cancha buscando que el productor disponga de variedades adaptadas a nuevos desafíos y cambios, como cuando en la década del 90 ingresaron las cosechadoras integrales a la Argentina, eso cambió la forma de hacer cosecha. Por lo tanto cambió la forma de cultivo. A esto hay que sumar los efectos del cambio climático, ya que estamos en el subtrópico, tenemos heladas, tenemos frío, lo que nos desafía a desarrollar genética para poder producir en estos ambientes”, comentó.
Hacer frente a la ocurrencia de enfermedades en este cultivo comercial depende casi exclusivamente del uso de genética adaptada, por resistencia o tolerancia. “Estamos trabajando con el tema de raquitismo en caña, realizando un tratamiento térmico a la caña semilla. También hacemos diagnósticos ante la presencia de esa bacteria que genera la enfermedad”, contó el investigador.
Para este profesional del INTA, la producción de variedades nuevas es muy importante, “es un desafío ir renovando todo el tiempo la oferta varietal. Nosotros, en los últimos años, venimos liberando unas 7 u 8 variedades, y hay 2 que están registradas en el Inase (INTA NA 03-663 e INTA NA 03-617), y las estamos difundiendo comercialmente, intentando ampliar la oferta de variedades frente a esta única variedad que se utiliza desde hace años, que nos pone vulnerable a la ocurrencia de enfermedades”.
Consultado sobre los múltiples usos que tiene la caña de azúcar (como alimento o fuente de biocombustible), Felipe sostuvo que “no tiene que ver” con las decisiones del mejoramiento de la caña. “Que hoy produzcan energía, produzcan alcohol, tiene que ver con mejoras en las condiciones de fabricación y de los cambios coyunturales, políticos que definen los cortes de alcohol en la nafta. Todas las variedades anteriores, las de ahora, tenían la capacidad de producir alcohol, mucha fibra para papel, energía, etc. Hoy se está aprovechando todo eso”.
En ese sentido, aclaró que “el recambio varietal obedece principalmente a desafíos ambientales, desafío de tecnología como la de cosecha en verde, de maquinarias”.
Otro aspecto que viene mostrando cambios en la producción cañera es la plantación, que sigue siendo preponderantemente manual en la provincia. La siembra mecanizada avanza progresivamente y las variedades tendrán que adaptarse a ese nuevo sistema de manejo.
“En una variedad, desde que inicia el proceso hasta que puede salir liberada comercialmente, pasan aproximadamente 12 años. Es bastante largo el proceso. Entonces, lo que estoy seleccionando hoy en campo, me lo tengo que imaginar que de acá a 8 o 10 años”, explicó el especialista.
En ese sentido, admitió que el cambio climático es apenas un condicionante de sus decisiones. “Tucumán tiene un clima monzónico, el 80% de la lluvia se concentra en el verano, con muy buena distribución. Hoy se observa que esa distribución no es tan buena. Aparecen tormentas fuertes como si fueran tropicales y después se cortan y aparecen olas de calor que se repiten”.
A lo que suma Felipe: “A este cultivo le gusta el calor, pero también le gusta el agua, y nos encontramos con esos baches y con picos térmicos que estresan al cultivo, ralentizando su desarrollo. Entonces no se llena el tallo, está mucho más liviano, algo contraproducente para todos. El desafío de nuestro programa de mejoramiento es seleccionar materiales que se adapten a estas nuevas condiciones”.
Históricamente las variedades tradicionales fueron siempre muy valoradas por la calidad fabril que tenían, por la tolerancia a heladas, por la cantidad de tallos que tienen. Esto hizo que, a muchas de las variedades desarrolladas anteriormente, les costara ser adoptadas por los productores.
“Eso es algo que está cambiando y ahí jugamos nosotros” completa este ingeniero del INTA. “Los productores son consientes de la diversidad de climas y suelos que tiene Tucumán y del potencial cañero que se está desperdiciando, utilizando una o dos variedades. Algunas son tolerantes a las arenas, otras que se adaptan mejor al pedemonte, que es más frío, otras más hacia el este, que es un poco más caliente y hay más macollaje, o sea, más producción de tallo”.
El INTA ya puso dos variedades al mercado e insiste en reposicionar otras que se liberaron hace un par de campañas atrás. Por ejemplo, una variedad temprana, con buen rendimiento fabril en mayo, cuando las variedades tradicionales, alcanzan el pico en julio y agosto. Otra, tolera los suelos arenosos, que hay muchos en la provincia y también resiste bien las heladas. La caña afectada por el frío es penalizada en los ingenios por su bajo rendimiento fabril en cuanto a la producción de azúcar.
Los equipos de la EEA Famaillá sostienen que la genética es importante pero no lo único que permite el buen desarrollo de los cañaverales y su performance fabril. Convencidos de que el manejo agronómico y el acabado conocimiento del ambiente y de la planta es algo central es que incorporaron al equipo a dos ecofisiólogos, disciplina que se aplica cada vez en este tipo de trabajos.
“Estamos abordando los cultivos de servicio, trabajando con vicia villosa en el intercultivo de caña, con muchos beneficios, aporte de materia orgánica, de materia seca, mejora de infiltración del suelo, y la verdad que estamos muy contentos con estos avances. Junto a los grupos CREA, estamos mostrando esta tecnología y convenciendo a los productores de que hay otra forma de hacer un manejo mucho más sustentable que tiene un beneficio por todos lados, desde el punto de vista ambiental y agronómico”.