A Ariel Adrover se lo ve feliz ejerciendo a diario el noble oficio de viverista. Lo aprendió de su padre y tiene el compromiso de dar continuidad al emprendimiento que éste le heredó. El lugar de acopio y ventas está ubicado en la avenida Lucio Mansilla al 930, sobre el borde de la ciudad de San Pedro, al noreste de la provincia de Buenos Aires, y a apenas tres kilómetros del río Paraná.
Aclara Ariel que llama a este lugar de 2 hectáreas, de “acopio y ventas”, porque no debería llamarse “vivero”, propiamente dicho, ya que produce las plantas en otros dos terrenos, ubicados a pocos kilómetros, más cerca de “La Vuelta de Obligado”. Explica que este lugar de referencia histórica, fue donde en 1845 la Argentina libró una batalla contra las dos superpotencias del siglo diecinueve, Inglaterra y Francia, cruzando una cadena de lado a lado del río, que en esa zona tiene apenas unos 500 metros de ancho, para que los barcos enemigos no pudieran avanzar. Su vivero está dedicado fuertemente a la venta mayorista, porque casi todos sus clientes son viveros minoristas que venden al público general.
El vivero se llama “Liliana”, en honor a su hermana. “Se lo puso mi padre y hoy considero que somos medianos, en la zona, ya que los más chicos son de una hectárea -comienza a contarnos su historia, Ariel-. Muchas familias de estos pagos llevan apellido de origen mallorquín, como nosotros, y algunos se dedicaron a los viveros, como mi abuelo, que vino del poblado de Felanitx. Él comenzó como chacarero, plantando frutales para su propio consumo, hizo su huerta y tenía animales, como todos los inmigrantes, que lo que les sobraba, lo vendían o hacían trueque. Mi hermana hoy tiene su propio vivero, a dos kilómetros de acá”.
“Mi padre trabajó hasta sus 75 años y falleció hace dos, habiendo cumplido 93 -continúa, el viverista sampedrino-. Él fue mi pilar durante toda mi vida, y me asesoró hasta el final, porque sabía mucho de plantas. Mi señora, Eleonor, lleva la administración. Tenemos una hija, que estudia agronomía, y Tomás, que a sus 20 años decidió no seguir la universidad, sino trabajar a mi lado, en el vivero. Se repite la historia, porque eso mismo hice yo a mis 17 años, que elegí no estudiar más, sino trabajar con mi padre en este mismo vivero. Tomás me salió muy trabajador y se ocupa de las ventas. Los clientes lo quieren mucho, porque los atiende muy bien”.
“Yo me ocupo más de la producción –sigue contando, Ariel-, porque mi padre, después compró 5 hectáreas para hacer la producción, y yo después compré dos terrenos más, de modo que en total hoy tenemos 20 hectáreas en producción. Yo me ocupo de recorrerlos, todos los días, donde tenemos repartidos unos 8 empleados que van haciendo las labores. Pero tenés que estar cuidando todo el proceso, porque, a modo de ejemplo: si viene un frutero que quiere hacer un monte de duraznos, no podés equivocarte en la variedad que te pidió. Hoy cuesta conseguir gente, y yo me encargo de formarlos”, señala.
Con orgullo, indica Adrover que en San Pedro debe haber más de 100 familias viveristas, casi todos mayoristas como él, y que desde allí sale el 50% de la producción nacional. Él tiene clientes venidos de todo el país, desde Jujuy a Tierra del Fuego. “Lo que uno planta hoy, termina vendiéndolo dentro de dos años -explica-. Yo produzco para un año, en unas 7 hectáreas, mientras que en las otras 7, voy produciendo lo del año siguiente, con las mismas variedades de cultivos. Y la actividad tiene su riesgo, porque uno no sabe cuánto va a vender. Puede ser que me quede corto y pierda ventas, o que me sobre. Nos solemos ayudar entre colegas, porque una temporada te pueden sobrar 2000 álamos y no tenés dónde guardarlos”.
Ariel detalla que produce plantas que serán árboles de carozo, 15 variedades de durazno, 10 de ciruela, 5 de cereza, como también 50 variedades de rosales. También 10 variedades de álamo, 4 o 5 de fresno, algunos de los cuales se hacen de injerto y otros de semilla. En total produce más de 100 especies de plantas y posee un stock de entre 80.000 a 100.000 plantas. Muchas de ellas se producen a campo, y otras, en contenedores o macetas. Es llamativo que se sepan los nombres científicos de cada una. Dice que los precios varían según la demanda, y siempre se consultan entre viveristas.
Adrover da más precisiones: “A los dos años sacamos las plantas con su terrón y lo envolvemos con totora o nylon. Pero a algunas plantas las trabajamos a raíz desnuda, por ejemplo, los frutales de carozo, los fresnos y muchas más, aunque para comodidad del cliente, las solemos envolver -indica-. Esta región tiene un suelo ideal para el trabajo de los viveros, porque no es muy arenosa. Pero si fuera muy negra, como la de la zona núcleo, también complicaría que se mantuviera el terrón. Otro beneficio es el clima, porque el río nos brinda humedad, pero las altas barrancas de hasta 30 metros nos detienen los vientos y nos protegen de las heladas”.
También relata el agricultor que su trabajo depende netamente de la luz solar, de modo que en verano, comienzan su jornada a la hora 06:00 y a veces duermen siesta o le dan de corrido hasta la hora 14:00. Atiende de lunes a sábados y cuenta que en verano es cuando más cuidado se tiene que tener sobre las plantas. “En invierno, es como que las plantas duermen hasta la primavera, cuando deben comenzar a desarrollarse, hasta el verano -señala el productor de 54 años-. Usamos cañas como tutores, porque debemos protegerlas de los vientos y sobre todo, algunas deben crecer bien rectas, aunque se de viveristas de la zona que no los utilizan” agregó.
Comenta que entre diciembre y febrero se corta la venta, y que retoma a fines de marzo o comienzos de abril, cuando ya se pueden arrancar ciertas especies. Por eso expresa que, en su oficio, hay que saber administrarse y guardar para los meses que no se obtienen ingresos. “Aunque se tienen gastos todo el año, porque la producción nunca se detiene. Lo nuestro se parece al incesante trabajo de los tamberos, ya que podés estar luchando de noche contra las hormigas, regar, injertar, todo a cielo abierto, soportando las heladas en invierno y las altas temperaturas en verano”, señala.
“Yo empecé en con el vivero en la época de la hiperinflación de Alfonsín, así es que ya vengo bien curtido”, ironiza Adrover y asegura que los años de pandemia fueron los mejores que tuvo en ventas, mientras que al suspender el actual gobierno, las obras públicas, se le cortaron muchísimas ventas a los municipios, por lo que los últimos tiempos vienen muy flojos. Lamenta que muchos viveristas de San Pedro han tenido que cerrar debido a que no tuvieron quién los sucediera. En cambio, su emprendimiento tiene buenos augurios, ya que felizmente su hijo ha querido acompañarlo y en el futuro será quien “tome su posta”.
Ariel Adrover eligió dedicarnos la canción “Mi viejo”, en honor a su papá, cuya letra es de José Tcherkaski y la música de Piero, interpretada por este último.